sábado, 13 de agosto de 2011

Comentario Bíblico JOSUE Y JUECES


JOSUE Y JUECES
Introducción

AUTOR Y FECHA

Los eruditos difieren tanto en la fecha como en el autor de este libro anónimo, porque usan diferentes métodos.
Sobre el problema del autor algunos eruditos, siguiendo el Talmud (c. 500 d. de J.C.d. de J.C. Después de Jesucristo), asignan el libro al mismo Josué. Se apoyan en que se dice que Rajab todavía estaba viva en la fecha en que se escribió (6:25) y que el autor, usando “nosotros”, se incluye a sí mismo entre quienes cruzaron el Jordán (5:1). Sin embargo, la observación acerca de Rajab en 6:25 puede referirse a sus descendientes, y otros textos heb. dicen “ellos”, no “nosotros” en 5:1. Igualmente, como en 5:6, el autor pudo haber usado “nosotros” en un sentido de solidaridad con la generación que entraba a la tierra.
El problema de la fecha en ocasiones también se ha decidido enteramente sobre la base de observaciones dentro del libro de Jos., y algunos eruditos que usan este método datan el libro en una época entre la muerte de Josué y sus contemporáneos que lo sobrevivieron (24:29–31) y el tiempo de Samuel (c. 1050 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo). Porque Sidón se reconoce como la ciudad principal de Fenicia (11:8) y Tiro la conquistó por el año 1200 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, algunos favo recen esa fecha como la de la terminación del libro. Otros indicadores internos de la fecha del libro son que Jebús, la antigua Jerusalén, y Gezer, todavía no habían sido conquistadas (15:63; 16:10). Jerusalén finalmente cayó con David (2 Sam. 5:6–10) y Gezer con Salomón (1 Rey. 9:16). También en el 13:2, 3 los filisteos, quienes invadieron la planicie de la costa de Judá en 1175 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, están presentes, aunque esta pudo haber sido una adición escrituraria posterior.
Más recientemente, los eruditos han comenzado a investigar fuera del libro mismo para decidir el problema de la fecha. Algunos de ellos ven vínculos entre Jos. y el Pentateuco. Piensan que hay una continuación de los pretendidos elementos literarios del Pentateuco: a saber, E en los caps. 2–11 y P en 13–22, con varias agregados de otras fuentes. Otros han llegado a la conclusión que en Deut., Jos., Jue., Sam. y Rey. hay una unidad más o menos estrecha, o por lo menos conformada. El lenguaje, el estilo y la teología de estos libros apoyan la conclusión de que un así llamado deuteronomista (un individuo o una escuela) reunió una va riedad de fuentes de varios períodos y los entretejió en un todo completo durante el exilio. Esto significaría que Josué fue escrito c. 550 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Estos libros están ligados por conclusiones e introduccio nes que se sobreponen. Jos. 1:1 se equipara con Deut. 34:1–12, especialmente el v. 5, donde a Moisés se le llama por primera vez “siervo del Señor”. La misma señal se confiere a Josué, también por pri mera vez, al final de Jos. (24:29). La conclusión de Josué (24:29–31) se repite como parte de la introducción a Jue. (2:6–9). El estilo del deuteronomista es más evidente en los discursos de despedida de Moisés (Deut. 31), Josué (Jos. 23), Samuel (1 Sam. 12), David (1 Rey. 2:1–4) y Salomón (1 Rey. 8:54–61), coronados por el resumen editorial del propio deuteronomista (2 Rey. 17).
Los judíos siempre han reconocido la unidad de Jos., Jue., Sam. y Rey., llamándolos los “Profetas Anteriores”. Este arreglo tiene las ventajas de llamar la atención a la integridad de cada libro y de distinguir entre el Pentateuco, que describe la organización de Israel como el pueblo de Dios bajo el pacto mosaico, y Jos., Jue., Sam. y Rey. que interpretan la historia de Israel en términos de ese pac to. Sin embargo, el acercamiento moderno pone énfasis en los fuertes vínculos entre Deut. y estos libros. G. J. Wenham ha encontrado cinco temas teológicos que unen a Deut. y Jos.: La guerra santa de conquista, la distribución de la tierra, la unidad de todo Israel, Josué como el sucesor de Moisés y el pacto.
El acercamiento moderno es también un avance sobre el punto de vista tradicional porque observa fuentes dentro de Jos. a Rey. y enfoca el uso teológico que el deuteronomista hace de ellas. Jos. explícitamente menciona el libro de Jaser como una fuente (10:13) y algunos de los problemas dentro del libro se explican mejor mediante un análisis de las fuentes. Por ejemplo, en 11:21 se describe a Josué llevando a los anaquitas fuera de Hebrón, pero en 14:12 se da el crédito a Caleb por esa hazaña. Esta diferencia no es una contradicción, porque a Josué como jefe del ejército se le pudieron haber acreditado las proezas de su subalterno. Pero esto pue de explicarse mejor en términos de fuentes diversas.
El deuteronomista asumió que sus lectores conocían las historias antiguas del Pentateuco. Por ejemplo, se habla de los huesos de José en Gén. 50:25, que son sacados de Egipto en Exo. 13:19 y sepultados en Siquem en Jos. 24:32; y la herencia prometida a Caleb en Núm. 14:24, 30 encuentra su cumplimiento en Jos. 14:6–15.

LA FECHA DE LA CONQUISTA

El intento por fijar fecha a la conquista de la tierra por Israel, lo obstaculiza la naturaleza de la escritura de la historia bíblica, la forma en que la Biblia calcula fechas y la ambigüedad de los descubrimientos arqueológicos.
Los hombres que compilaron las historias de la Biblia tenían como meta principal enseñar teología, no escribir sobre meros hechos, de modo que a veces se pasan por alto los detalles. Sin embargo, algunas de las reconstrucciones que los historiadores modernos han hecho de lo que realmente sucedió, parten demasiado radicalmente de la Biblia para tomarlas en serio.
Tomando las fechas que se dan en 1 Rey. 6:1 y Jue. 11:26 al pie de la letra, uno podría fijar la fecha de la conquista c. 1400 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Sin embargo, uno no puede asumir que la Biblia sencillamente suma los años en esta forma. No obstante, la evidencia arqueológica desde Jericó y Hazor apuntan a esta fecha. En Jericó, el estudio de los restos de cerámica, los escarabajos reales, la actividad sísmica en la región, la destrucción por fuego y aun las ruinas de los muros derribados junto con el uso de carbono-14 reúne una evidencia impresionante de que la ciudad fortificada fue destruida finalmente por el año 1400. En Hazor, hay niveles de destrucción en los años 1400, 1300 y 1230 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Casi todos los eruditos asignan la destrucción del 1300 al faraón Seti I, dejando cualquiera de las otras a Israel. La referencia en Jue. 4:2 de Hazor como una ciudad cananea, en oposición a las tres o cuatro generaciones de Israel después de Josué, excluye una fecha posterior, a menos que uno suponga ya sea que la narración bíblica en Jue. 4 es imperfecta o que la evidencia arqueológica es in completa. Hai, si se identifica correctamente, carece de evidencia de una destrucción israelita, presentando un problema para cualquiera de los puntos de vista (ver sobre 7:2). J. Bimson ha establecido el año 1400 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo como la fecha de la conquista sobre base más firme, refinando las fechas de los períodos arqueológicos en cuestión.
Por otro lado, la evidencia arqueológica de Pitón y Ramesés en Egipto (Exo. 1:11), la falta de datos corroborando los reinos establecidos de Edom y Moab al oriente del Jordán antes del siglo XIII a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, y los cientos de nuevos asentamientos de pastores nómadas que se esparcieron en Israel alrededor del año 1200 en contraste con su ausencia en el período anterior, todo favorece fijar la fecha de la conquista en la segunda mitad del siglo XIII.
Sin embargo, la fecha de la conquista no afecta en realidad la teología o el mensaje de Josué, en tanto hubo una conquista.



TEOLOGIA
El libro de Josué trata de la tierra prometida: Su posesión (caps. 1–12), su distribución (caps. 13–21) y su conservación (caps. 22–24). Por otro lado, trata también del desposeimiento de “los perver sos” de esa tierra. La tierra digna de reyes fue dada a un pueblo digno de ser reyes (ver Jos. 12).

La tierra como don

El Creador de toda la tierra (Sal. 24:1, 2; 47:4) y único dueño de Palestina (Lev. 25:23) hizo depositarios a los patriarcas de una tierra digna de reyes, que fluía leche y miel (Deut. 31:20). Prometió darla a sus descendientes como una herencia permanente (Gén. 17:8; Exo. 32:13). La ocupación de la tierra, que sería tomada por etapas (ver 13:1–7), fue iniciada dramáticamente por Josué. Fue entonces “distribuida” por Dios a las tribus de Israel por sorteo (Núm. 33:50–54), y así se convirtió en su posesi ón inalienable que nadie podía tomar de ellos por la fuerza. Solamente los levitas no recibieron tie rra propia; en su lugar, ellos “heredaron” al Señor mismo, abriendo el camino para un entendimiento espiritual de la herencia (13:14).
Con la resurrección y ascensión de Cristo y con el derramamiento del Espíritu, se hizo claro que Josué es un símbolo de Cristo y que la tierra es un símbolo, una metáfora, de la salvación de la iglesia en Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 10:1–4). Tanto la tierra como la salvación en Cristo son un don (1:2, 6; cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 6:23), poseído únicamente a través de la fe (1:7, 9; cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 10:8–21; Ef. 1:8, 9). Son tanto un lugar de bendición (Exo. 3:8; Núm. 13:27; Ef. 1:3, 14), un hogar de reposo (Jos. 1:13; Heb. 4:1–11) y un lugar santo en donde de manera única uno encuentra a Dios (Exo. 15:17; Col. 3:1–4; 1 Tim. 2:5, 6). Ambos demandan también un estilo de vida que se conforme a la ley de Dios (1:7, 8; 8:30–35; 1 Cor. 10:1–13). A través del nuevo pacto Cristo califica a su iglesia para vivir en esta “tierra” digna de reyes (Eze. 37:26). Y aunque la iglesia hoy hereda la vida eterna y el reposo en Cristo Jesús, después de su resurrección gozará de una “tierra” más sólida, apropiada a ese estado (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 15:50–54; Heb. 11:39–40). La “tierra” permanece como un don ya recibido pero todavía no experimentado plenamente.

Unidad de la generación fundadora
El autor pretende vincular a Josué con Moisés e identificar al pueblo que entró en la tierra como los representantes de aquellos que salieron de Egipto (ver 24:7, 17). Aunque el éxodo y la conquista duraron más de dos generaciones, el autor de Jos. trata a esas generaciones fundadoras como una. Vincula a Moisés y su ayudante Josué a través del libro. Por ejemplo, Dios prometió estar con ambos (1:5); ambos guían a Israel a través de aguas formidables que asombrosamente se secan y así son exaltados a los ojos del pueblo (3:7); ambos se quitan sus sandalias en la presencia del Señor (5:13–15); ambos interceden por el pueblo cuando peca (7:7); ambos poseen la tierra y la distribuyen (12:7–8; 14:1–5); ambos bendicen al pueblo (22:6); y ambos median el antiguo pacto (cap. 24). La generación bajo es tos dos dirigentes vio las maravillas asombrosas del Señor en el éxodo y la conquista (24:7, 17) y entró en pacto con él; son los primeros dirigentes de la nación gobernada por Dios.

Unidad de todo Israel
El autor también está interesado en pintar la unidad de las 12 tribus, usando “todo Israel” y términos similares frecuentemente (p. ej.p. ej. Por ejemplo 3:1, 7, 17; 18:1; 22:14). A los hombres de las tribus orientales que lucharon no se les despidió hasta después que se completó la conquista (1:14, 15; 22:1–9), y el malentendido de su altar “rival” causó consternación en tre las otras nueve y media tribus (22:10–34). Doce hombres, uno de cada tribu, tomaron una piedra del Jordán para edificar un memorial nacional (4:1–9) y todas las tribus renovaron el pacto mosaico en Siquem (8:33, 34).

Fidelidad del pacto

La generación de Josué probó el tema dominante de esta historia; a saber, que el Señor cumplió su pro mesa a los patriarcas y dio a Israel la tierra y el reposo. Se afirma y reafirma en puntos clave en el libro: En el prólogo antes de la conquista (1:1–9), después de la conquista (11:23) y después de la distribución de la tierra (21:43–45). Las menciones sobre las sepulturas, al final del libro, también simbolizan esta verdad (24:28–33). Esta historia sagrada establece la confesión de Israel: “El Dios de dioses, Jehovah”, él es su Dios (22:22), y la motivación para guardar su pacto (caps. 23–24). Estimula a los fieles a poseer la tierra que queda (13:1–7; 14:6–15; 19:49, 50), dejando a los infieles sin ex cusa (18:3), y pone pensativos a todos con la sombría realización de que Dios también cumple las maldiciones de su pacto (23:15–16; 24:19–24).
Israel, por su parte, debe cumplir sus obligaciones del pacto tomando, distribuyendo y reteniendo la tierra a través de la obediencia de fe en el Señor, mostrando su fe en él en la obediencia a su ley.

Guerra santa

La obediencia al pacto implicaba que Israel lucharía de acuerdo con las reglas de la guerra santa dadas en Deut. El Señor inicia la batalla y, si Israel obedece de todo corazón, asegura su triunfo (1:2–9; cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 27:18–21), interviniendo en ocasiones en las formas más asombrosas como en Jericó (6:20) y Gabaón (10:11, 14). Mientras estimulaba a Israel a ser fuerte en su fe en él, Dios destruye a sus enemigos antes de que principie la batalla haciendo que cunda el pánico en sus corazones (2:9–11, 24).
“Al vencedor pertenecen los despojos” y así, todos los malvados cananeos deben ser “dedicados” (heb. herem) al Señor (6:17). La exterminación de los cananeos tuvo el propósito de salvar a Israel de la tentación (Deut. 7:1–5). Como lo describe G. A. Cooke: “Cualquier cosa que pudiera poner en peligro la vida religiosa de la comunidad, se le ponía fuera del camino en que podía dañar prohibiéndose su uso humano; para asegurar esto efectivamente, debe ser totalmente destruida.” Cuando Acán fracasó en dedicar al Señor lo que por derecho era suyo, Acán y todo lo que él poseía fueron destruidos (7:15). Algunas veces el Señor reservaba el botín para él y otras veces recompensaba a su ejército con él (8:27). Los cananeos fueron exterminados de acuerdo con el recto juicio del Señor y no por que Israel tuviera sed de sangre. La prostituta Rajab se arrepintió y encontró un lugar permanente en Israel (6:25). Sin embargo, en la mayor parte Dios endureció los corazones de los cananeos que es taban maduros para el juicio (11:19, 20). Su destrucción prefigura el castigo eterno de los impíos (Mat. 25:46), como la destrucción de Sodoma y Gomorra siglos antes. Israel poseyó su tierra porque el propósito del Señor era santificarla. Esa es la razón por la cual el autor coloca el relato de la renovación del pacto en Siquem justo en el corazón de las historias de las batallas (8:30–34). Si no reco nocemos estos paralelos entre el juicio de Israel sobre los cananeos y el juicio final, fracasaremos en ver por qué a Israel se le instruyó actuar en esta forma.

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1-18 Prólogo
1:1-9 El Señor ordena a Josué
1:10-15 El mandato de Josué al pueblo
1:16-18 La respuesta del pueblo a Josué

2:1—5:15 Entrada a la tierra
2:1-24 El informe de los espías: "Canaán derrotada"
3:1—4:24 Cruce del Jordán
5:1-14 Preparaciones rituales

6:1—12:24 La toma de la tierra
6:1-27 La batalla de Jericó
7:1—8:29 La batalla de Hai
8:30-35 El pacto renovado en el monte Ebal
9:1-27 Tratado con Gabaón
10:1-43 Conquista del sur
11:1-15 Conquista del norte
11:16-23 Resumen de la conquista
12:1-24 Apéndice: lista de los reyes derrotados

13:1—21:45 Distribución de la tierra
13:1-7 Tierra todavía por conquistar
13:8-33 Distribución de la tierra al oriente del Jordán
14:1—19:51 Distribución de la tierra al occidente del Jordán
20:1-9 Ciudades de refugio
21:1-42 Ciudades levíticas
21:43-45 Resumen: la maravillosa fidelidad de Dios

22:1—24:33 Reteniendo la tierra
22:1-34 El altar de testimonio de las tribus orientales
23:1-16 Discurso de despedida de Josué
24:1-28 Renovación del pacto en Siquem
24:29-33 Postdata: menciones sobre sepulturas
Comentario
1:1-18 PROLOGO

1:1-9 El Señor ordena a Josué

1:1  Trasfondo histórico. La referencia a la muerte de Moisés (1) vincula el libro de Jos. con Deut. 34:5 (cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 1:1; 2 Sam. 1:1; 2 Rey. 1:1) y señala el tiempo para reanudar la conquista. Moisés es llamado siervo de Jehovah tanto para honrarlo como para legitimar sus instrucciones para poseer la tierra.
Moisés le dio a Oseas (que significa “salvación”) el nuevo nombre JosueŒ, que significa “Jehovah es salvación” (Núm. 13:16). El nombre más adelante llegó a ser yesua de donde proceden el gr. Iesous y el castellano “Jesús”.
El título de Josué, ayudante de Moisés (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 3:1; 1 Rey. 19:21) recuerda que Josué había sido preparado para este liderazgo por habilidad, entrenamiento y experiencia (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 17:8–15; 24:12, 13; Núm. 14:6–12; 27:12–23; 32:12; Deut. 1:37–38; 34:9).
1:2–9 El mandato del Señor. Las palabras del Señor evocan aquellas de Moisés en Deut. (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 2 con Deut. 10:11; v. 3 con Deut. 11:23, 24; v. 5a con Deut. 7:24; vv. 5b–7a, 9, con Deut. 31:6–8). Los vv. 7b, 8 recuerdan textos en Deut. que lo identifican como “el libro de la Ley” y ponen énfasis en la importancia de meditar sobre y obedecer esta ley (ver Deut. 5:32, 33; 30:10). La promesa: Como estuve con Moisés, estaré contigo (5) recuerda la respuesta de Dios a la objeción de Moisés en Exo. 3:12. El libro de Jos. recoge el hilo de la historia donde termina el Pentateuco.
Los mandamientos y las promesas en los vv. 2–9 destacan la relación de pacto entre Dios y su pueblo. De parte de Dios, escogió a Israel para heredar la tierra (6). Del lado de Israel, debían ahora por fe reclamar el don (3, 4). No es tanto un asunto de obediencia, cruzar el Jordán, tan importante como lo es, sino un asunto de confianza en Dios (6, 7, 9). El les da razón para confiar: promete su presencia con ellos (5, 9b). De la misma manera, la iglesia que confía obedece el mandato de su Señor de evangelizar el mundo (Mat. 28:18–20). El mandato de no temer es una regla de la guerra santa.
2–5 La primera orden es cruzar el Jordán. El v. 2 dice lit.lit. Literalmente: “Ahora, levántate, pasa … ” (es decir, “cruza inmediatamente, no te demores”). Cristo ordena a la iglesia: “Sígueme” y él tampoco permite demoras (cf.cf. Confer (lat.), compare Luc. 9:59–62). En el v. 4 se definen las fronteras extremas de la tierra, aunque la frontera sur está incompleta. Sólo durante el reinado de Salomón Israel llegó a tener el control de esa área (ver 13:1–7). El desierto se refiere al desierto oriental que principia en Transjordania. El Líbano se incluye en la tierra prometida en Jos. 13:5.
6 La segunda orden es tomar posesión de la tierra. “Tomar posesión” recuerda la concesión de la tierra que Dios dio a los patriarcas como una recompensa por su servicio fiel. Ahora, Josué debe conquistarla (caps. 1–12) y distribuirla (caps. 13–21).
7–9 La tercera orden, ser valiente y meditar en la Ley, vv. 7, 8, muestra que la posesión de la tierra depende de la obediencia en fe al libro de la Ley. La confianza y la obediencia se besan, no se pelean (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 1:5; 16:26; Stg. 2:14–26). Aunque Josué fue preparado para esta guerra, la obediencia, no el poder, garantizaron el éxito de la operación. Los cristianos bajo el nuevo pacto tienen la doble ventaja de que Cristo satisfizo las demandas de la ley y las promesas (Mat. 5:17; Rom. 3:21–26) y a través del Espíritu ha escrito la ley sobre sus corazones (2 Cor. 3:3–6; Heb. 8:7–13; 10:15–18).

1:10-15 El mandato de Josué al pueblo

Los mandatos de Josué, tanto a los oficiales (10, 11) como a las tribus del oriente (12–15), evocan Deut. Compare el v. 11 con p. ej.p. ej. Por ejemplo Deut. 1:8; 4:1; 6:18; 8:1; 9:1, y note que, como el texto mismo lo dice, la instrucción de Josué a las tribus orientales está tomada casi palabra por palabra del mandamiento de Moisés (Deut. 3:18–20; cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 32).
1:10, 11  Mandato a los oficiales. El modelo de mandamiento divino seguido ahora por la obediencia cuidadosa y de todo corazón de Josué, muestra có mo debe conducirse una guerra santa. La preocupación del narrador con la preparación espiritual, la causa real de la victoria, no con los detalles marciales, la aparente causa del éxito, se refleja en la falta de especificidad sobre alimentos en el v. 11 (cubriendo todo lo necesario para una guerra violenta) y la falta de detalle en el mandato. Israel, reconocido ahora como un campamento armado, necesitó tres días (es decir, parte de hoy, mañana y par te del siguiente día) para prepararse para la batalla antes de levantar el campo en Sitim (11; cf.cf. Confer (lat.), compare Miq. 6:5). Toma tiempo alistarse para la batalla (cf.cf. Confer (lat.), compare Gál. 1:17–18). Estos tres días anteriores al levan tamiento del campamento, en el 6 de Nisan (abril) (ver 4:19), no son los mismos que los tres días después de que habían dejado Sitim y acampado en el Jordán (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:16, 22; 3:2).
1:12–15 El mandato a las tribus orientales. Dios prometió reposo a su pueblo, esto es, paz de los ataques enemigos, después de tomar posesión de la tierra (13–15). La promesa de reposo surge de la relación de pacto con Dios (Exo. 33:12–16). El reposo al cual Moisés y Josué condujeron a Israel prefigura el reposo final y perfecto al cual Jesús dirige a su iglesia fiel (Heb. 4:1–11).


Canaán antes de la conquista

1:16-18 La respuesta del pueblo a Josué
El pueblo respondió con fe y obediencia de todo corazón (todas las cosas … dondequiera), garantizando el éxito continuado de la conquista. Prome tieron dar muerte a los infieles y ellos mismos le mandaron a Josué, ¡ … esfuérzate y sé valiente!

2:1-5:15 ENTRADA A LA TIERRA
Esta sección muestra cómo el Señor, sin ayuda, llevó a Israel a la tierra, y cómo la nación fue preparada espiritualmente para las batallas por delante.

2:1-24 El informe de los espías: “Canaán derrotada”

Aunque los espías fueron enviados para ayudar a Josué a hacer planes para su campaña militar, el valor principal de su informe fue mostrar que Canaán no estaba preparada espiritualmente.
2:1  Los espías son enviados. El nombre Sitim (lit.lit. Literalmente “Las Acacias”) sugiere un medio ambiente áspero.
Quizá en un intento de evitar despertar sospechas como extranjeros, los espías a quienes Josué envió entraron secretamente a la casa de una prostituta, quien indudablemente tenía muchos visitantes. Hay que notar que aunque el heb. lit.lit. Literalmente dice “durmieron”, no “pasaron”, el narrador categóricamente dice que durmieron allí, no con ella (1), aunque esta fue la suposición de los hombres de Jericó. El mis mo verbo se traduce “acostar” en el v. 8 sin ninguna connotación sexual. Claramente, el autor no trataba de decir que habían tenido relaciones sexuales con Rajab.
2:2–7 Rajab oculta a los espías. El reconocimiento, espionaje y el engaño son necesarios en la guerra, aun en la guerra santa (ver 1; cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 7:9–16). Rajab escondió a los espías y engañó a los explo radores del rey de Jericó con mentiras (2–7). Clandestinamente dejó que los espías escaparan y los instruyó sobre la forma de evitar ser descubiertos, escondiéndose en las cuevas de las montañas al occidente de la ciudad, lo opuesto a lo que podría esperarse como una posibilidad (16, 17). Los engaños de Josué y Rajab producen dudas. ¿Cómo pueden esos engaños ser una parte legítima de la guerra santa? (Cf. Mat. 5:33–37; Ef. 4:14, 15.)
Las analogías indirectas de situaciones donde el engaño y la desinformación son correctos y necesarios, pueden ayudar. Los cazadores usan trampas y escondrijos; los pescadores, cebos y anzuelos. En los deportes, los jugadores con frecuencia tratarán de engañar a sus oponentes moviendo una pelota o adoptando posturas engañosas. En el ajedrez, un jugador engaña a su oponente tomando su pieza más débil para capturar la más fuerte; en los juegos de cartas uno conserva una “cara seria”. Dios fue bondadoso con las parteras que engañaron al Faraón (Exo. 1:19–20) y “por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres durante tres meses” (Heb. 11:23). En todas estas situaciones no acusamos a los participantes de actuar de acuerdo con principios carentes de ética de que un fin recto justifica medios injustos. Más bien, reconocemos que en dichas situaciones el engaño es legítimo, no erróneo. Así también el ATAT Antiguo Testamento reconoce que en la inteligencia de guerra, la contrainteligencia y las trampas son todas parte de “el juego”. Josué preparó una emboscada (Jos. 8:9), y David usó a Husai como una estructura en conjunción con una red de espías (2 Sam. 15:32–37; 16:15–22). En el NTNT Nuevo Testamento, Pablo escapó de los judíos bajo el amparo de la noche (Hech. 9:23–26), y el ángel tomó ventaja de los soldados dormidos para liberar a Pedro de las garras de Herodes (Hech. 12:6–10). Sin embargo, en la mayoría de las situaciones, las mentiras son incorrectas (Prov. 30:7, 8) y se requiere la verdad (Ef. 4:15). El creyente debe escuchar al Espíritu de Dios por medio de la Escritura y la conciencia para no racionalizar la situación.
2:8–14 Pacto con Rajab. La conversación nocturna de Rajab con los espías reveló su fe (9a, 11b), en contraste con el temor de los cananeos (9b, 11a). Los triunfos de Israel en contraste con el pá nico de los cananeos, la convenció de que el Señor había dado la tierra a Israel (9) y que él es Dios (11; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 4:39). A juzgar por la cerámica importada a Palestina en esta época y por la diplomacia inter nacional que se refleja en las Cartas de Amarna (c. 1350 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), el éxodo y la conquista de Israel pudieron haber sido ampliamente difundidos por todo el mundo contemporáneo. Rajab y los cana neos respondieron a los mismos informes (10; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 2:24–3:11). La fe de Rajab la guió a la vida, en tanto que la incredulidad de los cananeos los condujo a muerte (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Cor. 2:14–16).
El informe de Rajab que el miedo había caído sobre los cananeos (9), persuadió a los espías de que el Señor había entregado la tierra sin que ellos hubieran levantado una espada (24; cf.cf. Confer (lat.), compare 1:5; Exo. 15:13–16; 23:27; Deut. 2:25; 11:25). El valor de la nueva generación de guerreros de Israel (1:6–9) contrastó vivamente con la generación tímida que le precedió (Núm. 13–14; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 16:13; 1 Jn. 4:4).
Luego de su confesión de fe (9–11), la primera en la Biblia, Rajab buscó salvación dentro de la comunidad del pacto (12–13). En el v. 12 misericordia (heb. hesed) es una forma abreviada de decir “ayuda indefectible a un compañero de pacto en necesidad”. La salvación de Dios está accesible a todos los que lo buscan. Característicamente, Rajab buscó la salvación de toda su familia (ver 24:15). La señal que ella quería era el juramento que le hi cieron los espías en el v. 14. Estos varones circuncisos aceptaron a esta prostituta convertida en el compañerismo pleno de la comunidad del pacto y estuvieron incluso dispuestos a morir por ella y su fami lia. El juramento con los gabaonitas en el cap. 9 es otro asunto. Ellos escucharon de la fama del Dios de Israel, pero nunca lo confesaron como su Señor.
2:15, 16  Rajab ayuda a los espías a escapar. Como Abraham y Rut, Rajab renunció a su país en favor de Israel. De hecho, arriesgó su vida al identificarse con el Dios de Israel (4–7, 15, 16). El NTNT Nuevo Testamento honra la fe (Heb. 11:31) que produjo sus buenas obras (Stg. 2:25). Su fe incluso le ganó un lugar en el linaje de Jesús (Mat. 1:5).
2:17–21 Estipulaciones del pacto. La distinción que hicieron los espías entre la fiel Rajab y los desobedientes cananeos, encuentra su cumplimiento final en el juicio final (Mat. 25:31–46; Apoc. 20:11–15). Como Israel necesitó la sangre del cordero en sus dinteles para distinguirlos de los egipcios (Exo. 12:7, 13), así Rajab necesitó este cordón rojo que le proporcionaron los israelitas, para distinguirla a ella y a su familia de los cananeos destinados a muerte. Hoy, las familias creyentes aceptan por fe la señal demarcadora de Dios en el bau tismo (Hech. 2:38, 39; 16:31–33) y proclaman la muerte de Cristo cuando beben la copa del nuevo pacto en su sangre (Luc. 22:20; 1 Cor. 11:25, 26).
2:22–24 El informe de los espías. El informe exacto de los espías del testimonio de Rajab (cf.cf. Confer (lat.), compare 9, 24) subrayó el hecho que Dios había derrotado espiritualmente a los cananeos.

