lunes, 21 de noviembre de 2011






LAS SEÑALES DE JESUS   
La semana del descubrimiento termina con las bodas de Caná. ¡Sí, Jesús estuvo en la boda, entre cantos y bailes! Parece que viniera a santificar con su presencia tanto nuestras fiestas y convivencias como la unión conyugal.   Jesús fue con sus discípulos. Manuscritos muy antiguos añaden  y con sus hermanos como leemos también en el v.12. En esos primeros tiempos, Jesús continúa con un grupo de parientes y paisanos a los que el evangelio llama sus hermanos ver el comentario de Mc 3,31.   Los discípulos empezaban a conocer a Jesús, pero había alguien que lo comprendía y creía en él María, su madre. ¿Cómo se le ocurrió pedirle un milagro? ¿Y cómo sabía que Jesús haría milagros? María no pedía la conversión de los pecadores, ni pan para los hambrientos; solamente quería un milagro o algo por el estilo para sacar de apuros al novio.   ¿Por qué te metes en mis asuntos? (4). Es el sentido habitual de la expresión hebrea ¿Qué hay entre ti y yo? Jesús contesta con una frase que, dirigida a una extraña, podría ser un reproche, pero que dicha a su madre tiene un tono diferente y demuestra familiaridad y una comprensión mutua que va más allá de las palabras. Aparentemente Jesús no pensaba empezar de esta forma ni en este momento, pero su espíritu reconoció al Espíritu que hablaba por su madre, y le concedió esta primera señal milagrosa.   Recordemos que Juan relata solamente siete milagros de Jesús, y los llama unas veces obras y otras veces señales. Son obras del Hijo de Dios, en las que manifiesta su poder. Son señales, es decir, cosas visibles hechas a nuestra medida, con las que nos da a entender su verdadera obra, que consiste en dar la vida y renovar al mundo.   Y de paso Juan anota algunos detalles de este asunto que anuncian realidades espirituales. Jesús participa en una boda pero ¿qué pretendía, sino preparar las otras bodas de Dios con la humanidad? Jesús habla de su hora que aún no ha llegado, pero en realidad su hora sería la de su pasión y resurrección, cuando nos reconciliaría con Dios.   Juan agrega que Jesús se sirvió del agua que los judíos usaban para purificarse. Los judíos vivían obsesionados por la preocupación de no mancharse, y su religión multiplicaba los ritos de purificación. ¡Pero Jesús cambió en vino el agua bendita! Es que la religión verdadera no se confunde con el temor al pecado; lo importante es recibir de Jesús el Espíritu que, semejante a un vino generoso, nos hace romper las normas establecidas y la estrechez de nuestra propia sabiduría. El agua cambiada en vino Jesús entra en nuestra casa para transfigurar nuestra vida diaria, sus rutinas y sus quehaceres.   Así Jesús manifestó su gloria a los que empezaban a descubrirlo. María había llevado la gracia a Juan Bautista (Lc 1,39); de nuevo intervenía para apresurar los comienzos del Evangelio; ya no hablaría más en el Evangelio, y sus últimas palabras son Hagan todo lo que él les diga.

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