3:1-4:24 Cruce del Jordán

El cruce del Jordán marcó el momento en que Israel rompió la última barrera a la tierra prometida y así escapó del desierto. El guerrero divino, simbolizado por su arca, los condujo hasta el crecido Jordán, lo secó, los protegió en su recorrido y los guió a la tierra prometida.
La mayor parte del año el Jordán puede vadearse fácilmente (cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 3:28; 8:4), pero Dios esperó has ta el principio de la primavera (cuando estaba en plena creciente, principalmente por las nieves derretidas del monte Hermón) para conducir a los israelitas al otro lado, exaltando así a Josué a los ojos de la nación (7) y haciendo saber a Israel que el Dios viviente estaba en medio de ellos (8, 13).
3:1-17 El Jordán se abre.  Bajo el liderazgo fiel de Josué, la guerra santa prosiguió en forma majestuosa, ordenada, sin prisa o demora.
1 Israel calculó que los actos poderosos de Dios conectados con el cruce del Jordán se iniciaron en Sitim (cf.cf. Confer (lat.), compare Miq. 6:5). Como el pueblo subió del Jordán el 10 de Nisán (4:19), el primer mes del año lu nar correspondiente a nuestro abril, no pudieron haber llegado a la orilla oriental del Jordán antes del 8 de Nisán, tres días antes (3:2, 5). El tiempo adicional entre su llegada al Jordán y el cruce del mis mo, era necesario para la preparación espiritual del pueblo (5).
Hay cuatro discursos preparando al pueblo para el cruce: Uno por los oficiales del pueblo (2, 4), uno por Josué al pueblo y a los sacerdotes (5, 6), uno por el Señor a Josué (7–8) y uno por Josué a toda la nación (9–13). Cada discurso revela un poco más sobre la maravilla que iba a acontecer, llegando a un clímax en el discurso final de Josué.
2–4  Los oficiales ordenaron al pueblo seguir el arca. El arca, un cofre dorado de 120 cm.cm. Centímetro x 60 cm.cm. Centímetro x 60 cm.cm. Centímetro; ver Exo. 25:10–22, simbolizaba el trono de Dios y en ocasiones era llevado a una batalla (ver Núm. 10:35; 1 Sam. 4–6). Pero no era sólo un símbolo, Dios realmente estaba presente allí dirigiendo a los sacerdotes que lo llevaban (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:11; Deut. 10:8; 1 Sam. 6:7–12). Siendo el lugar donde se guardaban los Diez Mandamientos, la constitución de Israel (Deut. 10:1–4; 31:26), el arca representaba las reglas éticas de Dios y la relación de pacto de Israel con él. También simboliza el evangelio porque, además de guardar la ley por la cual todos serán juzgados (ver Rom. 2:12–16), su tapa, el asiento de la misericordia, rociado con sangre expiatoria, prefigura la sangre purificadora de Cristo (Heb. 9).
La orden de mantener una distancia de 2.000 codos (900 m.m. Metro) entre ellos y el arca, dio a todo Israel una perspectiva total del liderazgo maravilloso de Dios.
5, 6 El 9 de Nisán, Josué dio instrucciones al pueblo de consagrarse (cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 11:18), haciendo énfasis en la santidad del ejército. Esta santificación implicaba el lavamiento de sus vestiduras (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 19:10) y abstenerse de relaciones sexuales (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 19:15). El 10 de Nisán, Josué instruyó a los sacerdotes que tomaran el arca.
7, 8 En este momento crítico, Dios recompensó la fe de Josué, prometiendo que cuando los sacerdotes estuvieran de pie en el Jordán engrandecería a Josué, como lo había hecho con Moisés. Josué pre figura a Cristo, quien guía a su iglesia por el desierto de este mundo para cruzar el río de la muerte en su peregrinar a la ciudad celestial.
9–13 Josué se dirigió solemnemente al pueblo. En el v. 10, el Dios vivo evoca un contraste con los dioses locales que murieron y volvieron a la vida otra vez de acuerdo con las épocas, pero no pudie ron mantener control sobre la historia. Se mencionan siete naciones, probablemente porque siete representa lo cabal (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 7:1). En el v. 12 Josué aparta a 12 hombres para que lleven piedras al Jordán a fin de proporcionar una base firme en el lecho lodoso del río para los sacerdotes que llevaban el arca pesada (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:9). (Nota del Editor: En 4:9 se menciona que se erigió un monumento después del cruce, no antes.)
En la culminación de su discurso, Josué predijo que el Jordán se detendría como en un embalse, mostrando que Dios, no causas naturales, era responsable de ello. El discurso profético de Josué lo calificó como digno sucesor de Moisés.
14–17 La narración enfoca ahora tanto la obediencia perfecta del pueblo —todo procedió exactamente de acuerdo con las instrucciones previas— como el carácter sorprendente del evento. El texto se sale de su curso para enfatizar que el cruce tuvo lugar en abril en la primera cosecha (ver 5:10, 11), cuando el río se desbordaba. Conforme a otros paralelos propuestos entre Moisés y Josué, el cruce aconteció en la misma época del año en que Israel cruzó el mar Rojo.
El cruce probablemente tuvo lugar cerca del vado que los árabes llaman Al-Maghtas, 12 km.km. Kilómetro(s) al sudeste de Jericó y 13 km.km. Kilómetro(s) al occidente de Tell el-Hammam. La ciudad de Adán, hoy Tell-ed-Damiye, donde se juntaron las aguas, está a 27 km.km. Kilómetro(s) río arriba desde Jericó, de modo que una amplia extensión del lecho del río, más de 30 km.km. Kilómetro(s), quedó expuesto para que toda la nación cruzara rápidamente. Un derrumbe de tierra cerró el río en 1267 y en 1906. Un terremoto que sucedió el 11 de julio de 1927 cerró la corriente sinuosa durante 21 horas y media. Estos paralelos dan credibilidad al relato sin restar nada a la predicción de Josué y a la asombrosa oportunidad del evento.
4:1–24 El cierre del Jordán y el memorial nacional. El narrador continúa dando énfasis al carácter asombroso del cruce (18), pero se concentra en el monumento nacional de piedras. Este memo rial fue uno en una serie conmemorando los hechos poderosos de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 13:3–6; 1 Sam. 7:12), culminando en el pan y la copa que proclaman “la muerte del Señor hasta que él venga” (1 Cor. 11:26).
1–4 Una vez más Dios, como comandante en jefe, inició la acción. Su orden de elegir doce hombres asume que los doce que fueron apartados en 3:12 habían colocado piedras como una plataforma firme para los seis sacerdotes. (Ver la Nota del Editor en la página anterior). El número doce se repite cinco veces en los vv. 1–8, llamando la atención sobre la unidad de las doce tribus que constituyeron una nación bajo el liderazgo de Josué (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 24:4; 1 Rey. 18:31–35). 1 Enfatiza la salvación de todo Israel y sirve como prenda que todo el verdadero Israel será salvo, tanto judíos (Rom. 11:25–27) como gentiles (Gál. 6:15, 16). Cristo no perderá una sola de sus ovejas; todas serán salvas (Juan 10:27, 28).
5–7 Una vez más, el comandante de Dios en el escenario terrenal obedeció sus instrucciones. Las 12 piedras iban a servir para siempre como una señal y como un memorial (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 12:26, 27; Deut. 6:20–25). La memoria desempeña un papel importan te en cualquier sociedad. Sin memoria, una persona pierde su identidad, y sin una historia que la sustente, una sociedad y el mundo alrededor llegan a convertirse virtualmente en fantasmas. Cualquier sociedad que espera perdurar debe convertirse, como lo expresan los sociólogos, en “una comunidad de memoria y esperanza”. En el antiguo Israel, los monumentos y los rituales como la Pascua (Exo. 13–14), servían a esta función. Los numerosos memo riales que se mencionan en Jos. y que todavía perduran (p. ej.p. ej. Por ejemplo 7:26; 8:29; 10:27), más tarde fueron reemplazados por los libros bíblicos que sostienen a la iglesia. Se asume que las historias que explican los monumentos fueron transmitidas fielmente en forma oral hasta el tiempo en que se escribieron; de otro modo no hubieran comunicado ninguna convicción y no hubieran podido sostener al pueblo en realidad (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Ped. 1:16). Algunos eruditos invierten su función. De acuerdo con ellos, estos monumentos estimularon a Israel para crear historias para explicar su existencia, ¡no para recordarles lo que de hecho había acontecido!
8, 9 En el v. 9, el heb. dice lit.lit. Literalmente: “y Josué erigió doce piedras en medio del Jordán”, esperando que el lector entienda que estas fueron otras 12 piedras (como aclara la traducción gr.). La sólida plataforma de piedra que se removió de debajo de los pies de los portadores en el lecho lodoso del río para hacer el memorial, tenía que ser reemplazada. Obviamente, estas piedras de reemplazo sumergidas, no podían servir como un memorial nacional pero, para quien tuviere interés, estaban allí todavía como señales al tiempo que se escribió el relato, fuera del alcance de vándalos. (Nota del Editor: Aunque respetamos la interpretación del autor del comentario, consideramos que el texto bíblico menciona dos monumentos: uno en el mismo lecho del río y otro en el lugar del campamento después de pasar el río.)
10–13 Los sacerdotes subieron desde el Jordán y el arca reasumió la dirección solamente después de que todo se había cumplido propiamente. Se muestra así que el Señor y sus sacerdotes permane cieron en el lugar de peligro, no el pueblo que se apresuró para cruzar. 12 Añade que las tribus de oriente fueron adelante de las otras (ver 1:12, 13). Aunque armados para la batalla, los 40.000 soldados nunca levantaron una espada porque el Señor peleó por ellos, como lo había hecho por la milicia armada en el mar Rojo (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 13:18; 14:13–31). La palabra heb. que tradicionalmente se traduce “mil”, probablemente significa un contingente de cinco a 14 hombres, como en los censos de Núm. 1 y 26. Algunos soldados se quedaron atrás sobre el lado orien tal del Jordán, para proteger sus hogares (cf.cf. Confer (lat.), compare 22:8). El pueblo cruzó delante de Jehovah sobre la orilla occidental, como si estuvieran frente a una tribuna. El comandante en jefe divino una vez más asumía su posición como Rey en medio del campo de batalla.
14 Como lo prometió el Señor, Josué fue exaltado. El 10 de Nisán (ver sobre el 3:1), el día que se seleccionaba el cordero de la Pascua (Exo. 12:3), fue un día cuando Israel aprendió nuevamente a te mer a Dios (24; 3:10) y a Josué.
15–18 Conforme el Jordán volvía a su cauce normal, parecía como si se hubieran cerrado puertas detrás del Rey divino y sus súbditos, al entrar a la heredad real. El momento preciso del cierre del Jordán fue tan asombroso como su apertura (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:15).
19–24 En ese mismo día, Israel erigió el memorial nacional en Gilgal (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:2). Gilgal puede localizarse en el Khirbet el-Mefjir. El memorial nacional conmemoraba en estas preguntas y respuestas de generación en generación (21, 24) que el Señor había secado el Jordán (22, 23; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 14:22), probablemente por las razones que se sugieren en 3:7. Asociar el cruce del Jordán con el del mar Rojo subrayó la unidad tipológica de los dos eventos en la salvación y la historia. El pronombre vosotros (plural) en el v. 23, representa a todo Israel como un cuerpo unido. Todos los creyentes podemos estar presentes en alguna forma en estos eventos históricos a través de la Escritura, la imaginación y la fe. Aun más, a través del monumento todos los pueblos de la tierra conocerían que la mano de Dios es poderosa (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:10; 3:10; Exo. 15:14–16) e Israel temería, es decir, daría su lealtad sincera a Jehovah (ver Deut. 5:29; 8:6 etc.) Hoy, estos propósitos se cumplen a través de la proclamación de la muerte de Cristo por el pecado y su resurrección de los muertos (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 10:6–9).

5:1-14 Preparaciones rituales

Cada uno de los párrafos en este capítulo pone de manifiesto un paralelo entre Moisés y Josué, forjando todavía más vínculos entre los dos dirigentes en la fundación de Israel. Ambos infunden temor en sus enemigos (1, cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 15:10–13); ambos iniciaron la circuncisión antes de entrar de lleno en la tarea (2–9; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 4:24–26); ambos celebraron la Pascua como parte de la marcha hacia la tierra santa (10–12; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 12); y ambos se quitaron las sandalias delante del Señor (13–15; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 3:5).
5:1  Introducción. Este versículo, que describe la reacción de los cananeos al cruce del Jordán, vincula este capítulo con 4:24, pronosticando la reacción del mundo. Los reyes de los amorreos (es decir, aquellos de las ciudades-estados en las montañas al occidente del Jordán) y los reyes de los cananeos (es decir, aquellos de las ciudades-estados sobre las planicies al lado del mar), son una muestra de las siete naciones en 3:10. Estos reyes sabían del acto poderoso del Señor, pero en lugar de ir hacia él en fe, como había hecho Rajab, sus corazones rebeldes se sumieron en temor y los inmovilizaron (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:10; 11:20).
5:2–9 Renovación del pacto: la circuncisión. Breves narraciones de la circuncisión de Israel (2, 3, 8, 9) enmarcan una explicación detallada (4–7).
2–3 Una vez más, el Señor ordenó (2) y Josué ejecutó perfectamente (3). Josué indirectamente circuncidó a toda la nación a través de los padres (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 21:4; Exo. 4:25). Se han propuesto dos in terpretaciones del porqué el narrador representa esta circuncisión como de nuevo (lit.lit. Literalmente “una segunda vez”). Por un lado, quizá esa porción de la milicia unida que tenía 40 años y más y que fueron circun cidados en Egipto, era reconocida como la primera circuncisión; y aquellos de menos de 40, que no fueron circuncidados en el desierto, eran considerados la segunda. Esta interpretación es la que me jor acomoda a los vv. 4–7. Por otro lado, la porción de edad mayor de la milicia pudo haber tenido que circuncidarse nuevamente porque la circuncisión egipcia era incompleta, a diferencia de la circuncisión israelita completa. Esta interpretación explica mejor el énfasis en cuchillos de pedernal y la referencia a la afrenta de Egipto (9), la circuncisión incompleta. Estatuas de guerreros en Canaán durante el tercer milenio a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo muestran a los soldados como circuncidados en forma completa. Ahora en la tierra los israelitas podían libremente circuncidarse correctamente y remover de su me dio la afrenta de Egipto. La colina de los prepucios puede haber sido el nombre de una pequeña loma cerca de Gilgal, que significa “alejar, alejar” la afrenta (9).
4–7 La mayoría de la milicia, nacida durante los 40 años en el desierto (cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 14:20–22, 29–31; Deut. 2:14), tenía que ser circuncidada por primera vez. Es necesario considerar dos preguntas relacionadas: ¿Por qué la circuncisión y por qué en Gilgal? En Egipto, parece que la circuncisión hacía a alguien apto para la virilidad. En Israel, la circuncisión hacía a alguien apto para la relación de pacto con Dios (Gén. 17:9–14) y de esta manera un heredero idóneo de la tierra prometida. J. A. Motyer ha comentado que “la circuncisión … es la prenda de la obra de la gracia donde Dios escoge y marca a los hombres como suyos”. También hizo no tar que “la circuncisión estaba integrada al sistema mosaico en conexión con la Pascua” (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 12:44). Aquí también el rito sagrado de iniciación tenía que preceder a la Pascua (10). Si la generación incrédula hubiera circuncidado a sus hijos en el desierto, hubiera reducido este ritual de gracia a ligereza; por tanto, era apropiado mantenerlo en suspenso hasta la llegada de Israel a la tierra.
5:10–12 Comida del pacto: la Pascua. La celebración de la Pascua el 14 de Nisán al final de su jornada, recordaba a los israelitas que habían iniciado esta maravillosa jornada con Dios a través de su Pascua. Esta es precursora de Jesucristo (1 Cor. 5:7), cuya sangre provee a los cristianos salvación del juicio de Dios en el mundo de Satán (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 12:1–7) y cuya carne, simbolizada por el pan, provee para su santificación (Exo. 12:8–11). Al siguiente día (la frase se repite tres veces en los vv. 11, 12), empezaron a gozar el alimento que por tanto tiempo habían esperado en la tierra prometida. Habían pasado los 40 años cansadores de comer maná en el desierto (cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 11:4–9).
5:13–15 Adoración del comandante. La preparación final de Josué para la guerra santa implicó encontrarse con el Señor, porque su adoración todavía era demasiado imperfecta para la tarea por de lante. El hombre misterioso que Josué encontró no era el Señor sino el jefe del ejército celestial. Como a los mensajeros seculares se les igualaba completamente con quienes los enviaban (p. ej.p. ej. Por ejemplo 2 Sam. 3:12, 13; 1 Rey. 20:2–4), el ángel de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 31:11; Exo. 3:2; 14:19) y su capitán angélico (cf.cf. Confer (lat.), compare Dan. 10:5, 20) eran tratados también con igual respeto. Le dice a Josué que no era ni de Israel ni de sus enemigos. El es el Jefe del Ejército de Jehovah, incluyendo sus ángeles (2 Rey. 6:15–17; Sal. 103:20, 21), no un aliado (3:10). Si Israel quebrantaba el pacto, el santo Dios volvería su espada contra ellos (Lev. 26:25; Deut. 28:15–26), como lo aprendieron Israel y Acán en la batalla de Hai (cap. 7). Josué propiamente se postró en homenaje ante este ser angélico. La respuesta a su segunda pregunta (14b) fue tan inesperada como la primera. En lugar de un esperado boletín para la batalla, se le ordenó una mejor adoración. Aunque postrado, todavía tenía puestas sus sandalias sucias. Con Josué descalzo, la guerra santa puede empezar.

6:1-12:24 LA TOMA DE LA TIERRA
La conquista de la tierra llevó mucho tiempo (11:18) y muchas batallas (12:1–24). De éstas, el narrador selecciona cuatro por razones históricas y teológicas. Israel inició las primeras dos, que fueron contra las ciudades de Jericó (6:1–27) y Hai (7:1—:29), y varias coaliciones cananeas iniciaron las otras dos en el sur (10:1–43) y en el norte (11:1–15). Las batallas de Israel contra las dos ciudades centrales le dieron una firme cabeza de playa en la tierra, dividiéndola en dos. Las batallas contra Jericó y la coalición del sur están marcadas por intervenciones asombrosas del Señor. Las equilibran las batallas contra Hai y la alianza del norte, marcadas por una estrategia brillante. En el corazón de esta sección, Israel se comprometió a guardar la ley de Dios en la tierra (8:30–34). De esto se trataba toda la guerra.


Jericó, Hai y la renovación del pacto en Siquem

6:1-27 La batalla de Jericó

6:1  Introducción. Jericó (la moderna Tell es-Sultan), probablemente dedicada al dios de la luna (su nombre significa “ciudad de la luna”), estaba localizada estratégicamente, teniendo un gran oasis en una región donde el agua era preciosa y controlaba los caminos principales hacia el interior.
6:2–5 Las instrucciones del Señor. Las instrucciones del Señor a Josué revelan el carácter del pacto. Dios graciosamente dio a Israel la tierra, pero debían hacerla suya obedeciendo fielmente (Heb. 11:30; cf.cf. Confer (lat.), compare 1:2–9). La primera instrucción: Que el ejército marchara alrededor de la ciudad cerca de 600 m.m. Metro una vez al día durante seis días, sirvió de avi so de que el Rey divino estaba marcando la ciudad como suya. El rey de Jericó y sus fuerzas resistieron a Israel (24:11), pero estaban tan impotentes como Satanás y sus huestes ante Cristo y su igle sia (Mat. 12:22–29; Luc. 10:18; Ef. 6:10–18). La segunda instrucción: Que siete sacerdotes debían llevar siete cornetas de cuernos de carnero delante del arca, señaló el inicio de la gue rra santa. El arca es el trono santo de Dios (ver 3:3). La tercera instrucción: Los siete sacerdotes debían marchar siete veces el séptimo día —el número siete se repite tres veces en v. 14—, significó perfección. La cuarta instrucción: Que el pueblo debía dar un grito que hiciera temblar la tierra cuando escucharan el sonido de las cornetas, dio voz a su fe. La quinta orden: Que cada guerrero debía atacar la ciudad de frente después que cayeran los muros, encontró su consumación cuando ellos “dedicaron” la ciudad al Señor (17–20).
6:6, 7  Ordenes de Josué. Josué repitió las órdenes que se aplicaban a los sacerdotes y luego las que se aplicaban al pueblo. Se menciona primero el arca, porque Dios es el Rey (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:2–4). Josué crea tivamente desplegó algunos hombres armados como vanguardia delante de los sacerdotes, tocando las cornetas, y otros como retaguardia detrás del arca (9). En esta forma, el Rey divino asumió su lugar propio en el corazón de sus guerreros sagrados. La extensión y la profundidad de la procesión no es importante.
6:8-14 Ordenes ejecutadas. Mientras el ejército santo estaba marchando en solemne procesión, los sacerdotes tocaban las cornetas y los hombres armados, según las órdenes de Josué, guardaban silencio absoluto. Esto duró seis días. El estilo dramático de la narración compite con el de la marcha.
6:15–21 Cae Jericó. La tradición relata que el séptimo día era el sábado, lo que no se permite que interfiera con la guerra santa. La orden de Josué de “consagrar” (heb. herem) la ciudad, implicaba ma tar a toda la gente en ella para prevenir el contagio espiritual de Israel (Deut. 20:16–18). A veces el herem implicaba quemar la ciudad (24; 11:13) y en otras ocasiones no incluía el saqueo de las ciudades conquistadas (cf.cf. Confer (lat.), compare 8:26, 27; 11:14). El principio se lleva a cabo en la iglesia a través de la excomunión (1 Cor. 5:13), un principio y procedimiento que puede necesitar a veces ser reaplicado el día de hoy.
El ejército santo siguió las instrucciones perfectamente y con su tremendo grito cayeron los muros de Jericó. Grandes terremotos sacuden el valle del Jordán en un promedio de cuatro veces por siglo, y las excavaciones en Jericó han revelado clara evidencia de un derrumbe de al menos un muro de ladrillo de lodo. Esta información da credibilidad al evento épico sin detrimento de la maravilla que Dios lo predijo y ejecutó en el momento preciso.
6:22–25 Rajab vive y Jericó perece. La conclusión de la historia cambia entre el rescate de Rajab (22, 23, 25) y la destrucción de la ciudad (24, 26) para contrastar su destino. Tanto por repetición como por detalles extensos, se subraya que Dios cumple su pacto incluso con una prostituta cananea (17b, 22, 23, 25). A Rajab y su familia se les colocó primero fuera del campamento (23), porque eran impuros ceremonialmente (Lev. 13:46; Deut. 23:3), pero al tiempo en que se escribió la historia sus descendientes se habían asentado permanentemente en Israel. Hay un sentido en el cual ella continúa viviendo en el nuevo Israel a través de su descendiente, Jesucristo (Mat. 1:5).
El profeta Josué pronunció una maldición sobre cualquier persona que tratara de reconstruir los cimientos de esta ciudad “consagrada” al Señor (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Rey. 16:34). La maldición, aunque descriptiva y no prescriptiva, era apropiada, porque el primogénito pertenece al Señor (Exo. 13:1) y de esta manera toma el lugar de la ciudad “consagrada” al Señor.

7:1— 8:29 La batalla de Hai

Las dos partes de la batalla, la ruina (7:1–26) y la victoria (8:1–29), enseñan lecciones de fe.
7:1–26 La ruina. En forma directa, el narrador implica a todos los israelitas (6:18) en el pecado de Acán. El concepto de solidaridad nacional, la noción de que los actos de un individuo afectan a todo el grupo, arroja luz sobre otros pasajes (2 Sam. 21:1–9; Hech. 9:4; Col. 1:24) y es la base para la doctrina del pecado original de la humanidad en Adán, y para la justificación de los santos a través de Jesucristo (Rom. 5:12–19).
2–5 Hai significa ominosamente “la ruina”. Es incierta su identidad moderna porque el sitio tradicional, et Tell, está desocupado en la actualidad. El desatino y la derrota de Israel deben verse a la luz de la ira de Dios (1). Una cosa fue enviar espías que reconocieran Jericó (2:1), pero fue una clara violación a la guerra santa y a las instrucciones de Dios a Josué al nombrarlo (Núm. 27:21), iniciar batalla sin consultar al Señor. Irónicamente, Josué tuvo que echar suerte después de la derrota (14). Los espías violaron las normas de la guerra santa con tando con “miles” (mejor, “contingentes”; ver comentario de 4:13), no con el Señor. Si los contingentes eran de 15 hombres cada uno, entonces 36 hombres constituían una pérdida de un 80%. Al explicar esta derrota, uno no debe culpar solamente a estas violaciones de la guerra santa, la causa última de la derrota, o solamente el error táctico de Josué al intentar un ataque de frente la causa inme diata: fueron ambas.
6–9 En gran desaliento, Josué y los ancianos rasgaron sus vestiduras (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 37:29, 34; Jue. 11:35) y se postraron delante del arca, el lugar sagrado de consulta (cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 20:18, 23, 26–27). Se que jaron lastimosamente y consultaron osada y francamente de Dios la razón de su derrota (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 6:11). Josué estuvo a punto de culpar a Dios como Israel lo había hecho (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 14:21; 16:2–8). Desde la perspectiva ignorante de Josué, la ruina parecía tontería. Si los cananeos hubieran reconquistado su confianza y desde sus fortificaciones en las montañas hubieran descendido sobre los israelitas, atrapados por el crecido Jordán, la situación hubiera sido realmente desesperada.
10-15 El Señor respondió bruscamente, levántate y subrayó la culpabilidad de la nación: Israel ha pecado. Defraudando al santo Dios —poniendo sus gustos y valorando que sus juicios son me jores que la palabra de Dios—, los israelitas habían difamado su glorioso nombre. Dios protegió su honor convirtiéndolos en herem.
16–23 Para proveer un camino de salvación nacional, Dios ordenó al campamento profanado reconsagrarse (ver 3:5) y deshacerse del herem (13). Dios aisló a los culpables mediante respuestas de “sí” y “no” de la suerte sagrada (cf.cf. Confer (lat.), compare 14:2; 18:6; Exo. 28:30), señalando a Acán mediante un proceso de eliminación (14, 17). Los culpables entonces confesaron el mal que habían hecho. Todas las cosas quedan desnudas delante de Dios (Heb. 4:13). El pecado quedaría cubierto quemando todo lo que pertenecía a Acán como el nuevo herem glorificador de Dios. Quizá la propiedad hurtada de Jericó hubiera infligido a Israel un contagio físico y por eso debía ser sometido al fuego purificador (ver 6:17, 24). En tiempos bíblicos, las familias actuaban más como una unidad bajo la dirección del pa dre, que en las culturas occidentales. Las familias entraban en pacto con Dios como un grupo (ver sobre 2:8–14, 18) y quebrantaban el pacto colectivamente, como en este caso. Acán probablemente escondió el botín en la tienda familiar, con el conocimiento pleno de toda su familia (cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 5:1, 2).
Confesando su pecado, Acán dio gloria a Dios (19), porque ello entrañaba reconocimiento de la omnisciencia, soberanía, verdad, celo y santidad de Dios. De manera significativa, el incrédulo Acán equivocó el nombre del herem llamándolo botín. Su punto de vista de la guerra santa era equivocado. Para él, Jericó era un trofeo que había conquistado, no algo que el Rey divino había ganado. De igual manera los materialistas consideran los re cursos de la tierra como suyos, no del Señor.
24–26 Todo Israel debía participar en la lapidación expiatoria (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 1). El montón de piedras en Acor (que significa “desastre”) conmemora el trágico sacrilegio de Acán (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:5–7).
8:1–29 Victoria en Hai. 1, 2 En el ataque renovado, se siguieron escrupulosamente las reglas de la guerra santa. Primero, el Señor ordenó el ataque y Josué, en forma perfecta e innovadora, cumplió los detalles. En segundo lugar, se ordenó al ejército no temer porque Dios le había prometido la victoria (ver 1:7–9). La victoria fue tan segura al principio del segundo ataque, como la derrota fue cierta al inicio del primero.
No obstante, cada batalla en la conquista fue única. Las normas de la guerra santa generalmente imponían una fuerza reducida, de manera que la fe de Israel estuviera en el Señor y no en el poder militar (ver Deut. 17:16; Jue. 7:1–8). Sin embargo, en este caso Israel envió todo el ejército. En el primer ataque sin éxito, los números reducidos representaron la falsa confianza de Israel (ver 7:3). Ahora todo el ejército expresaba fe, subiendo nuevamente en contra del formidable enemigo. En esta batalla el herem del Señor incluía solamente la ciudad y la gente, no el ganado ni los metales preciosos (cf.cf. Confer (lat.), compare 6:17; 7:15). El plan de batalla requería de una estrategia militar normal, una astuta emboscada, no una procesión sacerdotal como la que en forma asombrosa derribó los muros de Jericó. En el éxodo, el Señor de los Ejércitos maravillosamente usó el mar Rojo y el viento oriental, no los hombres armados de Israel, para destruir al poderoso ejército egipcio (Exo. 14:10–31), pero en la siguiente batalla contra los amalequitas confió la espada a Josué (Exo. 17:8–16; cf.cf. Confer (lat.), compare 1:1). De igual manera en la historia de la iglesia, en el tiempo de los apóstoles hubo actos asombrosos y después, otros no tan maravillosos (cf.cf. Confer (lat.), compare Heb. 2:3, 4). De ambas maneras Cristo edifica su iglesia (Mat. 16:19).
3–13  El Señor ordenó una emboscada engañosa (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:2–7). No es claro el número involucrado en la emboscada. El v. 3 habla de 30 contingentes (ver comentario sobre 4:13), pero el v. 12 mencio na cinco. Se ha sugerido que el v. 3 se lea: “él envió treinta de sus mejores hombres de guerra, uno de cada contingente” (Boling; ver abajo) (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Sam. 23:24–39). Toda la emboscada consistía de cinco con tingentes de hombres de milicia. Nótese el cambio de gente de guerra en el v. 3, a hombres sencillamente en el v. 12. Los de la emboscada ascendieron 20 km.km. Kilómetro(s) por la empinada montaña y al amparo de la noche se escondieron detrás de una colina o en cuevas, en el lado occidental de Hai (9, 13). A la mañana siguiente, Josué salió de Gilgal con la principal fuerza de guerra, teniendo una visión com pleta de Hai allende un valle al norte de la ciudad. Aquella noche, la segunda para los hombres de la emboscada que ya estaban listos, Josué reconoció el valle donde tendría lugar la batalla, para asegurar el éxito de su maniobra engañosa.
14–17 Para el rey de Hai, la maniobra de Josué parecía una repetición. Temprano la mañana siguiente, se apresuró temerariamente a marchar hacia el norte al lugar asignado para la batalla, espe rando que se repitiera la derrota anterior. Josué fingió una retirada, usando la anterior para su ventaja, e indujo al rey a desechar toda precaución. Para aniquilar a su presa en huida, el rey reunió a todas sus tropas fuera de la ciudad, incluso del templo (llamado aquí Betel; cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 20:18), el último punto de defensa de una ciudad sobre su acrópolis. Aquí Betel (lit.lit. Literalmente “casa de Dios”) no es el nombre de un lugar sino una descripción del templo de Hai (R. G. Boling y G. E. Wright, Anchor Bible, Joshua, p. 240).
18–23  En el momento crítico, el Señor intervino y ordenó a Josué que levantara el kidon, la lanza, o mejor una espada curva, una cimitarra. Extendida hacia Hai, simbolizó la soberanía del Señor sobre la ciudad. El heb. del v. 19 sugiere que los hombres en la emboscada habían dejado ya rápidamente sus lugares de escondite. Tan pronto como Josué dio la señal, se apresuraron hacia la ciudad. El ejército principal de Israel se volvió contra sus desventurados perseguidores quienes, mirando atrás, vieron a su ciudad elevándose en humo y a las cinco unidades israelitas saliendo detrás de ellos.
24–27 De acuerdo con las normas de la guerra santa contra los cananeos, los 12 contingentes completos de Hai y sus esposas se convirtieron en el herem del Señor, destruidos (26).
28, 29 La ciudad incendiada, un montículo permanente de ruinas y la tumba del rey, un montón de piedras a la puerta, sirvieron como memoriales (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:5–7) y prueba de que los eventos realmente acontecieron. El rey de Hai fue colgado de un árbol, quizá traspasado sobre una estaca, para mostrar que estaba bajo la maldición de Dios. De acuerdo con la ley, tenían que bajarlo antes del anochecer (Deut. 21:23). Por contraste, el Rey de Israel “nos redimió … al hacerse maldición por nosotros” (Gál. 3:13). A él también lo bajaron a la puesta del sol (Juan 19:31).

8:30-35 El pacto renovado en el monte Ebal

En el corazón de sus historias de batalla, el narrador hace una pausa para relatar que Israel renovó el pacto en Siquem como Moisés les había ins truido (Deut. 11:29). Se publicaron las demandas y los preceptos del Señor de Israel. El altar simbolizaba la demanda de Dios sobre la tierra (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 12:8) y la ley definía el carácter de su reinado. Como las viñas sin podar (Lev. 25:5, 11) y el cabello sin cortar (Núm. 6:5) eran símbolos en Israel de que estos objetos eran santos o dedicados al Señor, así un altar de piedras sin labrar mostraba que pertenecían al Creador. El monte Ebal está al norte de Siquem (la moderna Nablus), el sitio de mal agüero, y el monte Gerizim, el más bajo de los dos (33) al sur. Uno debe asumir que Israel tenía libre acceso a esta área, ya sea porque tenían un tratado con los siquemitas (ver cap. 24; cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 34; Jue. 9) o porque los cananeos, agazapados en sus fortificaciones, tenían temor de confrontarlos en esta área poco poblada. El monte Ebal, el monte de las maldiciones, fue elegido como el sitio apropiado para el altar porque allí Dios quitó la maldición de los pecadores.
Los holocaustos simbolizaban la consagración total de Israel a Dios y sirvieron para rescatarlos. Las ofrendas de compañerismo, que se comían, celebraban su relación con Dios. Los mismos sacrificios se usaron en la ceremonia en el monte Sinaí cuando Israel inicialmente ratificó el pacto (Exo. 24:5). Prefiguran la sangre de Cristo del nuevo pac to (Luc. 22:20). Se ha encontrado un altar en el monte Ebal y de acuerdo con su descubridor, A. Zetal, toda la evidencia científica corresponde muy bien con la descripción bíblica.
Como Josué estaba siguiendo la ley de Moisés, el lector debe asumir que las grandes piedras fueron cubiertas con cal y la ley inscrita sobre ellas (32; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 27:1–8). No se especifica la extensión de la ley escrita a la vista de los israelitas reunidos solemnemente. El lector debe asumir también que en el anfiteatro natural con espléndidas propiedades acústicas, seis tribus sobre el monte Gerizim aclamaron las bendiciones sobre la obediencia y seis en el monte Ebal las maldiciones sobre la desobediencia (33; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 27). Las tribus, compuestas de ciuda danos nativos y naturalizados, permanecieron en pie hacia los sacerdotes que llevaban el arca, el trono del Rey divino (ver 6:6, 7). Después, para que la escucharan todos los ciudadanos del reino de Dios, Josué leyó la ley, expresada a través de las bendiciones y las maldiciones, esencia del tratado de Israel con Dios (34, 35;  cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 11:26; 30:1).

9:1-27 Tratado con Gabaón

El tratado con los gabaonitas fue una excepción obvia a la regla de la guerra santa. Este relato muestra que Israel podía determinar que bajo ciertas circunstancias podía y debía hacerse una excepción a la ley. A veces surgen situaciones comprometedoras como aquí (14) y p. ej.p. ej. Por ejemplo en casos de divorcio, porque no se buscó en primer lugar la palabra de Dios. En el tiempo de los jueces, Israel se enredó tanto con pactos de paz con las naciones condenadas, violando el herem (ver sobre 6:15–21), que el Señor ya no sacó a los cananeos (Jue. 2:1–5). Muchos en la iglesia hoy están optando por coexistir pacíficamente con el mundo y están perdiendo su poder espiritual.
9:1, 2  Confederación cananea. La diplomacia excepcional de Gabaón se presenta en contraste con el trasfondo de la decisión de otras confederaciones cananeas de hacer la guerra contra Israel (10:1–11:23). Los gabaonitas arriesgaron la paz, no la guerra. Desafortunadamente, aunque temían a Dios, no optaron por una tercera solución, vasa llaje total dentro del pacto con Dios, como lo había hecho Rajab (ver 2:8–14). Confrontada con Cristo y su evangelio, la gente de igual manera puede optar por una de estas tres posturas: Luchar contra él, coexistencia pacífica sin sumisión a él, o ser miembro pleno en el nuevo pacto por medio de su sangre y del renacimiento espiritual.
9:3–13 El engaño de Gabaón. Gabaón y sus cuatro aliados son llamados heveos (7) para recordarnos que son una de las naciones sentenciadas. La identificación popular de Gabaón con el-Jib, 13 km.km. Kilómetro(s) al noroeste de Jerusalén, es cuestionable. Con términos de paz en sus bocas se acercaron a Josué, quien tuvo que aceptar la responsabilidad por lo que aconteció aunque es obvio que permitió que los ancianos participaran en las negociaciones (6, 8b, 15).
Los gabaonitas fincaban su esperanza de un tratado de paz en la norma de Israel de hacer paz con ciudades sumisas que estuvieran lejos de Israel y que no formaran parte de las naciones condenadas que podían corromperlos (Deut. 20:10–15). Por lo tanto, los gabaonitas pretendieron venir de lejos.
Si bien el engaño es una necesidad reconocida en la guerra, el engaño en hacer tratados es inaceptable (ver sobre 2:2–7), de modo que Josué los maldijo (23). En verdad, Josué y los ancianos se equivocaron también por depender de su juicio en lugar de consultar al Señor (14). La iglesia no debe sustituir su propio entendimiento, por atractivo que sea, por la palabra de Dios.
9:14, 15  Tratado con Gabaón. Quizá Israel tomó de las provisiones porque era parte del procedimiento para hacer pactos. En última instancia fue Israel, no Gabaón, quien hizo mal al no consultar al Señor.
9:16–18 El engaño de los gabaonitas descubierto. Sólo tres días después, Israel descubrió el engaño de los gabaonitas y les tomó otros tres días para hacer la jornada de 27 km.km. Kilómetro(s) de Gilgal a la liga gabaonita para confirmar el informe. Los cuatro pueblos que constituían esta liga controlaban las vías de acceso a Jerusalén desde el noroeste, de modo que vivían en una arteria vital dentro de la confederación israelita. La asamblea tuvo razón en quejarse contra sus dirigentes, porque la existencia de Israel en la tierra estaba ahora amenazada por esta presencia pagana.
9:19–27 Acuerdo. Tres veces, en versículos sucesivos (18, 19, 20), se le da importancia al hecho de que Israel no debe quebrantar un juramento, aun cuando se hubiere hecho bajo una bandera falsa y así tomando en vano el nombre de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 20:7; 2 Sam. 21:1–14; Mat. 5:33–37). Esta es una verdad que necesita ser reafirmada en una época en que se quebrantan los votos matrimoniales y los con tratos mercantiles. Los ancianos resolvieron el problema de asegurar un tratado irrevocable llevado a cabo con dolo, interpretando el término del tratado “siervo”, en la forma más onerosa: Los gabaonitas se convirtieron en cortadores de leña y portadores de agua para toda la congregación. Josué añadió servicio cúltico a las otras labores demandadas por los ancianos.

10:1-43 Conquista del sur

La campaña del sur consistió de dos partes: La derrota de los cinco reyes de los amorreos que sitiaron a Gabaón, y la captura subsecuente de las ciudades reales y la subyugación del territorio.
10:1–28 Batalla en Gabaón. 1–7 La conquista de Hai por Josué y, sobre todo, la sumisión de Gabaón, apresuraron al alarmado rey de Jerusalén pa ra formar una alianza con cuatro otras ciudades reales y sitiar Gabaón. Las ciudades-estado en el mundo de Israel con frecuencia unían fuerzas para resistir a un enemigo (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 14:1–3). De una car ta en la correspondencia Amarna (c. 1350 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), se puede inferir que Gabaón era parte de un reino de Jerusalén que incorporaba la mayor parte del territorio montañoso de Judea. Enfrentado con el ataque de esta coalición poderosa, Gabaón apeló a Josué para cumplir la obligación del tratado de Israel y venir en su ayuda. Israel respondió a esta primera prueba verdadera de su temple.
El rey de Jerusalén, Adonisedec (que significa “mi Señor es justo”), gobernaba sobre una ciudad compuesta de amorreos y heteos, ambos pueblos “dedicados” por muerte a Dios (ver sobre 6:15–21; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 7:1). La perspectiva del mundo de Adonisedec le impidió entender que las victorias de Israel las debían al Señor, no a Josué, y así desde su marco de referencia era asunto de reunir ejércitos contra ejércitos. A diferencia de los gabaonitas, que habían oído la fama de Jehovah (9:9, 10), él había oído de la fama de Josué. Los hombres … valientes del rey (2), como los caballeros medievales (cf.cf. Confer (lat.), compare “hombres de guerra” 6:2), estaban entrenados y eran lo suficientemente ricos para equiparse bien. En este tiempo los egipcios controlaban Canaán y Laquis (la moderna Tell ed-Duweir) era su capital provincial.
8–15  El campo de batalla de Gabaón proporcionó un escenario donde el guerrero divino hizo maravillas. Este es el tercero y último acto de las intervenciones asombrosas del Señor a favor de Israel (cf.cf. Confer (lat.), compare caps. 3; 4; 6). En las mejores tradiciones de la guerra santa, el Señor daba instrucciones, probablemente después de ser consultado; ordenaba a Israel no temer, prometiéndole la victoria (8); turbó con pánico al enemigo mientras Josué los tomaba por sorpresa después de ascender colina arriba toda la noche, 35 km.km. Kilómetro(s) sinuosos desde Gilgal a Hebrón (9–10); e hizo llover piedras de granizo mortales sobre los derrotados enemigos que huían hacia sus for talezas al pie de las montañas (11) (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 14:24; Jue. 4:15; Sal. 77:17–19). Reflexionando sobre este drama, Isaías habla del Señor como levantándose a sí mismo (Isa. 28:21).
El narrador guarda la escena más espectacular para el final: la victoria en el paso de Bet-jorón (12–15). En esta escena, el séquito del Señor, el sol y la luna, desempeñan papeles de apoyo para Josué. Los cananeos, que venían subiendo por las laderas desde el occidente de Gabaón (a los cuales Josué había llevado alivio después de su ascenso fatigoso de toda la noche), estaban viendo hacia el oriente el sol cegador sobre Gabaón cuando empe zó la batalla. Para mantener la ventaja, Josué, orando al Señor, ordenó al sol y a la luna, como subordinados del Señor, detenerse hasta que Israel se hubiera vengado a sí mismo (es decir, defensivamente vindicar su soberanía) de su enemigo. En forma asombrosa el Señor sometió a estos ayudantes celestiales a la voz de mando de un hombre sobre el escenario terrestre. El sol pudo haber sido la deidad principal en Gabaón, como la luna lo era en Jericó (ver 6:1). El narrador cita su fuente, el libro de Jaser (“El libro del justo”), un relato antiguo y probablemente poético o colección de cantos épicos nacionales celebrando a los héroes de Israel (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Sam. 1:18–27).
Ha habido muchos intentos de traducir el heb. de los vv. 12, 13 para proporcionar una interpretación más naturalista del evento. Algunos eruditos creen que se refiere a un eclipse solar. Otros sugieren que el sol dejó de brillar, no de moverse, y que casi un día entero debe traducirse “como cuando el día ha terminado”. Una forma ligeramente modificada de esta posición, sostiene que el texto se refiere a una granizada muy temprano en la mañana que oscureció el cielo hasta que el enemigo fue vencido y traduce el v. 13: “El sol dejó de brillar en medio del cielo y no se apresuró a salir (así como era) como cuando el día ha terminado.” Aunque las palabras heb. que se traducen pararse y detenerse pueden significar “dejar de brillar”, especialmente en poesía, el calificativo prosaico del narrador a se detuvo en el v. 13b,  en medio del cielo, en lugar de dejó de “brillar”, parece favorecer la interpretación tradi cional. De la misma manera, tomar las palabras que se traducen en la RVARVA Reina-Valera Actualizada no se apresuró a ponerse como “no se apresuró a aparecer” es forzar el significado del heb. Esta interpretación, aunque in geniosa, parece motivada no por una lectura normal del texto, sino por un intento de satisfacer las reglas de la ciencia. Ha habido también intentos de clasificar este pasaje como un mito historicista (ver R. G. Boling en Anchor Bible), pero esa interpretación socava la credibilidad del autor inspirado.
Otros eruditos han rechazado explicaciones científicas considerando “el fenómeno como uno de los milagros numerosos de los cuales nos habla la Biblia … una ’señal’ de la intervención divina extraordinaria que imparte una gracia inmerecida para el hombre e inconcebible en cualquier otra forma” (J. A. Soggin, Joshua [SCM, p. 123]). La orden de Josué al sol ha sido comparada con la oración de Agamenón a Zeus de no permitir que el sol se pusiera antes que los aqueos resultaran victoriosos.
16–21 Se reanuda ahora la epopeya de la batalla de Gabaón. Josué no detuvo a su ejército para ejecutar a los cinco reyes que, de acuerdo con los informes de su servicio de inteligencia se habían es condido en la cueva de Maqueda. Por el contrario, ordenó que una unidad bloqueara la entrada con piedras grandes y la guardaran, mientras su fuerza principal perseguía a los cananeos cortándoles la retirada a sus ciudades fortificadas en el occidente. Sin embargo, algunos escaparon (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 28–39). Entonces las tropas volvieron al campamento ahora en Maqueda. Nadie se atrevió a criticar a uno solo de los hombres de este ejército vencedor (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 11:7, donde “ladrar” representa la misma palabra heb. que aquí se traduce dijera algo). Con esa reputación, pronto tendrían reposo.
22–27 Ahora era tiempo de matar a los cinco reyes. Josué usó la ocasión para fortalecer espiritualmente a sus tropas para las batallas futuras. Ante todo el ejército, instruyó a sus jefes para que si guieran una costumbre antigua ampliamente difundida de colocar sus pies sobre los cuellos de los reyes humillados (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Rey. 5:3; Sal. 110:1; 1 Cor. 15:25–28). Como el Señor le había ordenado al principio de la conquista (1:8), Josué ahora les ordenaba a ellos no temer, porque estos reyes eran prenda de las futuras victorias de Dios. Luego Josué los mató. Como hizo con el rey de Hai, mantuvo a estos reyes colgados hasta la noche como un espectáculo público para inducir el temor del Señor, no de los cananeos. Las piedras frente a la cueva sirvieron como otro memorial de la conquista asombrosa de Josué (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:5–7). La ejecución de los reyes prefigura la humillación y la derrota de Satanás (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 3:15).
10:29-39 Aniquilación de siete ciudades amorreas.  En una secuela, el narrador menciona rápidamente siete ejércitos reales que Josué destruyó y seis ciudades reales contra las que peleó, capturó y las añadió al herem.
10:40–43 Resumen. Las tres principales áreas geográficas de Judá, la región montañosa, el Néguev y la falda de las colinas, todas fueron sometidas en esta campaña. Aunque todavía faltaba mu cha tierra por ser conquistada (ver 13:1–7), el lomo de los cananeos condenados había sido quebrantado; en ese sentido podía decirse que Josué había dominado toda la región.

11:1-15 Conquista del norte

La campaña del norte, como la del sur, consistió también de dos partes: La derrota junto a las aguas de Merom (11:1–9) y la subsiguiente captura de las ciudades (11:10–15). Todas las naciones condenadas se reunieron contra Israel para esta batalla por la tierra, decisiva y culminante (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:10; 9:1, 2).
11:1–9 Batalla junto a las aguas de Merom. 1–5 El convocador de la coalición cananea fue Jabín, de la dinastía gobernante de Hazor (ver Jue. 4:2). Hazor (la moderna Tell Qedah) era una ciudad grande, bien fortificada, en los tiempos de Josué, que cubría unas 80 hectáreas con una población de cerca de 40.000. Era una de las ciudades principales sobre la ruta de comercio entre Egipto y Mesopotamia. La arqueología y la literatura antigua del Cercano Oriente corroboran la afirmación: Hazor había sido antes la capital de todos estos reinos (10).
El narrador presenta la convocatoria de Jabín a las armas concéntricamente. En el corazón del ejército estaba Jabín (1a). Reunidos a su derredor estaban tres reyes de Galilea: De Madón (cerca de Qarm Hattin en el corazón de Galilea), Simrón (sitio incierto) y Acsaf (en algún lugar en Aser, ver 19:25). Reforzándolos a ellos, estaban los reyes de las áreas circunvecinas: En el norte de las montañas en la Galilea Superior, en el sur del Quinéret y el valle del Jordán al sur del Quinéret, y en el occidente de Nafot-dor, un famoso puerto al sur del monte Carmelo (2). Para proporcionar máxima fuerza, se reunieron reyes desde las más remotas re giones al sur y al norte de ellos (3). En relación con el sur remoto, el v. 3a debiera decir: “A los cananeos que habitaban al oriente y al occidente a los amorreos (entre ellos): a los heteos, a los ferezeos, a los jebuseos de la región montañosa.” Del norte remoto, los heveos que procedían de las faldas del monte Hermón en la región de Mizpa (sitio incierto que significa “Tener cuidado”). Estos aliados estaban equipados con el arma última de su tiempo, los carros ligeros tirados por caballos, que se podían desarmar y armar para la batalla en las planicies. Se reunieron para la batalla decisiva probablemente en la meseta al norte de Jebel Jermaq, a unos 4 km.km. Kilómetro(s) al noreste de Merom.
6–9 Una vez más, Israel siguió las reglas de la guerra santa: Josué consultó al Señor y él dio al ejército de Josué el estímulo que necesitaba frente a una superioridad que les hacía vacilar; les habló tanto del tiempo de batalla como de la táctica que debían emplear. Cuando los hombres de Josué hubieran desjarretado los caballos, los aurigas serían obligados a huir y los israelitas podrían perseguirlos. Después podían regresar y quemar los carros con sosiego, que fue lo que hicieron (9). (Sobre la estrategia versus milagro, ver 8:1, 2; 9:1, 2; 10:8–15).
Josué y su experimentada gente de guerra atacaron sorpresivamente (7). La derrota santa estaba en marcha nuevamente (8; cf.cf. Confer (lat.), compare 10:9–11). La coalición impía se apartó, algunos huyeron al noroeste y otros al nordeste, pero todos apresurándose sin pensarlo a salir de la tierra. Siguiendo las reglas de la guerra santa, Josué no perdonó la vida a ninguno de ellos.
11:10–15 Captura de las ciudades. El destino de las ciudades capturadas es paralelo a la lista en 10:28–39. Como en el caso de Jericó, la jactanciosa ciudad de Hazor fue totalmente destruida (herem); nada se perdonó y la ciudad fue quemada (cf.cf. Confer (lat.), compare 6:15–21). (Para la evidencia arqueológica en Hazor ver Introducción: fecha de la conquista.) Sin embargo, a diferencia de Jericó, no se pronunció ninguna maldición sobre cualquiera que la ree dificara (cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 4:2). Los israelitas no quemaron las otras ciudades reales. Como en el caso de Hai, conservaron el botín (cf.cf. Confer (lat.), compare 8:24–27), como el Señor había mandado a Moisés (Deut. 6:10, 11). El mandato de Moisés de “no dejar con vida a nada que respire” (Deut. 20:16), debe referirse a la vida humana, no a rebaños y ganado, porque con la aprobación total del Señor, Israel se llevó el ganado (12–15).


La conquista de Hazor

11:16-23 Resumen de la conquista

El resumen al final de la campaña del sur (10:40–41), se equipara al resumen de toda la conquista. El Arabá, a diferencia del v. 2, es todo el valle desde el mar de Galilea hasta el golfo de Eilat. El monte Halac (“montaña desnuda”), es Jeleb Halaq, muy al sudeste de Beerseba y Seír es Edom. Baal-gad, el polo opuesto sobre el eje norte-sur, puede ser Banias, en la base del monte Hermón y el nacimiento del Jordán (17). A juzgar por la edad de Caleb, si los números se pueden tomar por su significado lit.lit. Literalmente, el mucho tiempo (18) de la conquista puede ser siete años. Caleb tenía 85 al final de la conquista (ver 14:10) y 78 cuando empezó (cf.cf. Confer (lat.), compare 14:7 y Deut. 2:14).
Ninguno de los cananeos se arrepintió, excepto Rajab y su familia, y solamente los gabaonitas buscaron un tratado de paz, porque el Señor endureció los corazones del resto para destrucción (20; ver 9:1, 2). De la situación paralela del faraón contra Moisés, uno puede inferir que los corazones de los cananeos contra Josué eran, como los de toda la hu manidad, naturalmente duros (Exo. 7:11–14; 1 Cor. 2:14). Cuando se confrontaron con los hechos asombrosos del Señor por medio de su siervo, ellos, como Faraón, endurecieron sus corazones (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 8:32; 9:34), después de lo cual el soberano Señor los endureció (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 10:1). Toda la gente está muerta en pecado y merece el juicio de Dios; es sólo a través de la misericordia de Dios que él da nueva vida a algunos (Rom. 9:10–18).
El resumen en el v. 23 alude al 1:3. En todas las otras partes, el narrador advierte lo incompleto de la conquista en términos más precisos (ver 13:1; 15:63; 16:10). Para reposo, ver sobre 1:12–15 y 10:21. El Israel errante había pasado. No habiendo resistencia organizada, el camino estaba listo para que la tierra fuera distribuida (23; ver 1:6).

12:1-24 Apéndice: lista de los reyes derrotados

Este capítulo, que hace un resumen de los reyes que mataron los israelitas y cuyas tierras tomaron, provee una transición entre la conquista de la tierra (caps. 1–11) y su distribución (caps. 12–21). Esta lista confirma los caps. 6–11.
Josué advierte repetidamente el cambio de los antiguos reyes malvados, y sus tierras, a Dios como el nuevo gobernante y sus tribus que santificarán la tierra prometida. Este cambio ilustra varias verdades. Primera, que el reino justo de Dios legítimamente toma el lugar de los reinos injustos de este mundo que han usurpado su gobierno sobre la tie rra (ver 3:9–13; 8:30–35). Segunda, que en el tiempo del juicio Dios elimina decisivamente a los malvados. Tercera, que los malvados no pueden estar en pie frente a un ejército santo, que sigue la revelación de Dios y confía en él (1:5; 10:8). Cuarta, que el Dios eterno cumple sus promesas. Dios había hecho pacto sobre esta tierra con los patriarcas y su simiente. Ahora ha cumplido esa promesa pero no la ha consumado todavía (ver 1:6). La conquista recuerda a la iglesia que el Dios que cumple pactos dará a su pueblo los nuevos cielos y la nueva tierra, como lo prometió, y en correspondencia ellos deben esperar pacientemente su herencia (Heb. 11:39, 40). Quinta, que el pueblo unido de Dios, en este caso las tribus del occidente y oriente del Jordán, desalojan a los gobernantes ilegítimos y heredan la tierra prometida (ver 1:12–15).
Este resumen se divide en dos mitades: La conquista de Israel y el asentamiento en la tierra al oriente del Jordán (1–5), y la conquista de Josué de los reyes al occidente del Jordán (6–24).
12:1-6 Conquista de Moisés de la tierra al oriente del Jordán y su asentamiento. El narrador recuerda primero a sus lectores la transitoriedad de los reinos al oriente del Jordán.
1 La inmensa cañada del Arnón, wadi el-Mujib, sobre el lado oriental del Jordán al otro lado de Ein Gedi, es una frontera natural que antiguamente marcaba el límite entre los moabitas al sur y los amorreos al norte (Jue. 11:18, 19). El Arabá aquí es el amplio valle del Jordán entre el mar de Galilea (Quinéret) y el mar Muerto (mar del Arabá). En tiempos de Josué la frontera norte era el monte Hermón, no la frontera prometida en el Eufrates (ver 1:4; 13:1–7).
2, 3 La conquista de Sejón, rey de los amorreos, se narra en Núm. 21:21–31 y en Deut. 2:24–37. Aroer (moderno Ar’arah) está como a 10 km.km. Kilómetro(s) del mar Muerto sobre la ribera norte que domina el wadi el-Mujib. Simbolizaba el límite sur de este territorio. El wadi Jaboc, que corría rumbo a occidente al Jordán, cerca de 12 km.km. Kilómetro(s) al norte del mar Muerto, formaba la frontera norte de Sejón. A Israel no se le permitió pasar los límites de la mitad oriental de la tierra perteneciente a los amonitas, que todavía no estaban organizados como un reino (ver 13:25). Galaad propiamente era la tierra boscosa y con colinas al norte de una línea que llegaba hasta el occidente desde Hesbón al mar Muerto y se extendía hacia el norte a wadi Yarmuk, que se allana en planicies a unos 18 km.km. Kilómetro(s) al sur de Yarmuk. La extensión norte de estas planicies forma el territorio de Basán. Esta área boscosa la divide en mitades el wadi Jaboc.
4, 5 La conquista de Og, rey de Basán, se narra en Núm. 21:32–35 y Deut. 3:1–11. Los refaítas eran gigantes que habitaban la tierra antes que los israelitas. Fueron conocidos por sus sucesores, los moa bitas y amonitas, como los emitas y zomzomeos respectivamente (Deut. 2:11, 20, 21). Esta gente formidable, comparable en estatura con los anaquitas, estaban en la tierra prometida en el tiempo de Abraham (Gén. 15:20). Los gesuritas y maaquitas eran tribus arameas sobre el límite oriental de Israel.
6 Estas tierras fueron conquistadas por Moisés quien, bajo la dirección de Dios, las entregó a las dos tribus y media leales al Señor, para santificar la tierra. Dos veces se llama a Moisés siervo de Jehovah (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:1), probablemente para mostrar el legítimo derecho de Israel a la tierra.
12:7-24 Conquista de Josué de la tierra al occidente del Jordán. La tierra que conquistó Josué es aproximadamente del tamaño del estado de Vermont en los Estados Unidos de América o Gales en la Gran Bretaña.
7, 8 Josué y los hijos de Israel en el v. 7 se equipara con Moisés … y los hijos de Israel en el v. 6. (Para Baal-gad, ver sobre 11:17.) La lista en tér minos generales sigue los relatos de la conquista como se presentan en los caps. 6–11 y los completa. En ese tiempo, Israel tenía su campamento en Gilgal y todavía no se había establecido en la tierra ni ocupado sus ciudades.
9–24 Estos “reyes” gobernaban sobre pequeñas ciudades-estado cuyo territorio se extendía solamente unos 5 km.km. Kilómetro(s) alrededor de la ciudad fortificada. En el 668 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, después de su primera campaña en Siria-Palestina, Asurbanipal cobró tributo de 33 reyes.

13:1-21:45 DISTRIBUCION DE LA TIERRA

Se había repartido tierra a algunas de las tribus (13:1–7) antes de tomar posesión de ella. El remanente de la tierra presentaba un reto continuo a la fe de estas tribus que todavía no se habían establecido.
Aunque todo Israel había luchado concertadamente para establecerse en la tierra prometida, las tribus tomaron posesión de sus territorios en varias maneras, tiempos diferentes y con grados variables de éxito. Las dos y media tribus del oriente pidieron y recibieron de Moisés el área oriental del río (13:8–33; cf.cf. Confer (lat.), compare 12:1–6). Al occidente del río, Judá, Efraín y Manasés, habían tomado tierra para ellos y luego hicieron que Josué se las asignara (15:1–17:18). Sin embargo, las siete tribus restantes no tuvieron este éxito. En su caso, Josué hizo que se explorara la tierra, la dividió en siete áreas geográficas apropiadas y luego echó suertes para su distribución (18:1–19:51). Era entonces asunto de cada tribu reclamar su porción.

13:1-7 Tierra todavía por conquistar

El libro de Jos. presenta dos perspectivas de la naturaleza y alcance de la ocupación de Canaán por Israel: Batallas relámpago y espectacularmente exitosas en la conquista de toda la tierra (11:16–23; 21:43–45; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 23:23), y una serie de muchas batallas durante un tiempo largo (11:18) con grandes áreas de territorio del que poco a poco tendrían que tomar posesión luego de la conquista (13:1–7; 18:3; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 23:27–30; Jue. 1). La tensión se puede disipar haciendo ver dos factores:
Primero, los historiadores bíblicos presentan su material de acuerdo con esquemas teológicos. A veces, como en el caso de los libros de Rey. y Crón. y de los Evangelios del NTNT Nuevo Testamento, los diferentes autores presentan la misma historia desde ángulos diferentes. Para enfatizar sus puntos, seleccionan material con cuidado, organizándolo por temas y no necesariamente en orden cronológico, y editándolo como sea necesario. Escriben una historia para provocar la memoria e inspirar la visión, no solamente como crónica de eventos. Nuestro narrador celebra que, cuando terminan las asombrosas campañas de Josué, se acaba la resistencia cananea. Por la “tierra”, él implica tanto el territorio como sus habitantes. Ahora que los pueblos de la tierra han sido vencidos, puede decirse que toda la tierra —en su sentido geográfico— ha sido tomada. Esa memoria ayudó a Israel para darle fuerza y establecerse en la tierra que faltaba.
Segundo, la posesión de la tierra por parte de Israel y el resto que sucedió, son temas ampliados, porque la tierra fue tomada “poco a poco” (Exo. 23:30) pero nunca totalmente (Heb. 4:1–14). Las generaciones futuras debían desempeñar su parte (Jue. 3:1–4). El autor de Crón. usó Jue. 3:1–4 para presentar a David como mayor que Josué porque reinó desde “el río Sijor en Egipto hasta Lebo (la entrada a) Hamat”, usando vocabulario único de es tos dos textos. Isaías vio el cumplimiento de estas fronteras nacionales ideales en la era mesiánica (Isa. 11:12–16). En cualquier punto dado durante el proceso de posesión de la tierra, puede decirse que Dios cumplió su promesa. Además, cada cumplimiento individual fue parte del cumplimiento último y podía reconocerse como tal. El NTNT Nuevo Testamento presenta la misma tensión en relación con el reino de Dios: Ya está aquí pero en su más amplio sentido “todavía no”.
Las tierras que quedaban, eran:
2, 3 El territorio que se convirtió en Filistea, desde Sijor (“río de Horus”, el Nilo) hasta Gesur. Aunque más tarde gobernada por los filisteos (cf.cf. Confer (lat.), compare 11:22; Gén. 10:14), esta tierra era parte del territorio cananeo prometido a Israel. Los aveos vivieron en las cercanías de Gaza.
4 El territorio de los cananeos desde Ara (sitio desconocido) de los sidonios hasta Afec, al sudeste de Biblos, y los amorreos, probablemente el reino de Amurru en la región del Líbano.
5 El territorio de los gebalitas, es decir, el área de Biblos y todo el Líbano al oriente de Baal-gad al pie del monte Hermón a la entrada de Hamat.
Otras áreas todavía quedaban por ser tomadas: Ciudades estratégicas en el valle de Jezreel-Meguido, Taanac, Ibleam, Endor y Bet-seán (17:11, 12; cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 1:27).
La llanura costera, Afec, Gezer y Dor (13:4; 16:10; 17:11; cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 1:27, 29).
La ciudad de Jerusalén (15:63; cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 1:21) y los territorios de Gesur y Maaca (13:13).
Estos comentarios muestran que Israel cinceló su territorio en las montañas de Palestina, mientras las poblaciones nativas permanecieron en las llanuras porque intimidaron a Israel con sus carros de hierro (17:16; Jue. 1:19).
Dar por sorteo en el v. 6 significa “hacer caer” (es decir, la porción gobernada por Dios; cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 33:54; Isa. 34:17; Miq. 2:4–5).

13:8-33 Distribución de la tierra al oriente del Jordán

Este capítulo trata de dar una idea total de la tierra al oriente del Jordán que Moisés distribuyó.
13:8–13 Reconocimiento de la tierra para las tribus orientales. La distribución se vincula con 12:1–5. La media tribu de Manasés se menciona primero para vincularla con el v. 7, no porque fuera más importante.



Rubén, Gad y Manasés oriental

13:14  La tribu de Leví. Los vv. 14 y 33 hacen la función de un marco para una relación más detallada de la distribución de la tierra a las tribus orientales (15–31). En esta forma, la herencia de los levitas, el Señor y sus ofrendas, se enfatiza tanto como se distingue. La mejor herencia era el compañerismo con el Señor mismo, accesible a todos los que la desean (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 16:5; 119:57; 142:5), mostrando que la herencia no estaba vinculada inextricablemente con la tierra misma.
13:15–23 La tribu de Rubén. Esta sección registra primero 12 ciudades capturadas (17–20) y luego la historia de la conquista de la tierra al oriente del Jordán (21–22; cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 21:21–32). Todo el reino de Sejón (21a) debe ser restringido, porque en el v. 27 parte de él le correspondió a Gad. Aquí se tiene en vista la parte que se extendía sobre la meseta. 21b–22 Se menciona la derrota de Sejón, rey de los amorreos añadiendo la de los jefes de Madián y de Balaam el adivino (24:9, 10; Deut. 23:4, 5), para subrayar el cambio político y espiritual de administración que Moisés, el legislador, había llevado a cabo en la tierra (ver sobre 12:1–5). 23 Presenta un resumen.
13:24–28 La tribu de Gad. El v. 25 da un panorama y fija un límite al oriente, en tanto que el v. 26 fija límite al sur y al norte y el v. 27 hace una lista de los reclamos en el valle del Jordán. La fórmula introductora (24; cf.cf. Confer (lat.), compare  vv. 15, 29) significa que nada menos que Moisés les dio este patrimonio (ver sobre 1:6). Incluía todas las ciudades de Galaad cercanas a Jazer en Galaad del sur (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 31). La mi tad del territorio de los hijos de Amón se refiere a la parte occidental, entre el Arnón y el Jaboc, no la oriental (ver 12:1–5; Deut. 2:19). Este Aroer no debe confundirse con el que tiene a la vista la ribera del Arnón (ver 12:2; 13:16).
13:29–30 La media tribu de Manasés. La frontera más al sur para la tribu descendiente de Maquir, hijo de Manasés, se dice ser Majanaim, pero no se hace ningún intento para definir en forma precisa sus fronteras. Estas difícilmente encajan con la descripción en Deut. 3:4. 13–15 Manasés, como primogénito de Jacob, era excepcional por el hecho que recibió dos porciones, a pesar de la preferencia expresada por Jacob en Gén. 48.
13:31–33 Resumen. El resumen enmarca esta sección. La referencia a Leví promete al lector algo mejor (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 14).

14:1-19:51 Distribución de la tierra al occidente del Jordán

Entre la introducción (14:1–5) y la conclusión (19:51), el narrador enmarca esta sección con la fe ejemplar de Caleb (14:6–15) y Josué (19:49, 50). Estos dos héroes, quienes por fe sobrevivieron a sus generaciones, reclamaron su herencia y la poseyeron.
14:1–5 Introducción. La introducción a la distribución del territorio al occidente del Jordán, menciona por nombre la tierra, los administradores, el método, las tribus y la garantía legal. Los egipcios se referían a esta tierra como “Canaán”, el término administrativo usado aquí para el territorio en vista (ver 21:2; 22:9).
El Señor dirigió la distribución por medio de sorteo (ver 13:6) mientras que Eleazar el sacerdote, Josué y los jefes de las casas paternas de las tribus intervenían en la decisión y la administraban. A Eleazar se le menciona primero porque Josué se puso frente a él a la entrada del tabernáculo de reunión y le pidió que consultara el Urim y el Tumim, instrumentos que daban respuestas de “sí” o “no” a preguntas específicas (18:1–10; cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 27:21).
Aquí están en mira las nueve tribus y media del occidente, no las dos tribus y media del oriente (cf.cf. Confer (lat.), compare 13:8–13). En Israel, los primogénitos recibían una doble bendición (Deut. 21:15–17). Sin embargo, Ja cob, el padre de todas las tribus, hizo una excepción. Pasó sobre Rubén, su primogénito de Lea, la esposa que no amaba (Gén. 29:31, 32) y en su lugar dio la doble porción a José, el primogénito de su amada Raquel. Lo hizo elevando a los dos hijos de José, Manasés y Efraín, a la posición de tribus completas junto con sus propios hijos Rubén y Simeón (Gén. 48:1–9). Más adelante la ley mosaica rechazó esta práctica. Se volvió a excluir a los levitas. En 13:14 se enfatiza su herencia espiritual; aquí se satisfacen sus necesidades prácticas (cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 18:21–32). Nada menos que Moisés, a quien se llama “el siervo de Jehovah” (13:8; 14:7) y “hom bre de Dios” (14:6), aprobó este procedimiento. Se repite el punto varias veces (2, 3, 5). Como las tribus siguieron a perfección la legislación de Moisés, sus reclamos fueron válidos.
14:6—17:18 Primeros repartos en Gilgal: Judá y José. 14:6–15 El nombre Caleb significa “perro” y puede reflejar la posición honrosa de este fiel y humilde “siervo del Señor” (Núm. 14:24). En las cartas de Amarna (c. 1350 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) y de Laquis (586 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) los vasallos usan el término para ellos mismos para expresar su lealtad a los reyes. El narrador se refiere a él como un quenezeo por razón de su padre (1 Crón. 4:13–15). Su porción excepcional se le da primero por causa de su dedicación íntegra al Señor —que se repite tres veces para poner énfasis (8–9, 14)— y ejemplificaba la forma en que las tribus iban a reclamar su tierra aun en contra de enemigos formidables (ver 13:1–7). Con esa clase de fe, la tierra reposó de la guerra (15; cf.cf. Confer (lat.), compare 1:15; 11:23).
Después de una introducción (6a), la historia de Caleb tiene tres partes: Su derecho legal basado en la fe y la palabra de Dios (6b–9), su derecho de reclamarla por fe y guerra (10–12) y la concesión de Josué (13–15).
El reclamo de Caleb se basó en la promesa de Dios de darle a él y a Josué la tierra en conexión con su fidelidad en el reconocimiento desde Cades (Núm. 14:24, 30). La convicción de Caleb de no socavar la moral del pueblo, le ganó vida y una herencia (ver Núm. 13). La tierra sobre la cual había caminado en aquella ocasión no era la ciudad de Hebrón o las tierras de pastoreo inmediatas, sino los campos y las aldeas alrededor (13; ver 21:11, 12).
La promesa de Dios aseguraba que la heredad de Caleb no debía determinarse por sorteo. Probablemente los hombres de Judá lo acompañaron para apoyar su petición. Su demanda ejemplifica la naturaleza del pacto con Dios. A él se le concedió el derecho a la tierra, en primer lugar, por razón de su fe (7–9), pero ahora debía poseerla reclamándola y arrojando fuera a los poderosos anaquitas (10–12; ver 1:6, 7;  cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 25:34). Los cristianos heredan su salvación por medio de Cristo (Ef. 1:14; Col. 3:24; Heb. 9:15). Los anaquitas, símbolos de los enemigos formidables de Israel, se mencionan al final de las batallas de Josué (ver 11:21–31) y ahora al principio de la distribución y la determinación de Caleb de echarlos fuera. Para que Caleb pudiera gozar plenamente su herencia, Dios no le permitió envejecer durante sus 38 años en el desierto cruel (11). Los cuerpos de los creyentes envejecen, pero no sus espíritus, y sus cuerpos serán levantados (2 Cor. 4:7–18).
Los santos que tienen la fe valiente de Caleb y Rajab son recompensados (13–15), y el narrador se empeña en puntualizarlo (ver 6:22–25). “Bendecir” significa hacer potente para reproducir y prevalecer (Gén. 22:17–18). Josué, quien también era anciano, ¡estaba haciendo potente a su compatriota de 85 años!
15:1–63 El narrador dice claramente por qué define las herencias de las tribus con tanto detalle: para mostrar que Dios cumple sus promesas (21:43–45). Estas definiciones precisas de las herencias de las tribus son un claro recordatorio de que Dios cumplió sus promesas de dar al pueblo de su pacto la tierra digna de reyes. El v. 1 vuelve al asunto del 11:23.
Primero, se delimitan sus fronteras: al sur (1–4), al oriente (5a), al norte (5b–11) y al poniente (12). La parte en el v. 1 se refiere a echar la “suerte” (ver 13:1–7). Como un presagio de la futura grandeza y liderazgo de Judá (Gén. 49:10; Jue. 1:1, 2; 20:18), se menciona primero su parte al occidente del Jordán (15:2–12).
Luego se menciona la heredad de Caleb (15:13–19), enfatizando una vez más cómo desposeyó a los antiguos habitantes para tomar posesión del don como un ejemplo para otros (ver 14:6–15 y no tar la similaridad de 14:15 y 15:13). Caleb mismo desalojó a los anaquitas de Hebrón y prometió su hija en matrimonio al hombre de fe semejante que tomara Debir (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 17:25; 18:17). Otoniel, su sobrino (cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 1:13), ganó tanto la tierra prometida como la novia, como hizo Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare Ef. 5:25; Heb. 4:1–14). Pidiendo audazmente a su padre, la hija de Caleb ganó fuentes de agua codiciadas (cf.cf. Confer (lat.), compare Luc. 11:1–13). Esta historia, vv. 13–19, no se presenta en orden cronológico. Caleb y Otoniel tomaron sus ciudades como parte de la campaña que se registra en 10:36–39.
Finalmente, se registraron las ciudades cananeas incluidas en la distribución, una por una (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 6:10, 11), de acuerdo con la geografía de Judá. Primero el Néguev (21–32), luego las colinas del occidente (33, 34) y las costas habitadas por los filisteos (45–47). Luego por la región montañosa entre Jerusalén y Hebrón (48–60) y el desierto ha cia el mar Muerto (61, 62). Estas regiones se dividieron más adelante en 11 distritos. Obsérvese cómo casi cada una termina con un total de las ciudades incluidas (32, 36, 41, 43, 47, 51, 54, 57, 59, 60, 62).
63 Aunque Josué había matado al rey de Jerusalén (10:1, 22–27), los judíos no pudieron desalojar a los jebuseos de Jerusalén. De hecho, sin embargo, la frontera norte de Judá (15:8) corría a lo largo de la ladera sur de Jebús (antigua Jerusalén) y por lo tanto no incluía a la ciudad misma que pertenecía a Benjamín (ver 18:16, 28; Jue. 1:21).
16:1—17:18 La presentación de la porción de José consiste de una vista de su frontera sur (16:1–4), el territorio de Efraín (16:5–10), el territorio de Manasés (17:1–13) y la queja de estas tribus sobre el tamaño de su heredad (17:14–18).
16:1–4  Esta introducción describe la frontera sur, la frontera de Efraín con Benjamín (cf.cf. Confer (lat.), compare 18:12, 13) y Dan. Para el significado de parte (1) y la significación teológica de esta distribución, ver comenta rios sobre 15:1–63. Aunque Efraín y Manasés fueron reconocidas como dos tribus (ver 14:4), ellos sacaron una sola parte, aunque no sin protesta (ver 17:14): Efraín en el sur, Manasés en el norte. La frontera norte de Manasés se define en su relación con Aser e Isacar (10), aunque retuvo las ciudades dentro de esas dos áreas tribales (11).
16:5–10 La heredad de Efraín se menciona antes de la de Manasés porque Jacob lo puso primero (ver Gén. 48:17–20). La presentación de la heredad de Efraín consiste de una delimitación de sus fronteras (5–8), una referencia a las ciudades y aldeas que heredó dentro de Manasés (9; ver 15:1–63) y una nota de fracaso (10). Josué derrotó a los jezeritas pero no tomó su ciudad (10:33; Jue. 1:29).
17:1–13 Maquir era el primogénito de Manasés (13:31; Gén. 50:23; Núm. 26:29). El texto heb. dice que era un gran guerrero y así había heredado ya Galaad, que recibió el nombre por su hijo, y Basán al oriente del Jordán (ver 13:29, 30; cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 26:30, 31). Galaad también tenía siete descendientes varones que heredaron tierra al occidente del Jordán (ver Núm. 26:30–32).
Zelofejad, un nieto de Galaad, no tuvo hijos varones porque murió en el desierto, pero le sobrevivieron cinco hijas. Para asegurar la sobrevivencia de las familias israelitas sin descendencia de varones, aun a pecadores como Zelo fejad, el Señor prometió que los derechos del padre se dieran a sus hijas (3–6; ver Núm. 26:33; 27:1–11). Como resultado, la heredad de Manasés se dividió entre diez familias: los cinco hermanos vi vos de Zelofejad y sus cinco hijas. Como Caleb, estas hijas apelaron por fe en la promesa del Señor, a quienes administraban la distribución de la tierra para que les entregaran lo que les correspondía (14:1–5, 6–15).
La incapacidad de Manasés y Efraín para desalojar a los cananeos, sirve como una transición a la sección siguiente (14–18). La falta de obediencia de fe socavó el compromiso espiritual de Israel y condujo a Israel a relacionarse en matrimonio con los cananeos y a su ruina (ver Deut. 7:1–6; 12:29–31; Jue. 3:1–6).
La petición y el fracaso del pueblo de José al final de la sección sobre los primeros repartos (17:14–18), contrasta vivamente con la petición y el éxito de Caleb de Judá al principio (14:6–15; Jue. 1:27, 28). La gente de José se quejó de que su porción era demasiado pequeña; Josué respondió que su fe era demasiado pequeña. A la luz del interés de este libro por la unidad de todo Israel, uno podría añadir también que sus intereses eran demasiado egoístas.
Desde un punto de vista legal, su queja de que se les había dado una sola “suerte” parece tener alguna justificación, porque eran reconocidas como dos tribus grandes (14; ver 16:1). Sin embargo, el Señor mandó la suerte y tanto a Efraín como a Manasés les había sido dada tierra por separado. Manasés era el segundo al occidente del Jordán solamente después de Judá, y a la media tribu de Manasés le fue dada una gran porción de tierra al oriente del Jordán también.
Josué usó su reclamo: siendo nosotros un pueblo numeroso (lit.lit. Literalmente muchos/grande), contra ellos. Si eran “grandes”, debían deforestar las colinas y no sólo contentarse con las ciudades que los cananeos habían construido y los pastos que habían limpiado (15). La región montañosa de Efraín puede haber incluido las áreas boscosas a ambos lados del Jordán. El término se usa así en 2 Sam. 18:6 y los habitantes de esta área, los ferezeos y refaítas, se dice que vivían respectivamente a ambos lados del río (3:10; 12:4, 8; 13:12). Esto explica la afirmación de Josué que Efraín y Manasés no tendría sólo una parte (17). Su reclamo de que no nos bastará a nosotros esa región montañosa. Además todos los cananeos que habitan en la tierra del valle tienen carros de hierro (16) puso al descubierto su fra caso espiritual: pereza, timidez y falta de visión.
Josué respondió con la confianza de la fe: vosotros lo deforestaréis … [la región montañosa] … porque echaréis a los cananeos (17–18).
18:1—19:51 Reparto para el resto de las tribus en Silo (ver mapa en la p. 252). 18:1–10 Josué movió su campamento de Gilgal (14:6) a Silo, en el corazón de Efraín, donde estaba instalado el tabernáculo de reunión del Señor (ver Exo. 33:7; Núm. 11:16; Deut. 31:14). Silo estaba en el centro de la tierra prometida y su paisaje encierra un anfiteatro natural. Distribuyendo la tierra en la presencia del Señor, se ponen de manifiesto la significación teológica de la conquista de la tierra y su distribución: era la tierra del Señor, para ser santificada por él (ver 8:30–35). Siguiendo su perspectiva teológica, el narrador repite que Israel había sometido la tierra pero por fe todavía debía ser poseída (1, 2; ver 13:1–7).
Josué reprendió a las siete tribus restantes por su fracaso en cumplir las obligaciones de su pacto (3). La RVARVA Reina-Valera Actualizada traduce apropiadamente el sentido del heb., seréis negligentes: Dios les había dado la tierra, pero ellos habían fallado para penetrar y poseerla por fe (3; ver 1:7–9, 11). Para estimularlos a obedecer en fe, Josué envió 21 hombres, tres de cada tribu, para inspeccionar la tierra restante, escribir una descripción de ella, ciudad por ciudad (9), con vista a prorratearla, y traerle un informe. Luego de que las tribus mismas la habían dividido en siete partes, Josué, a través de Eleazar el sacerdote y con los jefes de familias (cf.cf. Confer (lat.), compare 14:1–5; 19:51), echó las suertes delante del Señor (3–10). Les recordó que este modo de distribuir la tierra no se aplicó a Judá en el sur y a José al norte (5); a los levitas (7a; cf.cf. Confer (lat.), compare 13:14, 33) o a las tribus orientales (7b). Los 21 hombres eran exploradores, no espías (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:1–24).
18:11–28 La palabra heb. para sorteo en el v. 6, se traduce “parte … en el sorteo” en 15:1; 16:1; 17:1. El primer sorteo le tocó a Benjamín, el segundo hijo de Raquel, después de José (cf.cf. Confer (lat.), compare 14:1–5). Los vv. 11–20 enumeran los límites de esta área y los vv. 22–24 las ciudades incluidas dentro de esos límites: 12 en el distrito oriental, seco y sin atractivo (21–24), y 14 apiñados sobre la deseable vertiente al norte y occidente de Jerusalén (25–28).
19:1–9 El segundo sorteo le tocó a Simeón, el segundo hijo de Jacob con Lea (Gén. 29:33). Al hacer los mapas de la tierra, se decidió que la porción de Judá, aunque designada por suerte, era más grande de lo que necesitaba y así se le dio a Simeón tierra dentro de la porción de Judá (9). Esto cumplió la maldición de Jacob sobre Simeón de que estaría disperso en Israel (Gén. 49:7). Al tomar posesión de la tierra, Judá y Simeón combatieron uno al lado del otro (Jue. 1:3). Las ciudades de Simeón se concentraron en las cercanías de Beerseba y al nordeste del Néguev, en donde los oasis no son nu merosos y los pozos profundos son esenciales para un continuo establecimiento.
19:10–16 El tercer sorteo le tocó a Zabulón, el hijo menor de Lea (Gén. 30:19, 20; 49:13).
19:17–23 El cuarto sorteo le tocó a Isacar, el quinto hijo de Jacob con Lea (Gén. 30:14–17; 49:14). Sus ciudades y fronteras no se trazaron allende tres puntos de referencia ciertos, Jezreel (18), monte Tabor y el río Jordán (22).
19:24–31 El quinto sorteo le tocó a Aser, el segundo hijo de Jacob con la sierva de Lea, Zilpa (Gén. 30:12–13; 49:20).
19:32–39 El sexto sorteo le tocó a Neftalí, el hijo menor de Jacob con la sierva de Raquel, Bilha (Gén. 30:7; 49:21). Su tierra incluía montañas atractivas, densamente arboladas y áreas bajas bastante fértiles. A través de esta tierra fértil de Galilea, corría la mayor ruta de comercio entre Jezreel y puntos del norte.
19:40–48 El séptimo sorteo le tocó a Dan, el hijo mayor de Jacob con Bilha (Gén. 30:1–6; 49:16, 17). Aunque sólo se dan sus ciudades, se pueden inferir sus linderos de los de los territorios vecinos de Judá y Efraín. Los amorreos forzaron hacia el norte a esta tribu tímida y perezosa (Jue. 1:34). La historia completa de la conquista posterior de los de Dan en Lais, se narra en Jue. 18. Dan representa el clímax del fracaso para poseer la tierra que el Señor había dado a Israel. En su caso, los amorreos prevalecieron.
19:49–51 La conclusión consiste de dos partes: La herencia de Josué (49–50) y un informe final sobre los administradores del sorteo, el lugar donde se llevó a cabo y la distribución completa de la tie rra. El resumen es importante para la teología de este libro. El pueblo unificado bajo la dirección de Dios, dio a Josué la ciudad de Timnat-séraj y él ejemplificó para ellos la obediencia de fe solicitándola como su herencia, poseyéndola y reconstruyéndola. Su ejemplo al final de la sección sobre la distribución de la tierra al occidente del Jordán, complementa la fe de Caleb al principio (14:6–15). Al echarse la suerte a la entrada del tabernáculo del Señor, se hacía claro que esta era la tierra del Señor, un regalo a Israel, para ser tomado por fe. Aunque las tribus que fallaron dieron excusas, no tenían ninguna.

20:1-9 Ciudades de refugio

Como una medida práctica para asegurar justicia, Dios instruyó a Moisés para que Israel ubicara seis ciudades, tres a cada lado del Jordán, donde cualquiera que hubiere matado a una persona accidentalmente y sin premeditación, pudiera huir y encontrar asilo del vengador de la sangre (heb. go<el, más precisamente, “el protector de familia”). Después de la conquista de la tierra al oriente del Jordán, Moisés estipuló con prontitud las tres ciudades allí (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 4:41–43; 19:1–13).
La sangre inocente, como la maldición, debe encontrar satisfacción. El Señor inquiere sobre y vindica la sangre inocente que clama por venganza (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 4:10; 9:5, 6; 2 Sam. 16:7, 8). La sangre homicida profana la tierra (Núm. 35:33), contamina las manos (Isa. 59:3) y pone de manifiesto el juicio del Señor (1 Rey. 2:31) y del protector de familia que está obligado a buscar justicia, no venganza, para su familia. La sangre inocente es expiada ya sea por la muerte del asesino (Núm. 35:33; Deut. 19:13) o por expiación (Deut. 21:7–9). De otra manera trae sobre la tierra la ira del Señor y desastre (2 Sam. 21; 1 Rey. 2:31–33; 2 Rey. 24:4). En esa luz —el lugar de la misericordia en el ATAT Antiguo Testamento no ha sido examinado aquí pero ver Sal. 51, en particular v. 14—, uno ve la importancia de establecer en tribunales justos si la muerte fue deliberada o accidental. Si el acto fue deliberado, o sea asesinato, entonces la justicia demandaba sentencia de muerte; si fue accidental o no premeditado, entonces al culpable se le permitía vivir una vida normal en la ciudad de refugio.
Cuando el supuesto asesino llegaba a una ciudad de refugio, los ancianos, todos los levitas que eran responsables de enseñar la ley, le hacían un juicio preliminar a la puerta de la ciudad, en donde se asentaba el tribunal en el antiguo Israel. Si se le encontraba inocente, le daban asilo del protector de familia y lo enviaban a presentarse a juicio ante la asamblea, un tipo de parlamento premonárquico in vestido de poderes representativos y judiciales. Si esta asamblea de jefes o varones adultos lo encontraba culpable, lo entregaban al protector de familia para su ejecución. Si lo encontraban ino cente, lo enviaban de vuelta a la ciudad de refugio donde tenía que permanecer hasta la muerte del sumo sacerdote en funciones en ese tiempo. Permanecía allí para protegerlo a él y al protector de familia de una venganza como represalia. Quizá la muerte del sumo sacerdote, el representante principal de Israel ante Dios, podría decirse que simboliza la muerte expiatoria de Jesucristo, el sumo sa cerdote de la iglesia, quien ofreció satisfacción por todos los pecados, tanto intencionales como no intencionales.

21:1-42 Ciudades levíticas

21:1–3 Trasfondo histórico. Aunque los levitas tenían al Señor como su heredad (13:14, 33), necesitaban ciudades para vivir y tierras de pastoreo para sos tenerse. Ahora se estaba proveyendo para esas necesidades.
A semejanza de Josué y Caleb, y a diferencia de las siete tribus perezosas y miedosas que necesitaron del impulso de Josué (18:2, 3), las cabezas de las tres ramas de levitas (Núm. 3:17) tomaron la iniciativa y se acercaron a los administradores de la porción sagrada en Silo, reclamando la promesa de Dios a través de Moisés para darles 48 ciudades con sus tierras de pastoreo alrededor, incluyendo las seis ciudades de refugio (41, 42; cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 35:1–5). A las tribus como Judá, que tenía muchas ciudades, les dio más territorio que a aquellas otras tribus como Neftalí que solamente tenía unas pocas (Núm. 35:7–8).
Los israelitas accedieron a la petición de los levitas y dieron a esta tribu —semejante a peregrina, esparcida por toda la tierra— ciudades de su propia heredad. Al dar este tipo de “diezmo”, se bendecían a sí mismos, porque los levitas esparcidos en su medio les enseñaban la ley que los santificaba, bendecía y aseguraba en la tierra (Deut. 33:8–11).
21:4-7 Revisión de las ciudades levíticas. La distribución de las ciudades levíticas se hizo de acuerdo con las tres ramas de Leví. En la revisión, se da primero la secuencia del sorteo, luego el núme ro de ciudades dado a cada rama y la tribu en cuya área se localizaban las ciudades.
El narrador repite dieron varias veces, para poner énfasis en que era el Señor quien asignaba estas ciudades. A juzgar por el primer sorteo, la asignación salió de acuerdo con la importancia y/o tamaño de la rama. En forma apropiada, la suerte le tocó primero a los cohatitas, porque Aarón y la línea sacerdotal pertenecían a esa rama. Dios dio a los sacerdotes ciudades desde Judá, Simeón y Benjamín, esto es, aquellas áreas más cercanas a Jerusalén, donde se localizaría el templo (4). De manera sorpresiva y significativa, no le dieron Jerusalén a los sacerdotes; el Señor reservó ese galardón para la casa de David, protectores del templo. Al resto de los cohatitas, los “sacerdotes menores”, les fueron asignadas ciudades en las áreas de las tribus que seguían en proximidad a Jerusalén, Efraín, Dan y la media tribu de Manasés, al occidente del Jordán (5). A los gersonitas les fueron asignadas ciudades en el extremo norte, en Isacar, Aser, Neftalí y la media tribu de Manasés en Basán (6), y a los me raritas les dieron ciudades al sur de ellos, en el territorio de Zabulón al occidente del Jordán, y de Gad y Rubén al oriente del Jordán (7).
21:8–42 La distribución de las 48 ciudades leviticas.  (Cf. 1 Crón. 6:54–81.) Al tiempo que se distribuyeron estas ciudades, algunas como Gezer (21; cf.cf. Confer (lat.), compare 16:10) y Taanac (25; cf.cf. Confer (lat.), compare 17:11, 12), todavía es taban en manos de los cananeos. Los levitas tenían que poseerlas mediante obediencia por fe.

21:43-45 Resumen: la maravillosa fidelidad de Dios
Este pasaje constituye un enlace con 1:6, subrayando el esquema teológico del narrador: El Señor guardó su pacto con los patriarcas de darles la tie rra digna de reyes. Ellos la poseyeron, se establecieron en ella y tuvieron reposo de los ataques en cada lado (ver 1:15; 11:23). No falló ni una sola promesa (ver 13:1–7).

22:1-24:33 RETENIENDO LA TIERRA
El narrador ahora relata tres episodios para mostrar que Israel debía retener la tierra en la misma forma que la poseyó. Después de haber sido exhortados por Josué a retener la lealtad al pacto, la noble milicia oriental, reconociendo que el Señor les había dado sus tierras, edificaron un altar en su camino a casa como testimonio de su unidad con el Señor de Israel (22:1–34). En su discurso de despedida, Josué dio énfasis a la lealtad al pacto para perma necer en la tierra (23:1–16) y solemnizó el pacto de Israel renovándolo en Siquem (24:1–27).

22:1-34 El altar de testimonio de las tribus orientales

22:1–8 Despedida de Josué a las tribus orientales. 1–5 La generosa despedida de Josué a las tribus orientales forma un eslabón con los mandamientos en el cap. 1. Los elogió por haber cumplido escrupulosamente su encomienda de no abandonar a sus hermanos sino ayudarlos hasta que las tribus occidentales tuvieran reposo de los ataques de los cananeos (2, 3; cf.cf. Confer (lat.), compare 1:12–18). Habían desplega do resistencia en la fe al realizar esta misión durante largo tiempo (cf.cf. Confer (lat.), compare 11:18; Heb. 12:1) y terminado su carrera (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Tim. 4:6–8). A ellos se pudo haber dicho: “Bien, siervo bueno y fiel” (Mat. 25:21). La reflexión de Josué sobre el reposo (4a) mira atrás al prólogo (1:6), y su exhortación de guardar la ley de Moisés, cuya esencia se resume en un mandamiento, amar a Dios de todo corazón (4, 5; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 6:5; 10:12; 11:13; Mat. 22:37–40) y repite la exhortación del Señor en el prólogo del libro (1:7–9). “El amor” era la estipulación básica en los tratados antiguos del Cercano Oriente. Nin guna ley puede lograr su meta si se tolera de mala gana. Debe estar fundada en asentimiento interior. Corazón y alma no especifican distintas esferas de la vida sino que refuerzan la devoción total a Dios. El corazón designa la intencionalidad de la persona en su integridad, y alma denota el yo íntegro, uniendo carne, voluntad y vitalidad.
6–8 Como líder carismático de Israel, Josué medió en la bendición de Dios sobre los hombres de la milicia oriental. Al enviarlos a un espléndido re torno al hogar con el botín que habían ganado (ver 11:10–15), los exhorta en las mejores tradiciones de la guerra santa a compartir con aquellos que se habían quedado atrás para proteger sus hogares (cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 31:27; 1 Sam. 30:16–25). Todos entraron a su reposo totalmente recompensados (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 6:18; 16:27; Col. 3:24; 1 Tim. 5:18).
9-34 Estos fieles hombres de la milicia realizaron un acto final de lealtad al Señor, antes de reunirse con sus familias. Para que las futuras generaciones al occidente de Israel no impidieran a las tri bus orientales venir a adorar al Señor al occidente del Jordán donde él había hecho morar su nombre, edificaron un altar … imponente en Gelilot, cerca del Jordán, como testimonio de que el Señor los había elegido también a ellos para ser su pueblo.
Desafortunadamente, su acto visionario y creativo de fe fue malinterpretado por los occidentales como un altar rival al Señor. Las tribus del oriente y el occidente no estaban en desacuerdo en su interpretación de la ley en Deut. 12:4–14; ambos lados asumían que la ley prescribía que Israel adorara únicamente en el santuario central. Sin embargo, los occidentales pensaron que los orientales pretendían adorar al Señor de acuerdo con su propia voluntad, y no la suya. Observando la forma en que los dos grupos reconciliaron sus diferencias, podemos sacar principios sanos para resolver nuestras diferencias doctrinales (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 18:15–20).
Las tribus occidentales, como la parte ofendida, comenzaron a componer la grieta en la siguiente forma:

se pusieron enseguida a tratar con al problema y no lo barrieron debajo de la alfombra (11, 12a)
tomaban tan en serio la apostasía, que pusieron la pureza sobre sus propias vidas, no comprando la paz a cualquier precio (12b)
enviaron a sus dirigentes más capaces, el sacerdote Fineas, que había mostrado celo por el Señor en el episodio de Baal de Peor (Núm. 25:7) y diez jefes representando a todas las tribus, para investigar el asunto y posiblemente restaurar a los ofensores, no actuando impetuosamente (13, 14)
enfocaron la ofensa percibida en forma objetiva como una prevaricación, un acto de rebeldía contra Dios, y no subjetivamente como un golpe a sus propios egos (15, 16)
argumentaron su caso sobre la convicción de que Dios castiga el pecado como se desplegó en Baal de Peor (o sea, los dejó con las semillas de la culpa histórica y la plaga del Señor, no en la conveniencia, 17)
también argumentaron sobre la convicción de que el pecado de algunos afecta a todos, como en el caso de Baal de Peor (17, 18) y en el caso de Acán (18, 20; ver 7:1) y que tal culpa corporativa no era algo intrascendente para ellos
respetaron las conciencias y convicciones de sus hermanos (es decir, que el Israel oriental estaba inmundo porque carecía del santuario santo de Dios), no negando la realidad y validez de sus débiles conciencias (19a; cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 14:1–23)
estaban dispuestos a sacrificar algunas de sus posesiones para restaurar a sus hermanos a una limpia conciencia y adoración apropiada, sin insistir en su propia interpretación de la ley (19b)
habiendo sido corregidos por los ofensores, accedieron a su expresión creativa de fe, no estorbando expresiones de fe nuevas y apropiadas, consistentes con la palabra de Dios (30, 31)
finalmente, los representantes informaron a toda la asamblea para su aprobación, no excediendo su autoridad (32)

Las tribus orientales, los ofensores, respondieron corrigiendo el malentendido mediante la presentación de los hechos en forma solemne, pía y vigorosa. Convinieron en tomar acción decisiva contra la apostasía, estando dispuestos a morir para impedirla (23) y luego explicaron clara y cabalmente su motivación. Dijeron que necesitaban un monumento apropiado, como esta reproducción de altar, para superar la barrera natural del Jordán, como un testimonio a las futuras generaciones de que sus hijos tenían igual derecho en la adoración a Dios (24–28; ver 4:5–7). No era la intención usarlo para sacrificios, y por lo tanto, no era una apostasía.
Como resultado de estos procedimientos saludables, los hermanos se separaron reconciliados unos con otros y alabando a Dios (30–34). Si la ausencia de apostasía es una causa para alabar a Dios por su presencia con su pueblo (31), luego su presencia debe impulsar a los creyentes a investigar la(s) posible(s) causa(s) de su desaprobación.

23:1-16 Discurso de despedida de Josué

Las “últimas palabras” de Josué lo colocan en la compañía distinguida de Moisés (Deut. 31:1–13), Samuel (1 Sam. 12:1–24) y David (1 Rey. 2:1–9), cuyas últimas palabras pusieron énfasis en la fidelidad al pacto. El discurso se dio poco después que Josué había repartido la tierra (ver 13:1). Ambos, Moisés y Josué, fundadores de la teocracia, mantuvieron la fe hasta su muerte y fueron modelos del dirigente ideal, enseñando a la generación siguiente a mantener el pacto (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Tim. 3:10–4:6; 2 Ped. 1:12–21).
23:1–4 Prólogo histórico. En tanto que Moisés validaba la fidelidad del pacto de Dios haciendo un recuento de su conquista de la tierra al oriente del Jordán (Deut. 31:4), Josué la verificó repasando la destrucción que Dios hizo de los cananeos al occidente del Jordán (3) y su reparto de las naciones conquistadas que quedaron (4). El pueblo lo había visto con sus propios ojos. Sin embargo, hoy el Espíritu inspira fe a través de la proclamación de las palabras de fe (Rom. 10:6–13).
23:5–8 Obligaciones del pacto. Dios se había comprometido a continuar sacando a los cananeos (5), e Israel se había comprometido a ser fuerte en la fe (ver 1:6, 9) y a guardar la ley (6). Prometieron no ser seducidos a la adoración de las deidades cananeas que hacían tan pocas demandas morales (7; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 5:9; 8:19) y dieron su palabra de continuar uniéndose exclusivamente a Dios (8; ver 1:7–9). Como en su despedida a las tribus orientales, Josué tomó su vocabulario directamente del libro de Deut.
23:9–11 Experiencia del pacto. La generación de Josué se había unido al Señor y experimentado las promesas de su pacto. Conforme la promesa, nadie les hizo frente (ver 1:5). En este punto podemos discernir el esquema teológico del narrador impuesto sobre la información (ver 13:1–7). El pasa revista a las victorias de fe de Israel sobre naciones grandes y fuertes y no menciona sus fracasos de incredulidad (ver 17:12, 13, 14–18; 18:3, 47). Esa experiencia positiva era suficiente motivación para amar al Señor vuestro Dios (ver 22:5).
23:12, 13  Maldiciones del pacto. El antiguo pacto de Israel contenía tanto promesas de bendiciones por guardarlo como amenazas de castigo extremo por violarlo (ver Lev. 26; Deut. 28). Al ma nifestar las obligaciones del pacto, Josué subraya la separación religiosa de los cananeos (7) y los previene contra todo contacto social con ellos (12), asumiendo que su contaminación religiosa y ética era contagiosa y traería la ira de Dios sobre Israel como sobre ellos (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 7:2–4). Si Israel se aliara con estas naciones, ellas serían usadas en contra de Israel para infligir las maldiciones del pacto sobre los infieles (cf.cf. Confer (lat.), compare 5:13–15). En la batalla entre el reino de Dios y los reinos de este mundo, uno no puede ser neutral (cf.cf. Confer (lat.), compare Ef. 6:10–18). Ya sea el santo o el pecador, uno debe prevalecer. El que no es por Cristo es contra él (Mat. 12:30). Los que no están comprometidos serán destruidos (cf.cf. Confer (lat.), compare Prov. 24:30–34), pero el Espíritu dentro de los santos es mayor que las fuerzas espirituales puestas en batalla en contra de ellos. Quienes profesan una relación de pacto con Dios, deben perseverar en su fe para permanecer en la tierra de bendición (13; cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Crón. 7:19–22; Heb. 6:4–7; 10:26–31), como lo enseña dolorosamente la trágica historia de Israel (2 Rey. 17:7, 8; 24:20). Para las ventajas del nuevo pacto, ver 1:7–9 y para las desventajas de coexistir con “las naciones”, ver 9:1–27.
23:14–16 La palabra de Dios es verdad. La generación de Israel que conquistó la tierra sabía por experiencia que Dios cumple sus promesas (1:1–9; 21:43–45). Josué había validado esa verdad a través de su vida (14). La fidelidad de Dios al guardar las promesas de su pacto alienta a los santos a la fidelidad, los fortalece en la adversidad y los refrena en la tentación (22:4, 5). Dios no es caprichoso, de modo que su pueblo no tiene que vivir en ansiedad. El habla claramente tanto las promesas para inspirar amor, como las amenazas para provocar temor. Dios edificó a Israel en una gran nación en la buena tierra para santificarla mediante su ley (ver 8:30–35). Si su pueblo falla en su misión, él lo destruirá (cf.cf. Confer (lat.), compare Mar. 12:1–12).

24:1-28 Renovación del pacto en Siquem

Los ancianos de Israel, quienes fueron testigos oculares de los asombrosos actos de Dios en la fundación de la nación, ratificaron y renovaron su pacto con él cuatro veces. Originalmente en Sinaí, después del maravilloso éxodo (Exo. 24); en Moab, después que Dios los había preservado milagrosamente en el desierto y habían conquistado la tierra al oriente del Jordán (Deut. 29:1); en el monte Ebal después de las victorias en Jericó y Hai (8:30–34); y finalmente aquí en Siquem, después de los sorprendentes triunfos sobre las coaliciones cananeas (11–13, 18). Las primeras dos fueron media das a través de Moisés, las últimas dos a través de Josué. Aquí está uno de los vínculos más fuertes entre Moisés y Josué: ambos mediaron el pacto del Señor. Los ancianos en estas ocasiones representaban a toda la nación.
Josué reunió al pueblo en Siquem delante de Dios (o sea, ante el arca) para renovar el pacto, al mismo tiempo de su discurso de despedida (cap. 23) o en una ocasión por separado. Evidentemente, el santuario portátil y el arca habían sido llevados a este sitio sagrado (32; 8:30–35; Gén. 33:18–20).
El pacto era similar a los tratados del antiguo Cercano Oriente, en el cual una superpotencia (Egipto, Asiria, Babilonia, Hati) entraba en relación con una nación más débil (Ugarit y Amurru [amorreos] para mencionar solamente dos). Esta clase de acuerdo, conocido como un “tratado de vasallaje”, tenía típicamente seis partes: Un preámbulo identificando al gran rey (2a); un prólogo histó rico relatando las bondades del rey hacia el vasallo (2b–13); estipulaciones, siendo la básica servir solamente al rey y a su reino (14); maldiciones y bendiciones (19); testigos (22, 27); y el depósito del docu mento del tratado (25, 26). Un tratado individual podía variar de este esquema, pero se percibía el patrón básico (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 19–24; 1 Sam. 12).
24:2a  Preámbulo: Identificando al gran Rey. Josué habló como un profeta, como un mensajero de la corte celestial. El gran Rey en persona estaba siempre representado como el autor del pacto. El cambio de “yo” a “él” con referencia a un autor, como en el v. 7, no es excepcional en la literatura antigua.
24:2b–13 Prólogo histórico: La bondad del Rey. Típicamente, el gran Rey relataba la historia de su relación con su vasallo para inspirarle un sentido de confianza y obligación (ver 13:1–7). Un reino perdurable debe establecerse sobre base de consentimiento interior, no sobre la fuerza (23; 22:5).
El Señor principió su relación única con Israel cuando redimió a Abraham de su familia pagana encabezada por Taré. Las familias bendecidas de Israel circuncidaban a sus hijos para mostrar su nue va fe. El resto de la historia sagrada es bien conocido desde el Pentateuco y el libro de Josué excepto por la adición: los señores de Jericó combatieron contra vosotros (11). Se señalan especialmente siete naciones para denotar totalidad (ver 3:10). La avispa (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 7:20) es probablemente una imagen de pánico y confusión por la cual Dios ayudó a Israel a conquistar. Lo que se enfatiza es que la victoria fue ganada no por la fuerza de las armas sino por la intervención milagrosa de Dios. Los dos reyes de los amorreos son Sejón rey de los amorreos y Og rey de Basán (12:2–5). Si bien Israel pudo haber usado espada y arco al tomar la tierra prometida, no pueden atribuir su victoria a ellas (12; cf.cf. Confer (lat.), compare 23:5; Sal. 44:1–3).
24:14–18 Estipulación: ser leal al Señor. Los antiguos tratados de vasallaje esencialmente estipulaban lealtad exclusiva al gran Rey. Un tratado heteo ordena: “¡No vuelvan sus ojos a nadie más!” Aquí es igual. Temed a Jehovah (14a) impone ondear una bandera blanca de rendición ante la ley del Señor, de sometimiento de uno mismo a sus mandamientos. Uno no puede “temerle” y al mismo tiempo servir a otros dioses (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 17:32–34); estos ídolos deben ser arrojados (14b; cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 35:2–4). El Dios celoso de Israel no tolera rival. Tampoco Jesús (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 6:24; Luc. 14:26). La referencia a Egipto (14b) añade al Pentateuco que la redención de Israel de Egipto fue espiritual, no sólo política (ver Eze. 20:5–10; 23:1–4). Dios demanda que el pueblo escoja dónde descansa su lealtad, si con los antiguos dioses de Taré, los nuevos dioses de Canaán, o con él (15; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Rey. 18:21; Apoc. 3:16), un ofrecimiento de opciones que asume la libertad de Israel ante Dios.
Entrar en el pacto era asunto que tenía que decidir cada familia en lo individual, como puede verse en la famosa resolución de Josué (15b). Aunque Israel funcionaba como una nación, el pacto era esencialmente un asunto de familia, y todavía lo es (cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 16:31). Como testigos oculares de los actos narrados en el prólogo y por lo tanto capaces de confirmar su exactitud, esa generación apro piadamente formó el fundamento para la relación del antiguo pacto con Dios. Después de esto, el pacto será transmitido por la boca de una generación y recibido en el corazón de la siguiente (Deut. 31:11–14). Así también la comunidad del nuevo pacto se edifica sobre los apóstoles quienes fueron testigos oculares de la vida de Jesucristo, especialmente su resurrección (Hech. 1:21, 22; 1 Cor. 15:58) y después de eso la boca lo confiesa y el corazón lo recibe (Rom. 10:6–10).
24:19–21 Maldiciones del pacto. Josué sabía por la revelación divina y por la experiencia, que el pueblo era incapaz de guardar el antiguo pacto (19; ver Deut. 31:14–32:47). Juiciosamente advirtió que romper el pacto con el Dios santo y celoso, que no soportará vuestras rebeliones ni vuestros pecados (o sea, desistir de las maldiciones del pacto), conduciría a las sanciones desastrosas de las maldiciones del pacto (20; cf.cf. Confer (lat.), compare 23:12, 13). Precisamente porque el carácter de Dios no cambia, su actitud hacia el pueblo cambia cuando se vuelve a él o en contra de él; en esta forma él recompensa el bien y castiga la maldad (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 18:5–10). Su única esperanza está en la sangre expiatoria de Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 32:1, 2; 130:3, 4; Luc. 22:20; Rom. 3:21–26). A través del fracaso del antiguo pacto, debido a la inconstancia humana, Israel aprenderá siglos más tarde la necesidad del nuevo pacto y un caminar en el Espíritu, como aun Pablo tuvo que aprender (Rom. 7:7–8:4). Los caminos de Dios en la historia están llenos con el misterio de su propia gloria (Rom. 11:33–36).
La generación fundadora esencialmente guardó el pacto, aunque Josué tuvo que exhortar a ciertas familias a quitar sus antiguos dioses (14, 23).
24:22–27 Testigos del pacto y depósito de la ley. Moisés enseñó al pueblo un canto como un testimonio contra ellos (Deut. 31:9–32:44). Josué llamó al pueblo a ser testigos contra ellos mismos (22). Con su resolución, sabia por su conocimiento de la fidelidad de Dios pero al mismo tiempo insensata por su ignorancia de la inconstancia humana (24), Josué renovó el pacto, redactando su contenido de acuerdo con las estipulaciones y registrándolas en un cierto libro de la Ley de Dios (25a–26) que no se ha conservado aparte de esta mención. La gran piedra que erigió como testimonio adicional en contra de ellos, posiblemente fue un pilar conteniendo el pacto (26b, 27; cf.cf. Confer (lat.), compare 8:31–32; Jue. 9:6; ver también 4:5–7; Gén. 28:18; 31:45–50; 1 Sam. 7:12).
24:28  Disolución de la asamblea. Habiendo concluido su labor, la tierra poseída y el pacto renovado, Josué despidió al pueblo por última vez.

24:29-33 Posdata: menciones sobre sepultura

El deuteronomista concluye su libro con la sepultura de Josué (29, 30), José (32) y Eleazar (33), en el resto de la tierra prometida, porque ellos simbolizan su tema dominante: A esa generación fiel, Dios dio reposo en la tierra que había prometido a sus padres. Josué es finalmente recompensado con el título honorífico que había ganado: siervo de Jehovah (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:1). Otro y más grande, mediará el nue vo pacto (Isa. 42:6; 49:8).
28–31 vincula los libros de Jos. y Jue. (Jue. 2:6–9), contrastando la bendición de la generación fundadora con la ruina de la siguiente. El v. 32 vincula el libro con el Pentateuco (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 50:25; Exo. 13:19).
Bruce K. Waltke
JUECES
Introducción

EL LUGAR DE JUECES EN EL AT

El libro de Jue. es parte de la narración bíblica de la historia de Israel, desde su entrada a la tierra de Canaán (en el libro de Jos.) hasta su salida temporal de ella (al término de 2 Rey.). Mucho de esta parte del ATAT Antiguo Testamento está dedicado a las narraciones de los reinados de los reyes de Israel, comenzando con Saúl, David y Salomón. Pero entre la llegada de Israel a Canaán y el establecimiento de la monarquía, hubo un período de cerca de 200 años (c. 1200–1000 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) conocido como el período de los jueces. En este período Israel no tenía una administración formal, centralizada, y dependía de hombres y mujeres especialmente dotados que Dios levantó para proporcionar liderazgo. Se les llamó jueces porque llevaban a cabo el juicio de Dios, fuera sacando a los enemigos o arreglando las disputas entre los mismos israelitas. Las activida des de estos jueces se describen en el libro de Jue. (de allí el nombre) y en los primeros capítulos de 1 Sam.
En el arreglo tradicional del ATAT Antiguo Testamento (reflejado todavía hoy en las Biblias judías), los libros de Jos., Jue., 1 y 2 Sam. y 1 y 2 Rey., se encuentran en la sección lla mada “Profetas” junto con Isa., Jer., Eze. y los 12 llamados “Profetas menores” (Ose.—Mal.). Como un subgrupo, Jos. —2 Rey. se conocen como los “Profetas anteriores”. Se les llama así porque tradicionalmente se pensaba que habían sido escritos por profetas, pero también (y de manera más importante) porque son proféticos en su estilo e intereses. Claramente tienen una dimensión histórica muy fuerte en ellos, pero al igual que los otros libros proféticos no están interesados simplemente con la historia por la historia misma. No son meras crónicas de eventos. Más bien, están interesados en cómo Dios actuaba en los eventos que describen. En particular, están interesados en la relación especial de Dios con Israel y cómo ésta se expresaba tanto en juicio como salvación en la historia. Esta relación especial estaba basada en el pacto que Dios hizo con los israelitas en el monte Sinaí después que los sacó de la esclavitud en Egipto (Exo. 19–20), y éste a su vez estaba basado en las promesas que Dios había hecho a Abraham siglos antes (Gén. 12:1, 2). Como veremos, el libro de Jue. es claramente profético en este sentido. Es una relación teológica de la historia de Israel en el período de los jueces. Y como los otros libros proféticos, contiene un mensaje que todavía es pertinente para el presente y el futuro.

ISRAEL EN EL PERIODO DE LOS JUECES

Poco se sabe sobre la forma de vida de Israel en el período de los jueces, aparte de lo que podemos extraer del ATAT Antiguo Testamento. La fuente principal de información es el mismo libro de Jue., pero los libros de Rut y 1 Sam. también arrojan luz valiosa sobre el período.
El territorio de Israel en ese tiempo estaba dividido en áreas tribales (ver Jos. 13–21 y el mapa en la p. 252). De las 12 tribus, nueve y media ocupaban la región entre el río Jordán (incluyendo el mar de Galilea y el mar Muerto) y la costa mediterránea. Las otras dos y media ocupaban la región de la meseta al este del Jordán. Las conquistas de pueblos vecinos como los madianitas, moabitas y amonitas (al oriente), los filisteos y la llamada Gente del Mar (al occidente), generalmente involucraban sólo parte del territorio de Israel, lo que significaba que solamente una o dos tribus eran directamente afectadas.
El vínculo esencial entre las tribus era su historia común y su fidelidad al Señor (Jehovah). El mismo era su Gobernante o Juez supremo (11:27) y su ley era la constitución de ellos. Fue esta relación de pacto con el Señor que los unió y les dio su identidad como un pueblo distinto. Al menos una vez al año se celebraba un festival religioso en el cual se recordaba al pueblo su identidad y las obligaciones que esto implicaba. Estas reuniones pro bablemente se celebraban en Silo, que estaba localizada al centro y era el lugar donde el tabernáculo de reunión se había instalado originalmente después de la llegada de Israel a Canaán (Jos. 18:1; Jue. 21:19; 1 Sam. 1:3). Este probablemente quedó como el lugar del santuario central durante todo el período de los jueces, aunque el arca del pacto se llevaba a veces a otros lugares, especialmente en tiempos de crisis (18:27). No se sabe en forma definida cuán buena era la asistencia a estos festivales y exactamente lo que pasaba en ellos, pero casi es seguro que se daban gracias por las bendiciones recibidas (o sea buenas cosechas), se hacía oración, se ofrecían sacrificios, se leía la ley dada en el monte Sinaí, y se tomaba un nuevo juramento de lealtad (al Señor y uno a otro). Probablemente era el juez en funciones el que leía la ley, asistido por los sacerdotes (2:17; 18:27). Todo el valor de esto era una renovación del pacto y un nuevo compromiso para vivir por él (cf.cf. Confer (lat.), compare Jos. 24).
En su mayor parte, la administración de justicia cotidiana y la vigilancia de los asuntos de la comunidad, la proporcionaban en forma local los ancianos de los diferentes clanes y tribus (11:4–11; Rut 4:1–12). Pero los asuntos que no podían decidirse localmente, eran llevados para su resolución al juez en funciones en ese tiempo, ya sea a un lugar céntrico (4:4, 5) o en ciertas ciudades designadas que el juez visitaba regularmente (1 Sam. 7:15–17). De cuando en cuando, como la ocasión lo requería, se reunían asambleas de representantes ad hoc de las diferentes tribus para tratar asuntos de interés común, tales como un mal comportamiento serio de una de las tribus o un ataque enemigo contra una o más de ellas. En tales ocasiones se requería una acción decisiva, concertada, para preservar la integridad de Israel. No había ejército permanente, de modo que era necesario levantar una fuerza fresca de voluntarios cada vez que se suscitaba una emergencia nacional, y el carisma personal de un individuo con frecuencia desempeñaba un papel crucial en que esto se hiciera rápidamente. Parece que al menos algunos de los jueces llegaron al cargo precisamente por su habilidad para proveer un liderazgo inspirador en tales ocasiones (11:1–10). Otros parece que fueron nombrados en circunstancias más pacíficas, aunque no se sabe exactamente cómo se hacía.
Sin embargo, en la práctica el “sistema” (si ese es el término correcto para ello) raramente funcionó, si alguna vez lo hizo, en forma tan suave. De hecho, había poca unidad efectiva entre las tribus israelitas en el período de los jueces. Para empezar, estaban separados unos de otros por asentamientos de cananeos no conquistados (1:19, 27–36; 4:2, 3). A diferencia de los israelitas, estos pueblos habían labrado la tierra durante generaciones, y atribuían su éxito al levantar cosechas a su adoración de varios dioses de naturaleza masculina y femenina, los baales y las astartes. Creían que ellos controlaban la tierra y el tiempo y, por lo tanto, la fertilidad del campo y del rebaño. Los israelitas eran muy atraídos a estos dioses y cada vez más mezclaban la adoración a ellos con la adoración a su propio Dios, Jehovah. Esto inevitablemente condujo a un debilitamiento de su fidelidad a Dios y entre ellos, y resultó en una declinación espiritual y moral tan seria que amenazaba con destruir a Israel desde dentro. Las tribus eran lentas para ayudarse unas a otras en tiempos de crisis (5:16, 17; 12:1–7) e incluso cayeron en luchas entre ellas (8:1–3; 12:1–6; 20:1–48). La mayoría estaba preocupada solamente por sus propios intereses y se aprovechaban de la falta de gobierno central para hacer lo que quería (17:6; 21:25). Este deterioro interno amenazaba destruir la estructura misma de Israel y, de hecho, constituyó una amenaza mucho más severa a su supervivencia en el período de los jueces, que cualquier ataque externo.
Sin embargo, en esas circunstancias, como siempre, hubo israelitas fieles que continuaron silenciosamente llevando vidas de piedad genuina. El libro de Jue. enfoca principalmente las crisis frecuentes que Israel enfrentó y de esa manera nos da una impresión bastante turbulenta del período. Pero también indica con claridad que hubo largos períodos de paz y relativa prosperidad, en los cuales la vida a nivel local pudo asentarse en un tenor más apacible (3:11, 30; 8:28; 10:3–5; 12:8–10). En este respecto, a Jue. lo complementa finamente el libro de Rut con su historia gentil y conmovedora de los asuntos de una familia de Belén. Aquí los agricultores lucharon contra las inclemencias del tiempo, las personas se conocieron y enamoraron, y los ancianos buscaron la guía de los asuntos de la comunidad en los senderos probados de la ley del pacto y la costumbre local. Ambos libros testifican el hecho de que, sea en la turbulencia de crisis nacionales o el tenor más apacible de la vida en la aldea, Dios estaba profundamente involucrado y soberanamente activo en las vidas de su pueblo, preservándolas y disciplinándolas, y dirigiendo todas las cosas para su bien.

EL ORIGEN Y LA FECHA DEL LIBRO DE JUECES

Precisamente cómo llegó a existir el libro de Jue. y cuándo se completó en la forma que ahora lo tenemos, continúa siendo un asunto de debate entre los eruditos. El punto de vista tradicional judío es que fue escrito por el profeta Samuel y éste puede contener al menos un elemento de verdad. Pero hay indicaciones de que el proceso de composición del libro fue mucho más complejo y prolongado que lo que sugiere este punto de vista tradicional.
El grueso del libro parece estar basado en una fuente de material que fue ya sea contemporánea con, o muy cercana a, los eventos mismos. Las notas sobre los así llamados “jueces menores” en 10:1–5 y 12:8–15 (enmarcando la historia de Jefté), probablemente salieron de una fuente documental de esta clase. Y los relatos de las proezas de jueces-libertadores como Ehud, Barac, Gedeón y Sansón, muy probablemente se derivan de una colección al principio de tales historias de héroes, ya sea en forma oral o escrita. El hecho de que Jefté parece importante en ambas, puede haberle dado pie al autor del libro para combinar estas dos fuentes. Mucho menos parece que se haya conocido sobre las proezas de Otoniel, el primer libertador, de modo que el relato de su carrera está expresado en términos bastante generales, estereotipados, por el autor mismo (3:7–11). El cántico poético de Débora y Barac en el cap. 5 está compuesto en heb. muy primitivo y la mayoría de los eruditos reconoce que se originó muy próximo al tiempo de los eventos que describe. Otra fuente de material primitivo parece reflejarse en el capítulo inicial del libro (especialmente vv. 4–7, 11–15, 22–26) y en las dos historias narradas vívidamente en los caps. 17–21.
Puede discernirse claramente la mano de un editor que trabajó con las fuentes de materiales en la revisión que se proporciona en 2:6–19, y en las introducciones y conclusiones repetitivas a los episodios mayores en los caps. 3–16. Estas proporcionan un tipo de armazón editorial que unifica la parte central de Jue. Otra instancia clara de trabajo editorial está en el refrán de 17:6; 18:1; 19:1 y 21:25, que une a las dos narraciones mayores que concluyen el libro.
Es clara la evidencia de una fuente primitiva de material, como lo es la evidencia de formación editorial. Pero si la última la realizó un solo autor o dos o autores en sucesión, es difícil, si no imposible, decirlo.
También es difícil saber con certeza cuándo tuvo lugar la formación final del libro. Como se explica más a fondo en el comentario mismo, la descripción detallada de la localización de Silo en 21:19 sugiere una época de escritura cuando se recordaba la destrucción de Silo (un evento de fecha incierta), pero que había pasado hacía mucho (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 7:14), y la expresión “la cautividad de la tierra” en 18:30 probablemente se refiere a la devastación final de Israel, el reino del norte, por Asiria en el siglo octavo a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Más significativamente, la revisión del período de los jueces en 2:11–19, los discursos en 2:1–5, 6:7–10 y 10:11–15, y las introducciones y conclusiones repetitivas a los episodios mayores en los caps. 3–16, son todos fuertes reminiscencias tanto del estilo como de los intereses teológicos del libro de Deut. Esto sugiere que el autor que añadió este material vivió después de las reformas llevadas a cabo por Josías en el siglo séptimo a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (1 Rey. 22). La naturaleza de estas reformas deja poca duda que el “libro de la Ley”, que fue descubierto en el templo en ese tiempo, era alguna forma del libro de Deut. Ciertamente, la influencia de Deut. es clara en el siguiente par de siglos en la predicación de Jeremías y en los libros de 1 y 2 Rey., y parece estar presente también en el libro de Jue.
La mayoría de los eruditos creen que Jue. es parte de lo que fue originalmente una larga pieza de escritos históricos cubriendo lo que es ahora los libros de Deut., Jos., Jue., 1 y 2 Sam. y 1 y 2 Rey. Se piensa que esta historia de Israel desde la conquista de Canaán hasta el exilio en Babilonia, fue escrita después de la caída de Jerusalén en 587 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (2 Rey. 25:1, 2) para explicar por qué había acontecido este desastre. Lo hizo mostrando cómo Israel había empezado a deslizarse en la apostasía pronto después de su entrada a Canaán, y cómo esto había continuado en siglos subsecuentes hasta que el juicio de Dios había finalmente caído sobre la nación. El desastre de 587 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo fue visto así como el cumplimiento de las maldiciones del pacto de Deut. 28. El estilo y la teología de todo el libro, desde el principio hasta el fin, fue influido fuertemente por el libro de Deut. y por esa razón comúnmente se refiere a él como la “historia deuteronómica”. Una de las piezas de evidencia más fuertes para esta teoría es la declaración en 1 Rey. 6:1 de que Salomón empezó a construir el templo 480 (40 x 12) años después del éxodo de Egipto, parece ser parte de un esquema cronológico que se extiende de Deut. a 2 Rey. y se refleja en el libro de Jue. Esto puede verse en los números “redondos” (40 u 80 años) usados para los períodos de paz (7:11; 3:30; 5:31; 8:28). Contrastan las cifras más impredecibles que aparecen en el material tomado directamente de las fuentes primitivas (p. ej.p. ej. Por ejemplo 3:8, 14; 4:3; 10:2, 3).
Los eruditos están divididos entre si la historia deuteronómica fue primero concebida como un todo y más tarde dividida en libros separados, o si los libros primero existieron independientemente y se les dio su forma final por alguien que tenía un cuadro más grande en perspectiva. Probablemente hubo una combinación de estos dos procesos. Los libros de Rey. probablemente fueron escritos directamente por el autor mismo de varias fuentes, si bien en la primera parte de la historia trabajó con libros que ya existían en alguna forma. En todo caso, el resultado que tenemos ahora es una serie de libros relacionados íntimamente, en lugar de una sola composición en el sentido estricto. Pero dada su relación cercana con los otros libros en la serie, es probable que a Jue. se le dio su forma final al mismo tiempo que a ellos, a saber, en el siglo sexto a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo durante el exilio babilonio. Samuel bien pudo haber tenido una parte en las primeras fases de su formación, pero se desconoce la identidad del autor o editor final.

ESTRUCTURA Y TEMAS

Cualquiera que haya sido su historia, el libro de Jue. como lo tenemos ahora es una unidad literaria bien redondeada, con una estructura muy definida y temas desarrollados claramente.
El cuerpo principal del libro, que trata de las carreras de los diferentes jueces, se extiende desde 3:7 hasta 16:31. Es precedido por una introducción en dos partes (1:1–2:5 y 2:6–3:6) y seguida por un epílogo, también en dos partes (caps. 17–18 y 19–21). La cuestión que se pregunta al principio del libro (1:1, 2), se vuelve a preguntar en circunstancias muy diferentes al final (20:18). Así, al llegar al final del libro se nos invita a reflexionar sobre el punto desde el cual partimos y, sobre todo, lo que ha acontecido entretanto.
La primera parte de la introducción (1:1–2:5), trata del deterioro progresivo en la relación de Israel con los cananeos, que siguió a la muerte de Josué (1:1). Los esfuerzos de las diversas tribus para poseer y ocupar las tierras que les habían sido asignadas (Jos. 13–19) toparon con dificultades crecientes cuando los cananeos, particularmente en la región de la costa y las ciudades clave fortificadas en el norte, opusieron una resistencia muy resuelta (ver especialmente vv. 19, 27, 28). Esto condujo a una situación de estancamiento tenso en la cual israelitas y cananeos vivían unos al lado de los otros. Los israelitas tenían el dominio, pero estaban excluidos de partes significativas de la tierra. La tribu de Dan, en particular, estaba confinada a las montañas y no podía poner un pie firme en su propio territorio cerca de la costa (1:34). Era una situación que estaba lejos de las expectaciones con las que Israel se había lanzado, expectaciones arraigadas en las promesas que Dios había hecho a sus antepasados (Jos. 23:1–5; cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 12:1–3; 15:12–21; 28:13–15). Esta sección de la introducción termina con el llanto de los israelitas delante del Señor en Boquim (Betel) y cuando se les dice lo que había estado mal (2:1–5). La razón de su fracaso no han sido los carros de hierro o las fortificaciones fuertes de los cananeos, sino su propia infidelidad. En el territorio que habían tenido éxito en tomar, habían empezado a ceder permitiendo que continuaran los altares paganos de los cananeos y por esta causa el Señor les había retirado su ayuda. Al mismo tiempo que miraba atrás, este discurso clave del “ángel del Señor” ve también hacia adelante con la predicción de que los cananeos y sus dioses continuarán siendo trampas y piedras de tropiezo para los israelitas.
La segunda parte de la introducción (2:6–3:6) regresa luego al principio (obsérvese cómo Josué reaparece en 2:6) y hace de este problema espiritual subyacente el foco principal de atención. En unas cuantas pinceladas hábiles se bosqueja la declinación inicial de Israel en la apostasía (2:6–10), y luego se traza el patrón completo del subsiguiente período de los jueces (2:11–19). Se presenta como un período de apostasía persistente, en el cual el Señor juzga a los israelitas en forma alternada, ya sea entregándolos a opresores extranjeros y luego (cuando se encuentran en gran angustia) tiene piedad de ellos y levanta a un juez que los libere. En estos períodos los israelitas desistían temporalmente de su apostasía, pero rápidamente volvían a ella tan pronto como el juez moría (19a). En breve, a pesar de los muchos intentos del Señor para restaurarlos de sus malos caminos, los israelitas persistían en ellos (19b). Esto conduce a otro discurso crucial en 2:20–22, en el cual el Señor anuncia lo que se propone hacer como su respuesta final a todo lo que ha acontecido. Las naciones que quedaron originalmente (al tiempo en que Josué murió) para probar la fidelidad de Israel, ahora van a quedar permanentemente como un castigo por su infidelidad (ver el comentario sobre este pasaje). Esta es la culminación de esta segunda parte y de la introducción como un todo. Los versículos que quedan (2:23–3:6) sencillamente resumen lo que ya se ha dicho.
Así la introducción, además de diagnosticar lo que estuvo mal y poner frente a nosotros lo que sigue, pone en claro que el problema central del libro es, a saber, la apostasía persistente de Israel en el período de los jueces y la respuesta del Señor a ella. El libro responde a la pregunta: “¿Por qué Israel nunca poseyó plenamente la tierra que Dios prometió a sus antepasados?” Y se da la respuesta: “Por causa de la apostasía que siguió a la muerte de Josué.” Jue. explica la acción del Señor completamente justificada en vista de la infidelidad persistente de Israel. Los libros posteriores de la historia deuteronómica continúan explicando y justificando su acto más drástico de expulsar totalmente a Israel de la tierra (ver arriba).
La sección central del libro (3:7–16:31) completa el bosquejo que ya se dio en la introducción (2:11–19) y desarrolla un número de subtemas en el proceso. Registra las carreras de 12 jueces en total: Otoniel, Ehud, Samgar, Barac, Gedeón, Tola, Jaír, Jefté, Ibzán, Elón, Abdón y Sansón. Débora y Jael desempeñan papeles muy significativos en el episodio de Barac, y de Débora incluso se dice que “gobernaba” (lit.lit. Literalmente “juzgaba”) a Israel (4:4, 5), pero en términos del diseño total del libro, los caps. 4–5 deben verse esencialmente como una narración de la carrera de Barac. Y aunque se relatan con cierto detalle las actividades del hijo de Gedeón, Abimelec, él no es un juez en términos de la forma en que el oficio se describe en la introducción.
Como la primera parte de la introducción principió con Judá y terminó con Dan (1:1–34), así esta sección central empieza con Otoniel desde Judá (3:7–11) y termina con Sansón el danita (caps. 13–16). La carrera de Otoniel ejemplifica lo que significaba ser un juez y lo que debía hacer. Los siguientes jueces representan una serie de variaciones de este modelo básico, culminando con Sansón, cuyo comportamiento es tan grotesco que a duras penas se le puede reconocer como juez. El modelo de esta parte del libro se ha descrito con frecuencia en términos de un ciclo repetido de apostasía, opresión, llamamiento del Señor, liberación, paz y apostasía renovada. Ciertamente hay mucha repetición, pero también hay un cambio progresivo, de modo que el resultado se describe mejor en términos de una espiral descendente que de un simple modelo repetido.
La desunión entre los israelitas aparece primero en el episodio de Barac (5:16, 17, 23) y empeora bajo jueces posteriores. Después de los 40 años que siguieron a la victoria de Gedeón (8:28), no se vuelve a decir que la tierra gozara de paz y para el tiempo del episodio de Sansón, los israelitas ni siquiera clamaban ya al Señor para que los salvara. Y conforme estos capítulos siguen su curso, los jueces mismos gradualmente llegaron a estar más y más implicados en la maldad de la nación como un todo. El clímax se alcanza en Sansón, voluntarioso y renuente en lo personal para aceptar su llamamiento, quien perfectamente resume la indocilidad y conflicto de la nación como un todo. De la manera que Israel había sido apartado de otras naciones por el pacto de Dios con ellos, así Sansón fue apartado de otros hombres por su llamamiento como un nazareo. Como Israel había seguido en pos de dioses ajenos, Sansón va tras mujeres extranjeras. Israel había querido ser como otras naciones; Sansón quiere ser como otros hombres. Y como Israel había vuelto repetidamente al Señor en su desgracia, así también Sansón. En breve, los subtemas que corren a través de toda la sección central del libro (la lucha de Israel contra su destino y la perseverancia del Señor hacia ella en juicio y gracia), finalmente son llevados a un enfoque bien definido en la historia de Sansón. Su historia es la historia de Israel como un todo en el período de los jueces.
Las dos historias que forman el epílogo (caps. 17–21) se localizan muy generalmente en el período de los jueces, pero no siguen cronológicamente a lo que ha pasado antes. En ellas el enfoque cambia del pecado de Israel como un todo a los pecados de los individuos y de las comunidades que comprende: “cada uno hacía lo que le parecía recto” (17:6). La primera historia (Micaías y sus ídolos; caps. 17–18) trata del caos religioso del período, y la segunda (el levita y su concubina; caps. 19–21) trata del caos moral que lo acompañaba. Juntas nos muestran que Israel estaba más en peligro por su propia decadencia interna, moral y espiritualmente, que por cualquier ataque exterior. La segunda historia en particular muestra cómo las instituciones que debían haber provisto estabilidad (el sacerdocio levítico, la hospitalidad y la vida familiar, los ancianos y la asamblea de los dirigentes de las tribus) se consideraban ineficaces e incluso positivamente dañinas, por causa de la bancarrota moral de los individuos. El epílogo no nos deja duda que ciertamente no fue la calidad de su liderazgo o de sus instituciones lo que sostuvo unido a Israel. La supervivencia de Israel fue un milagro de la gracia de Dios.
El refrán que corre a través del epílogo (“En aquellos días no había rey en Israel … ”, 17:6; 18:1; 19:1; 21:25) baja la cortina sobre un período y anticipa otro. Los reyes, como los jueces, tendrán su lugar en la historia de Israel y probarán ser útiles en su momento, pero también fracasarán por la pecaminosidad humana. Como lo muestra la historia deuteronómica como un todo, ninguna institución, por válida que sea, tiene la llave del futuro de Israel. Es sólo la promesa continua de Dios a su pueblo la que lo logra: “Porque él hace doler, pero también venda; él golpea, pero sus manos sanan” (Job 5:18).

PERTINENCIA PARA LOS CRISTIANOS HOY

El NTNT Nuevo Testamento contiene muy pocas referencias claras al libro de Jue. Hay una referencia de paso al período de los jueces como un todo, en Hech. 13:20, y Gedeón, Barac, Sansón y Jefté se mencionan como héroes de la fe en Heb. 11:32. Aparte de esto, solamente hay, cuando mucho, alusiones veladas. Por ejemplo, María fue alabada en términos que sugieren que su bendición era comparable a la de Jael (Luc. 1:42; cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 5:24), y parece haber alusiones a Sansón (Jue. 13:4, 5) en los anuncios del nacimiento tanto de Juan el Bautista (Luc. 1:15) como de Jesús (Mat. 2:23).
Estas pocas referencias y alusiones, sin embargo, apuntan a una continuidad mucho más lejana entre Jue. y el NTNT Nuevo Testamento, que la que puede aparecer de principio. Porque la venida de Cristo, precedida por Juan el Bautista, fue la culminación de todos los actos de juicio y gracia de Dios en el período del ATAT Antiguo Testamento, incluyendo el período de los jueces (Luc. 1:54, 55, 68–79). Y si los israelitas del período de los jueces fracasaron por su incredulidad para penetrar en su heredad total, eso no significó que los propósitos últimos de Dios para su pueblo hayan sido frustrados. Dios permaneció comprometido con ellos, y a través de Cristo expiaría finalmente sus pecados y los llevaría a la realización plena de lo que había prometido, incluyendo la inclusión en su reino de gente de todas las naciones. Como lo dice el apóstol Pablo: “Porque todas las promesas de Dios son en él ’sí’ ” (2 Cor. 1:20). Esto significa que los israelitas del período de los jueces son nuestros antepasados espirituales, y que el Dios que se mostró a sí mismo tan comprometido con ellos, es nuestro Dios también. No es otro que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Puede sorprendernos encontrar hombres con faltas tan obvias como Gedeón, Barac, Jefté y Sansón, considerados como héroes de la fe. Pero quizá, luego de reflexionar, no sea tan sorprendente, porque la única cosa que todos ellos sabían era que, al final, era solamente el Señor el que podía salvar a Israel (11:27). Saber eso y actuar en consecuencia, como lo hicieron estos hombres, es de lo que se trata la fe. En este respecto, las historias de los jueces tienen algo que enseñarnos a todos y especialmente a aquellos que son llamados al liderazgo del pueblo de Dios. Pero más importante aún, a pesar de sus muchas faltas, todos los jueces fueron precursores del más grande Salvador de todos. Y quizá es tanto por sus imperfecciones como por sus proezas de poder divino, que ellos apuntan allende sí mismos a él. El libro de Jue. trata de un pueblo sin fe y de un Dios fiel. La historia de Israel en el período de los jueces, es nuestra historia también.

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1—2:5 Después de Josué: decadencia militar
1:1, 2 Los israelitas consultan al Señor
1:3-21 Los éxitos y fracasos de las tribus del sur
1:22-36 Los éxitos y fracasos de las tribus del norte
2:1-5 Israel acusado de desobediencia

2:6—3:6 Después de Josué: decadencia espiritual
2:6-10 El desliz hacia la apostasía
2:11-19 Revisión del período de los jueces
2:20—3:6 La respuesta última del Señor

3:7 —16:31Las carreras de los jueces
3:7-11 Otoniel
3:12-30 Ehud
3:31 Samgar
4:1—5:31 Barac (más Débora y Jael)
6:1—8:35 Gedeón
9:1-57 Experimento de Abimelec con la monarquía
10:1-5 Tola y Jaír
10:6—12:7 Jefté
12:8-15 Ibzán, Elón y Abdón
13:1—16:31 Sansón

17:1—18:31 Caos religioso: Micaías y su santuario
17:1-13 El origen de los ídolos de Micaías
18:1-31 La historia subsecuente de los ídolos de Micaías

19:1—21:25 Caos moral: el levita y su concubina
19:1-28 La violación en Gabaa
19:29—21:25 La respuesta a la violación
Comentario
1:1-2:5 DESPUES DE JOSUE: DECADENCIA MILITAR

1:1, 2 Los israelitas consultan al Señor
Para la muerte de Josué, ver Jos. 24:28, 29. Antes de su muerte, Josué había hablado de los cananeos que todavía vivían en la tierra que había sido asignada a las diferentes tribus, pero les aseguró a los israelitas que con la ayuda del Señor podrían desalojar a estos pueblos (Jos. 23:1–5). Consultando al Señor, el pueblo reconoció que él era su verdadero líder. Ellos probablemente hicieron su consulta a través de un sacerdote (ver 20:18, 27–28) en Gilgal cerca de Jericó, ya que éste era el punto desde el cual se movilizaron (1:16; 2:1; cf.cf. Confer (lat.), compare Jos. 5:10). Judá, elegida para ir primero en el oráculo del v. 2, era la tribu más numerosa y poderosa y la tribu de la cual vendría Jesús el Mesías (Gén. 49:10).

1:3-21 Los éxitos y fracasos de las tribus del sur

Obsérvese cómo la mención de la alianza Judá-Simeón en los vv. 3 y 17, enmarca el relato de la campaña de Judá en los vv. 4–16. Sigue en los vv. 18–21 un apéndice que resume las conquistas de Judá. La alianza era natural, porque Simeón era una tribu más pequeña cuyo territorio quedaba dentro del de Judá (Jos. 19:1).
El progreso de Judá se traza primero subiendo desde el valle del Jordán hasta Jerusalén vía Bezec (4–8) y luego descendiendo a la llanura costera al sudoeste de Jerusalén vía Hebrón, Debir y Sefat-Horma (9–16). La mutilación de Adonibezec (que significa “Señor de Bezec”) fue justa retribución por su propio trato brutal hacia otros (5–7). Jerusalén (7, 8) es la ciudad preisraelita en la frontera de los territorios de Judá y Benjamín (Jos. 15:8; 18:28). Judá le asestó un golpe devastador pero sus habitantes, los jebuseos, retuvieron (o quizá más tarde reconquistaron) un espacio allí (21). HebroŒn o Quiriat-arba (“ciudad de Arba”), era una fortificación de los de Anac, descendientes de Arba, quienes eran proverbiales por su estatura y proezas (Núm. 13:32, 33).  Otoniel, quien se distinguió en la batalla de Debir (11–15), reaparece en 3:9 como el primer juez, y su sagaz e ingeniosa esposa Acsa es la primera de un número de mujeres que aparecen en el libro (Jael en el cap. 4; “una mujer” de Tebes en el cap. 9; y Dalila en el cap. 16). El fiel Caleb, anciano pero todavía vigoroso, fue un notable representante de los ancianos que sobrevivieron a Josué (2:7; cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 13:30). El v. 16 registra el cumplimiento de una promesa hecha por Moisés a Hobab, el líder de los queneos, un clan madianita (Núm. 10:29–32), en tanto que el v. 17 muestra a Judá recompensando la ayuda de Simeón, participando en la exitosa campaña en contra de Sefat, una ciudad en el territorio de Simeón.
Hasta aquí todo va bien, pero el apéndice en los vv. 18–21 contiene las primeras indicaciones perturbadoras de que no todo iba bien. Judá tuvo victorias iniciales contra las ciudad de Gaza, AscaloŒn y EcroŒn (18), pero no pudo echar a los habitantes de esta área porque éstos tenían carros de hierro (19). Esto indica probablemente que los filisteos, con su tecnología superior, habían llegado ya a esta área. Pero causa perplejidad el porqué los carros de hierro eran tan decisivos, en vista del hecho que Jehovah estaba con Judá (19; cf.cf. Confer (lat.), compare v. 2). Es igualmente un enigma el fracaso de los de Benjamín para echar a los jebuseos de Jerusalén (21). Caleb capitalizó totalmente la victoria en Hebrón (20; cf.cf. Confer (lat.), compare v. 10), pero los de Benjamín no hicieron lo mismo después de la victoria en Jerusalén (8). La causa real de estos fracasos no se revela sino hasta 2:1–5.
Nota. 15 El NeŒguev es la parte seca al sur de Palestina, al sudoeste del extremo sur del mar Muerto. Era crítico el acceso al agua, si la tierra que Caleb le dio a Acsa iba a ser productiva.

1:22-36 Los éxitos y fracasos de las tribus del norte

Las tribus de Efraín y Manasés eran descendientes de dos hijos de José de los mismos nombres (Gén. 41:51). Eran las tribus israelitas del centro y norte de Palestina más numerosas y poderosas. Así que la casa de José aquí se refiere a estas dos tribus y las otras tribus del norte asociadas con ellas. Las dos veces que ocurre esta expresión (22, 35) enmarcan los vv. 22–35 que es un relato de las victorias y los fracasos de estas tribus del norte. El v. 36 queda fuera de este marco como un apéndice. Esto significa que los vv. 22–36 tienen el mismo modelo general de los vv. 3–21. La casa de José “subió contra” en el v. 22, como Judá en el v. 4 (el verbo es, lit.lit. Literalmente “subió” en ambos casos) y Jehovah estuvo con ellos (22) como había estado con Judá (19). Como Judá, la casa de José tuvo éxito al principio (22–26), pero seguido de una serie de fracasos (27–35) mucho más extendidos y serios que en el sur. Las semillas de este fracaso pueden verse ya en los vv. 22–26. Betel fue tomada sólo mediante un convenio con un cananeo, quien más tarde reconstruyó la ciudad en un nuevo lugar (23, 24, 26). En los siguientes versículos se traza una situación en deterioro, con los cananeos viviendo entre los israelitas (27–30), los israelitas viviendo entre los cananeos (31–33) y finalmente los amorreos confinando a los israelitas a las montañas (34). El resultado final es una situación de mantenerse a distancia, con las tribus del norte suficientemente fuertes colectivamente para dominar, pero no para echar fuera a los cananeos que quedaban (28, 30, 33, 35). La nota final (36) confirma que lo que se logró fue división de la tierra entre los israelitas y no israelitas, más que una ocupación total. Nuevamente, las razones para este fracaso que sólo se insinúan aquí, se dan explícitamente en 2:1–5.
Notas. 22 Betel (“casa de Dios”) fue llamada así por Jacob (Gén. 28:17–19; ver también sobre 4:5). 26 El Imperio Heteo incluía la actual Turquía y Palestina del norte, tan lejos al sur como el río Orontes. Había también algunos heteos en las cercanías de Hebrón (Gén. 23:1–16), pero el contexto aquí sugiere un lugar mucho más remoto. 27 Bet-seaŒn, Taanac y Meguido eran una línea de fortificaciones cananeas que se extendían hacia el occidente desde el monte Carmelo en Palestina del norte sobre el fértil valle de Jezreel. 29 Gezer era una ciudad estratégica sobre el camino de la llanura costera a Jerusalén. 30  La localización de QuitroŒn y Nahalaal es desconocida. 31 Aco … Rejob eran ciudades sobre la costa norte desde el monte Carmelo en lo que es hoy Líbano. 33 Bet-semes (“casa del sol”) y Bet-anat (“casa de Anat”, una diosa de fertilidad) eran ciudades cerca del Jordán, al sur del mar de Galilea.  34 Los amorreos (“occidentales”) eran un pueblo semítico del desierto de Arabia que se habían establecido en Canaán antes que los israelitas. 35  El monte Heres, Ajalón y Saalbén eran ciudades en las montañas al occidente de Jerusalén. 36 Acrabim (“Paso del Escorpión”) y Sela (“Roca”) estaban cerca del extremo sur del mar Muerto (cf.cf. Confer (lat.), compare el “Hazezón-tamar” de los amorreos de Gén. 14:7).

2:1-5 Israel acusado de desobediencia

Esta unidad es el clímax de 1:1–2:5. Con la “ascensión” del ángel de Jehovah en el v. 1, había llegado el tiempo de revisión y evaluación (ver 1:1 y los comentarios sobre 1:2 y 1:22). Ahora, por fin, se revela la causa real del fracaso descrito en el capítulo anterior: infidelidad al Señor (2; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 34:12–16). Si ellos hubieran sido fieles, el Señor les habría dado a los israelitas victoria completa. Así, lo que pudo haber sido una celebración de victoria se convirtió en llanto amargo (4).
Notas. 1 El ángel de Jehovah es el Señor mismo en la forma de un ángel (cf.cf. Confer (lat.), compare 6:11–24; 13:3–21). Gilgal (“círculo”) estaba cerca de Jericó (ver 1:1, 16 y comentarios). Boquim (“plañideros”) era probablemente Betel, pero aquí se le llama Boquim por la razón que se da en los vv. 4, 5.  3  Ahora por lo tanto yo digo, es más correcto que “yo digo también … ” La referencia es una amenaza hecha previamente (ver Núm. 33:35; Jos. 23:13). No es sino hasta el 2:20 ss. que el Señor anuncia su intención de llevar a cabo esta amenaza.
2:6-3:6 DESPUES DE JOSUE: DECADENCIA ESPIRITUAL

2:6-10 El desliz hacia la apostasía

El discurso del ángel del Señor en los vv. 1–5 introdujo el tema de la infidelidad de Israel. El autor ahora principia una segunda revisión del período siguiente a la muerte de Josué desde esta nueva perspectiva. Solamente se necesitó una generación para que la memoria de las grandes cosas que Dios había hecho por Israel bajo Josué se oscureciera y con ello, el conocimiento verdadero de Dios mismo.
Nota. El trasfondo a los vv. 6–10 como un todo, es Jos. 24 (especialmente vv. 28–31).  9 Timnat-seŒraj estaba en las montañas al noroeste de Jerusalén.

2:11-19 Revisión del período de los jueces

Estos versículos bosquejan un modelo que se repetirá muchas veces en los siguientes capítulos. Israel provoca al Señor adorando a otros dioses (11–13). El Señor los castiga entregándolos a sus enemigos (14, 15). Cuando se encuentran en lamentables aprietos, el Señor levanta jueces que los salvan (16–18). Cuando el juez fallece, el pueblo vuelve a sus antiguos caminos (19). El Señor se enoja y a la vez se compadece (12, 18b). Los israelitas son tercamente rebeldes (17, 19b).
Nota. Los Baales y las Astartes (11, 13) eran dioses naturales (varón y mujer, respectivamente) adorados por los cananeos. Se creía que tenían control sobre el tiempo y tenían poder para aumentar la fertilidad de la tierra, de los animales y de los humanos. Los jueces (16, 18, 19) tenían una función militar (como libertadores), una religiosa (como predicadores de la ley de Dios; ver v. 17) y una legal, de poner término a disputas en tiempos de paz (ver 4:4, 5).

2:20-3:6 La respuesta última del Señor

Con este pasaje llegamos al fin del período de los jueces y se nos dice lo que el Señor hizo finalmente como un resultado de la apostasía persistente de Israel. Los cananeos, quienes fueron dejados originalmente al tiempo de la muerte de Josué para probar la fidelidad de Israel, finalmente quedaron en forma permanente como un castigo por su infidelidad (2:20–3:4). Es decir, Israel falló en la prueba y el Señor cumplió la amenaza que había hecho en Boquim (2:3). Los dos últimos versículos (3:4, 5) resumen toda la introducción al libro: Israel vivió entre los cananeos (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:1–2:5) y sirvió a sus dioses (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:6–3:6). Los matrimonios con los cananeos, que aquí se mencionan por primera vez, fueron algo que había prohibido explícitamente el Señor (Deut. 7:3).
Notas. 22 Este versículo y el siguiente se refieren al hecho original de dejar a algunos de los cananeos como una prueba, al tiempo de la muerte de Josué (cf.cf. Confer (lat.), compare Jos. 23:4, 5).  3:1 Las guerras de Canaán son las guerras de conquista que describe el libro de Josué. 3:2 El Señor quería probar a la siguiente generación, dándole también la experiencia de la guerra contra los cananeos. 3:3 Los filisteos emigraron de Asia Menor (la moderna Turquía) vía Creta, llegando poco después que los israelitas (ver 1:18; cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 9:7). Establecieron un Estado de cinco ciudades, centrado en lo que es ahora la franja de Gaza en el sudoeste de Palestina, pero extendiéndose más allá. Los sidonios son los fenicios, cuya ciudad principal en ese tiempo era Sidón. La identidad de los heveos es desconocida. El monte Baal-hermoŒn hasta Lebo-hamat se refiere a la región montañosa al oriente de la línea principal del Líbano (hacia Damasco).  3:5 Esta es la lista tradicional de las naciones que vivieron en Canaán antes de la ocupación israelita (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 3:8, 17; 23:23).
3:7-16:31 LAS CARRERAS DE LOS JUECES

3:7-11 Otoniel

Después de la revisión de 2:6–3:6, el autor empieza ahora a darnos, en orden, las carreras de los varios jueces que el Señor levantó (ver 2:16). El primero, Otoniel, es una figura modelo en diferentes maneras. Perteneció a un clan que tenía conexiones cercanas con Judá, la tribu dirigente (1:13). Aun más, él ya se había distinguido en batalla y había ganado a la hija de Caleb como su esposa (1:11–15): ¡nada de matrimonio con cananeas para él! (Ver 3:6).
La carrera de Otoniel siguió el modelo bosquejado en 2:11–19 pero con dos detalles añadidos: el clamor de Israel (9) y su dotación con el Espíritu (10). Otoniel fue designado como el libertador escogido de Dios mediante un don de poder especial que le fue dado por Dios a través de su Espíritu. En este sentido, fue un líder “carismático”. Otoniel, el primer juez, ejemplifica los rasgos esenciales de la judicatura. Las carreras de los siguientes jueces representan variaciones de este modelo básico.
Notas. 7 Las Aseras eran el equivalente de las “astartes” (ver 2:13 y comentario). 8 CusaŒn-risataim (“Cusán de doble maldad”) era probablemente un nombre acuñado para el tirano por sus víctimas. Se desconoce su identidad real.  9 Aparte de ser el yerno de Caleb, Otoniel era también ya sea su hermano menor o su sobrino, probablemente lo último (el heb. es ambiguo), cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Crón. 4:13–15. 10 Juzgó a Israel debe tomarse aquí implicando un elemento de proclamación (ver 2:17 y comentario). Cf. Samuel en el contexto de la crisis filistea (1 Sam. 7:6).

3:12-30 Ehud

Los vv. 12–14 proporcionan el trasfondo para el relato de la carrera de Ehud, el segundo juez, en vv. 15–30. Si bien el modelo básico es el mismo como para Otoniel, Ehud es una figura bastante diferente. Era de la tribu de Benjamín (15), que recibió solamente comentario negativo en el cap. 1 (ver 1:21). Además, era zurdo (15) y usó de un engaño astuto para asesinar al tirano (16–25) antes de entrar en batalla abierta (26–29). No obstante, sus acciones fueron dirigidas providencialmente por el Señor, quien usó a este héroe tan inverosímil para llevar liberación a su pueblo indigno, pero desesperado (15, 28, 30).
Notas. 12 Moab era un pequeño Estado al oriente del mar Muerto (dentro de lo que es ahora Jordania). Los moabitas (y los amonitas; v. 13) eran descendientes de Lot, el sobrino de Abraham (Gén. 12:5; 19:36). 13 Amón se encontraba directamente al nordeste de Moab. Los amalequitas eran una tribu nómada del sur de Canaán y la parte norte de la península arábiga. Fueron los primeros enemigos que los israelitas encontraron después de dejar Egipto (Exo. 17:8–16). La Ciudad de las Palmeras es Jericó (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:16). La ciudad estaba en ruinas (Jos. 6:24; 1 Rey. 16:34). La “sala de verano” de Eglón (probablemente no tan grande como sugiere el nombre) se encontraba en el oasis cercano de “Ain es-Sultan”, que Moab había ocupado temporalmente. 15 Ser zurdo le dio a Ehud una ventaja (sorpresa) que aprovechó totalmente (21; cf.cf. Confer (lat.), compare 20:17).  19  Los ídolos (lit.lit. Literalmente “piedras esculpidas”) probablemente no eran las piedras que puso Josué (Jos. 4:20) sino los restos de un antiguo círculo pagano de piedra. Sobre Gilgal (“círculo”), ver 1:1; 2:1 y comentarios. Este fue el primer lugar en que los israelitas acamparon después de cruzar el Jordán (Jos. 4:19).  26  Se desconoce la localización de Seirat.

3:31 Samgar

Samgar es un héroe más extraño aun que Ehud. Posiblemente no era ni siquiera un israelita, porque “Samgar” no es típicamente heb. y “Anat” es claramente un nombre pagano (ver nota más adelante). Pero él también “libró a Israel” conquistando una victoria notable sobre los filisteos, que eran los enemigos tanto de los israelitas como de los cananeos (ver sobre 3:3). En esto y en su forma tan poco convencional de pelear (¡con una aguijada de buey!), Samgar anticipó las victorias posteriores de Sansón (15:15, 16). “Los días de Samgar hijo de Anat” se recuerdan en 5:6 como tiempos difíciles cuando Israel estaba duramente presionado por sus enemigos. En estas circunstancias el Señor, siempre fiel, usó medios extraordinarios para salvarlos, aunque sólo temporalmente. Como no se menciona que la paz haya sido restaurada (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:30 y 5:31), probablemente la victoria de Samgar fue aislada pero de todas maneras significativa.
Notas. Anat era la diosa cananea de la guerra, hermana y esposa de Baal. Hijo de Anat probablemente aquí significa “un hombre como Anat”, o sea, “un guerrero”. El número 600 se usaba comúnmente para referirse a una fuerza militar organizada bajo un comandante (cf.cf. Confer (lat.), compare 18:11).

4:1-5:31 Barac (más Débora y Jael)

4:1–3 Opresión. El v. 1 hace claro que la apostasía había aparecido desde el tiempo de la muerte de Ehud. La victoria de Samgar había traído alivio temporal, pero ningún cambio en la condición espiritual de Israel. Por lo tanto, el Señor renovó su juicio, esta vez en la forma de Jabín y Sísara.
Notas. 2 Hazor estaba a 30 km.km. Kilómetro(s) al noroeste del mar de Galilea, cerca a lo que es actualmente la frontera Israel-Líbano. En algún tiempo fue la ciudad más poderosa de los cananeos en el norte de Palestina. Jabén era probablemente un título real para los reyes de Hazor (cf.cf. Confer (lat.), compare “Faraón” para los reyes de Egipto). Josué había vencido a otro “Jabín” en Hazor casi 200 años antes (Jos. 11:1–11). Los vv. 23 y 24 probablemente se refieren a la destrucción final del resurgente Hazor en el siglo XIII, como lo atestigua la arqueología. El nombre Sísara sugiere que era el líder de un grupo de las llamadas Gentes del mar quienes, como los filisteos, habían emigrado a Palestina por barco desde el Egeo oriental. Tanto el nombre Haroset-goim (“Haroset de las naciones [extranjeras]”) y su localización (próximo a la costa mediterránea cerca del monte Carmelo en el noroeste de Palestina), sugieren que originalmente era un asentamiento de estas Gentes del mar. En ellos Jabín, cuyo propio poder estaba menguando, encontró un aliado prometedor en contra de los israelitas.
4:4–24 Liberación. Como lo indican los lugares y las tribus que se mencionan, la acción esta vez tuvo lugar en Palestina central y del norte, más que en el sur, y especialmente en las cercanías del arroyo de Quisón (7), que fluye hacia el occidente a través del fértil valle de Jezreel a la costa cerca del monte Carmelo, o la actual Haifa. A diferencia de episodios previos, la obra de liberación de Israel en esta ocasión fue compartida entre tres personajes principales: Débora la profetisa y juez (en el sentido administrativo; 4, 5), Barac, quien es llamado por Débora para dirigir a Israel en la batalla (6–16) y Jael, quien finalmente mató a Sísara sin ayuda en su tienda (17–22). Sin embargo, es la intervención propia del Señor (15) el punto decisivo de cambio. De particular interés es la forma en que el Señor, al rescatar una vez más a Israel, quitó el honor de la victoria de un hombre que mostró ser indigno de ella (9) y se lo dio a una mujer (no a Débora, como nosotros esperamos, sino a Jael). Las mujeres dominan en este episodio. Jael, con su trasfondo no israelita (11, 17) y sus métodos no convencionales (21; cf.cf. Confer (lat.), compare Ehud y Samgar) ilustra la libertad soberana del Señor para usar a quien él quiera para cumplir sus propósitos.
Notas. 4 Gobernaba es lit.lit. Literalmente “juzgaba”. (Cf. Exo. 18:13–16.) 5 RamaŒ y Betel estaban, respectivamente, a ocho y 18 km.km. Kilómetro(s) al norte de Jerusalén (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:22 y nota). La región montañosa de Efraín es una referencia a la Palestina central (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:27). Para “Efraín” ver sobre 1:22. 6 Quedes estaba al sudoeste del mar de Galilea, cerca de la moderna Tiberio. Para 10.000 ver sobre 5:8. El monte Tabor estaba en la orilla norte del valle de Jezreel, en el lugar de reunión de los territorios de las tribus de Isacar, Zabulón y Neftalí. 11 Sobre Heber el queneo …  ver 1:16 y cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 10:20–33. Los queneos (el nombre significa “herrero”) eran nómadas que habitaban al sur de Palestina pero en ocasiones, como aquí, se movilizaban más al norte.
5:1–31 Canto de victoria. El heb. que se usa en este canto muestra que es una de las piezas de poesía más antigua de todo el ATAT Antiguo Testamento. Una versión de ella se cantó en el día de batalla (1) y probablemente se le dio su forma presente poco después. Pudo haberse preservado en alguna colección como “el libro de Jaser” (Jos. 10:13) o “el libro de las batallas de Jehovah” (Núm. 21:14). Los cantos como éste se cantaban con frecuencia en el culto público y eran recordatorios para las generaciones posteriores de la fidelidad de Dios y de las grandes cosas que había hecho por Israel, el pueblo de su pacto. Pero aquí, este canto particular aparece como parte del episodio Débora-Barac, que no concluye formalmente hasta que el canto está completo (ver v. 31b y cf.cf. Confer (lat.), compare 3:11, 30). Sin embargo, a diferencia de la narración precedente, no tiene que ver con el cómo el Señor quitó el honor de la victoria de Barac y se lo dio a una mujer. Rinde tributo a los individuos y a las tribus que valientemente realizaron su parte (incluyendo a Jael) y censura a quienes no lo hicieron, alertándonos así a una cierta falta de unidad entre las tribus (un problema que va a emerger más claramente después en el libro). La batalla involucró principalmente a las tribus del centro y el norte (no hay mención de Judá), y de éstas algunas se condujeron más honrosamente que otras. Pero el tema principal del canto es “los actos justos” del Señor, quien fue adelante como el campeón de Israel y anonadó a sus enemigos (y a Israel) desatando los poderes del cielo contra ellos. En esto es muy reminiscente del canto que los israelitas entonaron en el tiempo de Moisés, cuando el Señor peleó por ellos contra los egipcios (Exo. 15). Por medio de tales eventos, Israel aprendió que el Señor que los había hecho suyos mediante pacto, era el Señor de la creación así como de la historia, el Creador y el Redentor. Este era un elemento vital para la fe de Israel, porque sus vecinos cananeos adoraban a deidades naturales (los baales), que se creía que controlaban el tiempo, y los israelitas estaban constantemente tentados a adorar estos dioses (2:11).
Las secciones principales del canto son como sigue: Preludio (alabanza al Señor y un llamado a escuchar el canto; 2, 3); la llegada del Señor como el campeón de Israel (4, 5); las condiciones prevalecientes antes de la batalla (6–8); un llamado a participar en la batalla (9–13); la respuesta de las tribus israelitas (14–18); la batalla (19–23); la muerte de Sísara (24–27); la espera en vano de su madre (28–30); epílogo (31). La batalla es el clímax. Las estrellas combatieron desde los cielos y en la tierra el río Quisón respondió convirtiéndose en un torrente y destruyó al enemigo. La escena termina con el sonido de los cascos de los caballos cuando los vencidos aurigas trataban desesperadamente de escapar.
Las dos escenas que siguen muestran cómo el enemigo fue deshecho totalmente. La falta de acción (espera) de la segunda, es el complemento de la acción (asesinato) de la primera. La conversación muda entre la madre de Sísara y sus doncellas, sólo vela finalmente un terror inexpresado. Sísara no volvería jamás. Pero lo que eran malas nuevas para la casa de Sísara, eran buenas nuevas ciertamente para Israel: el opresor estaba muerto. Era una liberación que Israel no merecía, pero que el Señor graciosamente les concedía. El episodio Débora-Barac termina con un himno de victoria en alabanza al Señor y a sus fieles partidarios, pero especialmente al Señor. El era el verdadero Salvador de Israel y el señor de su medio.
Notas. 2 Israel no tenía ejército permanente en este tiempo. Los que peleaban eran todos voluntarios no profesionales.  4, 5 Seér era una montaña en Edom, al sur de Israel. Sinaí (monte Sinaí) estaba más lejos al sur y era el lugar donde el Señor se reveló primeramente a Israel. Al Señor se le describe como viniendo al rescate de Israel desde el monte Sinaí, vía Edom. Está rodeado por nube, trueno y terremoto, como en su primera venida a su pueblo (Exo. 19:16–19). El viene en tormenta y desata lit.lit. Literalmente una tormenta sobre sus enemigos (20–21). 6  Sobre Samgar ver 4:31.  8 Sobre escogían dioses nuevos ver 2:12; 4:1. Los israelitas habían sido desarmados por sus enemigos (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 13:19). La palabra heb. que se traduce mil, originalmente significaba una familia (como en 6:15) o un pequeño contingente militar. El número de israelitas probablemente era mucho menor que lo que sugiere la traducción en castellano. 10  La gente de importancia cabalgaba sobre asnas blancas (cf.cf. Confer (lat.), compare 10:4). 14 Aquellos cuyas raíces estaban en Amalec eran descendientes de amalequitas que se habían instalado en el territorio de Efraín (cf.cf. Confer (lat.), compare 12:15). 14 Maquir es un nombre alternativo para la tribu de Manasés (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 50:23). 17 Galaad es probablemente una referencia indirecta a la tribu de Gad. En este tiempo ellos vivían en Galaad, una región al oriente del río Jordán (ver 1 Crón. 5:16). El territorio original de Dan estaba en el sur, cerca de la costa. Más tarde, la mayoría se movilizó a un nuevo lugar tierra adentro, en el extremo norte (1:34; 18:1; cf.cf. Confer (lat.), compare Jos. 19:40–48). 19 Canaán no era un Estado unificado. Jabín y Sísara eran líderes de una coalición antiisraelita (ver 4:2). Sobre Taanac y Meguido ver sobre 1:27. 20 Como cuerpos celestiales, las estrellas (desde el punto de vista del escritor) participaron en las convulsiones que trajeron la lluvia. 23  Meroz es desconocido, pero era probablemente un aliado de quien se esperaban cosas mejores. Meroz es maldecido. Por contraste, Jael es bendecida (24). Sobre el ángel de Jehovah ver sobre 2:1. 25 Jael usó leche por sus propiedades somníferas (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:19).  27 Sésara sufrió un destino similar a Eglón (3:25). 28 La madre de Sísara es la contraparte trágica a Débora, “una madre en Israel” (7). 31 La maldición de los enemigos en esta forma había sido común desde el tiempo de Moisés (ver Núm. 10:35; y cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 68:1–3). En las mejores circunstancias no era motivada por venganza personal, sino por un reconocimiento de que el juicio pertenecía a Dios, y que su honor estaba ligado con la suerte de su pueblo. A la luz de la nueva revelación (ver Rom. 12:17–21), el maldecir a los enemigos no es apropiado para los cristianos hoy. Como el sol cuando se levanta en su poderío, cf.cf. Confer (lat.), compare Sansón (caps. 13–16), cuyo nombre se deriva de la palabra heb. semes que significa “sol”.

6:1-8:35 Gedeón

6:1–6 Opresión por los madianitas. La noticia de la apostasía renovada en el v. 1, viene como una sacudida después de la gran alabanza del capítulo anterior. Nos confronta en una forma particularmente sorprendente con la inconstancia de los israelitas que no pueden resistir por mucho tiempo la atracción de otros dioses, sin importar cuánto hacía el Señor en su favor. El episodio de Gedeón explora este problema más ampliamente que los anteriores.
La victoria de Barac sobre las fuerzas y los carros de los cananeos, había abierto el ancho y fértil valle de Jezreel al asentamiento israelita y a la agricultura. Entonces apareció en la misma área una clase diferente de enemigo y sobrevino un nuevo esfuerzo para su control. Esta vez los israelitas fueron castigados estando sujetos a repetidas incursiones de los madianitas y otros que arrasaban la tierra como langostas, devorando y destruyendo todo en su camino. Con sus medios de sostén destruidos, los israelitas quedaron reducidos a un estado lastimoso, viviendo en escondrijos y cuevas como animales. En su desesperación, como de costumbre, apelaron al Señor.
Notas. 2 Los madianitas eran habitantes del desierto del noroeste de Arabia, y se relacionaban con los israelitas a través de Abraham (Gén. 25:1–5). 3 Acerca de los amalequitas, ver sobre 3:13. Los hijos del oriente se refiere a otras tribus nómadas de Arabia y Siria (ver Gén. 29:1). 4 Gaza estaba en la costa mediterránea en el sur. 5 La domesticación del camello a gran escala (un desarrollo reciente) hizo posibles las incursiones de largo alcance.
6:7-10 Un profeta enviado a censurar a Israel. En un cambio sorpresivo Jehovah no respondió al clamor de Israel por ayuda, enviándoles inmediatamente un libertador. En cambio, envió a un profeta para decirles que por su comportamiento habían perdido todo derecho a la liberación. El discurso del profeta terminó con esta nota de acusación, no dejando claro lo que el Señor intentaba hacer. Fue un momento de tensión cuando el destino de Israel colgaba en la balanza. Solamente la gracia podía salvarlos.
Nota. 10 Para amorreos, ver sobre 1:34.
6:11–24 El ángel de Jehovah comisiona a Gedeón. Con la llegada del ángel, se hizo claro que el Señor pretendía salvar a Israel una vez más y que su instrumento escogido en esta ocasión era Gedeón, cuyo llamamiento siguió el mismo modelo del de Moisés en Exo. 3. Como Moisés, él recibió su llamamiento mientras, escondido del enemigo, hacía labor de peón para mantener viva a su familia (11). Como a Moisés, se le dijo que el Señor lo estaba enviando en una misión (14). El protestó, como lo hizo Moisés, que era inadecuado para la tarea (15). Recibió la misma promesa que Moisés: “Yo estaré contigo” (16) y, como Moisés, recibió una señal para confirmar su llamamiento (17). Finalmente, un fuego milagroso rubricó la presencia de Dios (21), como en el llamamiento de Moisés. Así el mensaje es claro: Gedeón iba a ser usado por Dios para salvar a Israel de los madianitas, como Moisés fue usado para salvar a Israel de los egipcios. El Dios del éxodo ha venido al rescate de Israel una vez más.
Notas. 11 Ofra estaba en el territorio de Manasés, pero de otra manera es desconocido. Las dos referencias a Ofra en vv. 11 y 24 enmarcan la descripción del llamamiento de Gedeón. El abiezerita, de “Abiezer”, una familia perteneciente a la tribu de Manasés (Jos. 17:2). 12 Para ángel de Jehovah ver sobre 2:1. 15 Señor significa “señor”. Gedeón todavía no reconocía a su visitante. 22 Fue solamente en este momento que Gedeón se dio cuenta con quién había estado hablando y su temor provino de su conocimiento de las reglas de santidad (cf.cf. Confer (lat.), compare 13:22, y ver Exo. 33:20). Pero el Señor de inmediato lo reafirmó (23). A Gedeón se le había concedido un raro privilegio; el Señor se le había aparecido pero perdonó su vida. 24 Jehovah-shalom. Esto hace eco de la reafirmación de “paz” del Señor en el versículo anterior. El altar conmemoraba la revelación particular de Dios que tuvo lugar allí (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 28:16–19).
6:25–32 Gedeón derriba el altar de Baal. El reclutamiento de Gedeón por el Señor, de inmediato lo proyectó a una confrontación con su propia familia y clan, porque ellos se habían convertido en adoradores de Baal, algo que el Señor no toleraría. El altar del Señor y el altar de Baal no pueden estar uno junto al otro, porque esta era una contradicción directa del primerísimo mandamiento: “No tendrás otros dioses delante de mí” (Exo. 20:3). Hoy encontramos con frecuencia paralelos de esta clase de problema cuando el compromiso de la gente con Cristo los coloca en contra de los deseos o principios de sus familias.
Gedeón, temeroso de las consecuencias, cumplió las órdenes del Señor bajo el abrigo de la oscuridad y con la ayuda de sus siervos. Los hombres de la ciudad reaccionaron con violencia por la destrucción del altar de Baal y Gedeón se salvó de la muerte sólo por el pensamiento rápido de su padre quien, enfrentado con la defensa del honor de Baal o salvar a su hijo, no titubeó en escoger en favor de su hijo (31). Milagrosamente, Gedeón surgió como un héroe. En efecto, había nacido de nuevo, y en reconocimiento de ello se le dio un nombre nuevo que lo marcó como prueba viviente de la impotencia de Baal (ver nota sobre v. 32). Gedeón había empezado su carrera sacando a Baal del campo y el escenario estaba ahora arreglado para que él animara a la milicia israelita a pelear una guerra santa contra el enemigo externo, humano, los madianitas (33–35).
Notas. 25 La elección de un segundo toro (también v. 26) era aparentemente un acto de gracia por el cual a la familia se le perdonaba la pérdida de su primoroso toro de cría. Sobre el árbol ritual de Asera, ver comentarios sobre 2:13 y 3:7. 26 Sobre edifica ordenadamente un altar a Jehovah cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 20:25–26. 27 Como hijo del jefe del clan, Gedeón era un hombre de alguna riqueza e influencia (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 12, 14), a pesar de sus palabras de minusvalía en el v. 15.  31 Cf. El reto de Elías a los seguidores de Baal en tiempo posterior (1 Rey. 19:27). 32 El nombre Jerobaal es un reto a Baal para actuar si puede.
6:33–35 Gedeón reúne a todos los hombres de combate. Gedeón pronto mostró que no carecía de recursos cuando se trató de unir a los israelitas esparcidos en una causa común y dirigirlos en el campo. Con los hombres de combate de su propia familia, los abiezeritas, consolidados firmemente como su fuerza de base, hizo un llamado a un apoyo más amplio, primero de Manasés como un todo (35a) y luego de las tribus vecinas del norte que tenían causa común con la suya en contra de los invasores (35b). Pero esto no era solamente recursos humanos. El era un hombre que había sido tomado e investido de energía por el Espíritu de Jehovah (34).
Nota. 33  Ver los comentarios y notas sobre vv. 1–6. La implicación de este versículo es que, militarmente, las cosas habían llegado a un estado definitivo y que una batalla abierta era inevitable.
6:36–40 Gedeón busca reafirmación poniendo un vellón. Era práctica común en el mundo antiguo buscar confirmación de último momento del apoyo divino antes de ir a una batalla (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Rey. 22:6–28). Pero dadas las afirmaciones que Gedeón ya había recibido, su acción era más una expresión de incredulidad que de fe, como Gedeón mismo virtualmente lo admitió con sus palabras iniciales: Si has de librar a Israel … como has dicho (36). Cf. también v. 39: No se encienda tu ira contra mí …  La respuesta positiva de Dios al experimento repetido de Gedeón con el vellón fue una concesión generosa a su débil fe más que una indicación de que Dios estuviera complacido con él por buscar reafirmación en esta forma. Hoy en día no deberían ser necesarias acciones similares de los cristianos, pero Dios en su misericordia algunas veces responde a esas peticiones de reafirmación.
Nota. 39 Hacer que el vellón se secara fue un milagro más grande ya que, suponiendo que el rocío cayera sobre ambos, el suelo duro por lo general seca más rápido que el vellón.
7:1–8 La reducción de la fuerza de combate de Gedeón a 300. La fuerza de combate de Gedeón fue reducida a 300 (el resto quedaron como reservas), de modo que Israel no pudiera vanagloriarse de que su propia fuerza los había salvado (2). Pero junto con esta drástica reducción vino una palabra más de afirmación a Gedeón: Con los 300 … os libraré (7).
Notas. 1 El manantial de Harod (“el manantial del temblor”, cf.cf. Confer (lat.), compare v. 3) estaba en el lado sur del valle de Jezreel (ver sobre 1:9). La colina de Moré (“colina del maestro”) estaba directamente al lado opuesto, en un punto donde el valle se angosta. 3 El único Galaad que conocemos en cualquiera otra parte del ATAT Antiguo Testamento, es una región montañosa al este del Jordán (ver sobre 5:17), pero ese no encaja con el contexto aquí. O este es otro monte Galaad (cf.cf. Confer (lat.), compare Biblia de las Américas; ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada) o, como algunos sugieren, el texto originalmente leía “monte Gilboa” (ver 1 Sam. 28:4), pero en la transmisión accidentalmente fue cambiado. Sobre “mil” ver sobre 5:8. 5–6 El texto de estos versículos parece haber sufrido en la transmisión. La distinción original debe haber sido entre aquellos que se arrodillaron y bebieron de sus manos, y aquellos (los 300) que pusieron sus rostros sobre el agua y lamieron como perros. De este modo, los más improbables fueron elegidos para hacer aun más claro que la victoria no era una conquista humana.
7:9–15 Gedeón desciende al campamento madianita en la noche.  En esta escena final antes de la batalla, el Señor, dándose cuenta de que Gedeón estaría demasiado temeroso para explorar solo el campamento enemigo, incluso de noche, le dio permiso por adelantado de llevar a su siervo Fura con él para apoyo moral. (Esta escena nocturna recuerda la anterior en 6:27–32.) Se les mostró que los temidos madianitas estaban de hecho en un estado cerca al pánico; el Señor los había inquietado con pesadillas que los habían convencido de que su causa estaba perdida (13, 14). De modo que Gedeón tomó ánimo e hizo un plan para hacerlos huir con pavor. Pero estaba claro que no habría batalla real; Dios ya había entregado al enemigo en las manos de Gedeón (14–15).
Nota. 13 La cebada era la cosecha de cereal más común en Palestina y el alimento de consumo general de la gente más pobre. El sueño confirmaba el punto de la prueba del agua de los vv. 1–7, que el Señor lograría una gran victoria con el material menos prometedor.
7:16–25 La derrota de los madianitas. Aquí, como siempre en la Escritura, la soberanía divina y la responsabilidad humana van de la mano. Aunque la victoria fue concedida por Dios, las tácticas sagaces desempeñaron también una parte importante. Gedeón mostró gran habilidad en el despliegue de su pequeña cuadrilla, en tal forma que creó la impresión de una enorme fuerza rodeando el campamento enemigo. Y el grito de los hombres de Gedeón: ¡La espada por Jehovah y por Gedeón! (20) usó los temores que ya se habían infiltrado en los madianitas por el sueño de los vv. 13, 14. Fue demasiado para ellos. En pánico y confusión, primero volvieron sus espadas unos contra otros y luego huyeron desordenadamente hacia el Jordán, sólo para encontrar su ruta de escape bloqueada por las reservas que Gedeón había convocado (24, 25). La captura y ejecución de dos de sus líderes, muestran la devastación de la derrota que sufrieron (25). Debemos reflexionar que actualmente Dios todavía trabaja, mediante su Espíritu, con el material menos prometedor para cumplir sus propósitos.
Notas. 16 Cornetas, cántaros y teas eran ciertamente armas extrañas, ¡pero efectivas! Es posible que los 300 no hayan tenido del todo armas de verdad y no parece que hayan tenido que pelear (ver v. 21).  20  La espada por Jehovah amenazaba muerte por la espada, pero irónicamente fueron las espadas de los madianitas las que resultaron ser “por Jehovah” (22).  22 Todos los lugares que se mencionan en este versículo y en el v. 24 estaban en o cerca del valle del Jordán. 25  Oreb y Zeeb significan “cuervo” y “lobo”, respectivamente. Los lugares donde fueron muertos, posteriormente recibieron el nombre de ellos y así eran conocidos en el tiempo del autor.
8:1–3 Los efrateos retan a Gedeón. Efraín y Manasés eran las dos tribus líderes del sector central de Israel (ver sobre 1:22–36) y probablemente fue por esta razón que los efrateos se sintieron menospreciados por el hecho de que Gedeón (que era de Manasés) no los incluyó en su llamado inicial (6:34, 35). Pero Gedeón todavía no había terminado la guerra con los madianitas, al menos a satisfacción suya (4, 5) y no le convenía un resquebrajamiento de todas las fuerzas en sus propias filas en esta etapa crucial. Ciertamente los efrateos habían actuado muy bien y tenían todo el derecho de sentirse orgullosos. Cuando Gedeón les señaló esto se aplacó su enojo con él. Es un ejemplo clásico de la suave respuesta que quita la ira (Prov. 15:1). Contrastar la reacción de Jefté con el mismo grupo en 12:1–6.
8:4–21 Persecución de Gedeón y captura de Zébaj y Zalmuna. En esta segunda fase de la guerra que tuvo lugar al oriente del Jordán, Gedeón aparece en una nueva y extraña luz. Su propósito era capturar a ZeŒbaj y Zalmuna, reyes de MadiaŒn (5) y avanzó hacia esa meta con determinación frenética, a pesar del hambre y el cansancio de sus hombres y de que los líderes de Sucot y Peniel rehusaron darle apoyo. El esperaba que estos dos reyes serían entregados en su mano como lo fueron Oreb y Zeeb (7), pero no hay indicación de ninguna participación de Jehovah en el asunto (cf.cf. Confer (lat.), compare 8:11–12 con 7:21–22).
La humildad y la cautela de Gedeón desaparecieron completamente. Ahora lanza la diplomacia al viento, demandando apoyo con amenazas de retribución sobre aquellos que fallaran en dárselo (7, 8). Y en un contraste marcado con la fase anterior de la carrera de Gedeón, ya no hay ninguna referencia al Señor como involucrado en lo que él hace. Es claro que lo que ahora él logra es por su propia fuerza de carácter y habilidad táctica, no por su dependencia en el Señor. Sus acciones en contra de Sucot y Peniel anticipan las acciones similares, más brutales, de su hijo Abimelec en contra de Siquem y Tebes (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 15–17 con 9:46–49). Finalmente se revela la razón de la frenética persecución de Gedeón de Zébaj y Zalmuna: Ellos habían matado a sus hermanos en una batalla anterior y Gedeón estaba resuelto a ajustar cuentas con ellos (18, 19). Finalmente Jeter, hijo de Gedeón, a quien se introduce inesperadamente en el v. 20, sirve para arrojar luz sobre el cambio que ha sufrido su padre. La antigua falta de confianza en sí mismo de Gedeón se refleja en Jeter que titubea cuando se le ordena matar a los prisioneros, porque tenía temor (20). Gedeón mismo, por vía de contraste, tiene aspecto de hijo de rey (18) y es un hombre de valentía (21).
Notas. 5 El lugar fue llamado Sucot (“albergues”) porque Jacob en una ocasión había acampado allí (Gén. 33:17). Se encontraba en las partes bajas del río Jaboc, al oriente del Jordán. 8  Peniel (“rostro de Dios”) fue llamado así por Jacob porque Dios se le apareció allí (Gén. 28:30). Estaba a unos cuantos km.km. Kilómetro(s) al este de Sucot. 10  Carcor estaba al este del mar Muerto, mucho más allá de los límites del asentamiento israelita. Sobre 15.000, ver sobre 5:8. 11 La localización de NoŒbaj es desconocida. Jogbea estaba 11 km.km. Kilómetro(s) al noroeste de la moderna Amán. 13 Se desconoce la localización de la cuesta de Heres.
8:22–27 El gobierno de Gedeón sobre Israel. Los israelitas le propusieron a Gedeón que fuera más que un juez; él debía gobernar como un rey y sus hijos deberían sucederle (22). Gedeón se había estado comportando cada vez más como un rey desde que había cruzado el Jordán, y les pareció correcto a sus seguidores que se convirtiera en rey. La razón de ellos era que había salvado a Israel. Pero este era un concepto erróneo fundamental, que el propio comportamiento reciente de Gedeón había ayudado a producir. Era el Señor, no Gedeón, quien había salvado a Israel. El peligro todo el tiempo había sido que el pueblo fallara en darle al Señor el crédito por su liberación (ver especialmente 7:2) y esto fue precisamente lo que ahora hicieron. Cuando se le planteó a él en esta forma, Gedeón muy correctamente rechazó el ofrecimiento, y su petición de materiales para hacer un efod (ver más adelante) estaba completamente en línea con su declaración que era el Señor mismo quien gobernaría a Israel. Si el Señor iba a gobernar, se le tenía que consultar y aparentemente fue con la intención de hacer esta consulta posible que Gedeón hizo un efod y lo puso en Ofra, donde el Señor le había aparecido primeramente a él. Pero fue un acto de piedad que salió mal, porque el efod se convirtió virtualmente en un ídolo y Gedeón y su familia se involucraron en la adoración falsa asociada con él. Después de haber empezado tan bien, Gedeón terminó inadvertidamente lanzando a Israel de vuelta a la apostasía.
Notas. 24 Ismaelitas es un término general para los beduinos de la región del desierto al este del Jordán, del cual los madianitas eran un grupo (ver Gén. 16:12, 37:28, 36). 27 Un efod era una vestidura sacerdotal con dos piedras (el Urim y Tumim) en la pechera, que se usaba para recibir respuestas sí o no de parte de Dios (ver Exo. 28:28–30; 1 Sam. 23:6–12).
8:28–35 La muerte de Gedeón y el nacimiento de Abimelec. El legado positivo de Gedeón a Israel fueron 40 años de paz (28), durante los cuales aparentemente él se retiró a la vida privada (29) de acuerdo con su aseveración que era el Señor, no él, quien gobernaba a Israel. Pero el estilo de vida de Gedeón (muchas esposas, 70 hijos y una concubina) era más como el de un gobernante que el de un ciudadano privado. Había una discrepancia perturbadora entre sus pronunciamientos públicos y su práctica privada. Su legado negativo a Israel fue la apostasía y la violencia. Después de su muerte la idolatría, asociada con el efod que él había hecho, rápidamente se desarrolló en adoración a escala total de Baal (33), y su hijo Abimelec (ver nota sobre v. 31) mostró que no tenía ninguno de los escrúpulos de su padre sobre la adquisición y el ejercicio de poder. Los vv. 28–35 como un todo, sirven como puente al relato de la carrera de Abimelec que sigue en el cap. 9. Lo que Gedeón había ambicionado secretamente, su hijo lo obtuvo con fuerza sanguinaria.
Notas. 31 El significado de Abimelec (“mi padre es rey”) es un comentario notable sobre la actitud ambivalente de Gedeón hacia la monarquía. 33 Baal-berit (“Baal del pacto”) era el dios que se adoraba en Siquem, la ciudad de Abimelec. El nombre sugiere un culto que era parte cananeo y parte israelita.

9:1-57 El experimento de Abimelec con la monarquía

El tema de esta secuela al episodio de Gedeón, es la retribución divina. El autor hace tan claro como el cristal un punto clave en la historia (23, 24) y nuevamente al final, después que se ha alcanzado el clímax con la muerte de Abimelec (56, 57). Es un relato de cómo Dios hizo que la maldad que hicieron Abimelec y los hombres de Siquem, se revirtiera sobre sus propias cabezas.
Los detalles de la historia muestran este proceso de retribución trabajado con precisión casi matemática desde el punto en el cual Dios envía un espíritu malo entre Abimelec y los hombres de Siquem (23). La visita de Abimelec a Siquem para incitar a los líderes a conspirar con él en contra de los hijos de Jerobaal (o sea, de Gedeón; vv. 1, 2), tuvo respuesta con la llegada de Gaal a Siquem para incitar a sus líderes a conspirar con él en contra de Abimelec (26–29). La emboscada que pusieron los hombres de Siquem (25) tuvo respuesta en la emboscada de Abimelec en contra de ellos (34). Finalmente, el mismo Abimelec, quien mató a sus hermanos sobre una piedra (5, 18), fue muerto con una piedra que una mujer desconocida de Tebes dejó caer sobre su cabeza (54). De modo que, en el desarrollo de la historia, bajo la providencia rectora de Dios, el acto responde al acto y el mal al mal, hasta que el principal instigador del mal, Abimelec, es aniquilado. Luego sus seguidores, como si despertaran de un mal sueño, dejaron sus armas y se fueron a casa sin completar su asalto sobre Tebes (55).
9:1–6 Abimelec asciende al poder. La ascensión de Abimelec al poder fue totalmente diferente de la de los héroes de los capítulos anteriores. El no era un juez levantado por el Señor, sino un rey que se elevó a sí mismo por intriga y violencia. Era el único hijo de Gedeón y su concubina en Siquem (8:31). De modo que Abimelec tenía dos familias de hermanos: Los otros hijos de su padre (70 en total) y los otros hijos de su madre (hombres influyentes en Siquem). Abimelec sacó partido de su posición única con mucha habilidad. Hizo que los hermanos se volvieran unos contra otros, de tal manera que él quedaría como el único hijo sobreviviente de Gedeón capaz de suceder a su padre. Y ciertamente lo sucedió, pero sin el apoyo grande que había gozado su padre. Parece que sólo los ciudadanos de Siquem reconocieron a Abimelec como rey (6).
Notas. 1 Siquem estaba situada en un paso estratégico en el centro de Canaán, asociado con Israel desde los tiempos de los patriarcas, pero con una población mixta de cananeos-israelitas (Gén. 12:6–7; Jos. 24). 2 Sobre Jerobaal ver 6:32. 4 Para Baal-berit ver sobre 8:33.  5 Sobre una misma piedra indica una ejecución pública en masa. 6 “Milo” significa “relleno” (es decir, un montículo artificial). Bet-milo (“casa del montículo”) probablemente era una fortaleza en o cerca de Siquem. La encina que está al lado de la piedra ritual era un árbol sagrado junto a una piedra fija asociada con la adoración semipagana de los de Siquem (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 16:21, 22).
9:7–21 Jotam confronta a los ciudadanos de Siquem. Jotam, el único hijo de Gedeón que sobrevivió a la masacre en Ofra, probó ser la ruina de Abimelec. Confrontó a los ciudadanos de Siquem con el mal que habían hecho y los llamó a escucharle a él, y a Dios, para ser testigo de la respuesta de ellos. Fue un momento solemne. Jotam usó una fábula para lograr su propósito, pero el ataque principal de su discurso no descansaba en la fábula misma (8–15) sino en su aplicación a la situación actual (16–21). El cargo principal que él llevaba contra sus oyentes era que no habían actuado de buena fe y con integridad … con Jerobaal (Gedeón) y su familia. Gedeón les había otorgado muchos beneficios, pero su única respuesta había sido matar a casi todos sus hijos y hacer rey al menos digno de ellos. Jotam concluyó presentando delante de sus oyentes las alternativas de bendición (19) o maldición (20). No obstante, la bendición había dejado de ser una alternativa real porque el crimen era irrevocable. Los detalles de la maldición en el v. 20 era en realidad un anuncio de juicio, y en el resto de la historia el autor muestra cómo se llevó a cabo. Las palabras finales del capítulo se refieren a este juicio como la maldición de Jotam hijo de Jerobaal (57).
Notas. 7 El monte Gerizim estaba al sudoeste de Siquem (ver sobre 9:1). 8 En el ATAT Antiguo Testamento la unción con aceite se usaba para indicar designación a una función o cargo especial en los propósitos de Dios. En particular, los sacerdotes y los reyes eran ungidos (ver Exo. 28:41; 2 Sam. 2:4).  9 El aceite (como el vino; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 29:40) era un elemento importante en los oficios religiosos tanto dentro como fuera de Israel (p. ej.p. ej. Por ejemplo Exo. 25:6; Lev. 8:26; Núm. 7:19). 21  Beer sencillamente significa “pozo” y se encuentra en muchos nombres de ciudades de este período (p. ej.p. ej. Por ejemplo Beerseba, “pozo de siete” o “pozo del juramento”; Gén. 21:31). Se desconoce la localización de esta “Beer” en particular.
9:22–57 El fin violento del reinado de Abimelec. El gobierno de Abimelec fue corto, no más de tres años (22). Pero sin duda fueron tres años demasiado largos para aquellos que tuvieron que sufrirlos. Como todos los tiranos, su habilidad para imponer su gobierno dependía grandemente de la lealtad de un grupo interno relativamente pequeño, que permanecía para beneficiarse de ello. Con el desmoronamiento de esta pequeña base de apoyo los días de Abimelec estaban contados. Qué motivos de queja tuvieron inicialmente los ciudadanos de Siquem, no lo sabemos, pero su conflicto con Abimelec se agudizó con la llegada de Gaal, quien se presentó como una alternativa atractiva (26). La caída de Abimelec sigue el modelo clásico: Descontento general, los principios de oposición organizada, la emergencia de un líder rival, guerra civil a gran escala con sus inevitables horrores, y finalmente la muerte del tirano y la dispersión de sus seguidores. Solamente la etapa final es la que contiene algo realmente sorprendente, pero el cambio en la trama, en este punto, va enteramente de acuerdo con el carácter del libro como un todo. Como hemos visto, Abimelec no murió en un encuentro titánico final con Gaal, ¡sino por una mujer que arrojó una piedra sobre su cabeza! Este es un libro que muestra una y otra vez cómo el Dios soberano usa medios inverosímiles para lograr sus fines. Los medios por los cuales se logró la victoria, no nos dejan duda de que fue obra de Dios. El trabaja constantemente en este libro en una forma que confunde las expectaciones humanas y excluye la jactancia (ver 7:1–3).
Notas. 23  Un mal espíritu fue usado por Dios para juzgar a Abimelec. Dios no es malo, pero los poderes malignos están sujetos a su control (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 16:14; Job 1:12).  27 Aparentemente este era un festival de cosecha de uva en que se hacían ritos paganos (ver sobre 8:33). 28 Siquem y Hamor eran gobernantes del área en el tiempo de los patriarcas. Siquem, quien parece dio su nombre a la ciudad, violó a la hija de Jacob (Gén. 34:2). Gaal y sus seguidores se asociaron con Hamor quien en contraste con Siquem (y Abimelec) no se había corrompido por contacto con extranjeros. Zebul (ver v. 30) aparentemente era una figura impopular, quizá porque él tampoco era de linaje nativo incorrupto. 37  Tabur-haaŒrets (“el centro de la tierra”) era un punto prominente, posiblemente el monte Gerizim, al sur de la ciudad. El estratégico paso de Siquem, entre el monte Gerizim y el monte Ebal, estaba localizado en el centro de Canaán (ver Deut. 11:29). La encina de los Adivinos estaba fuera de la ciudad, en contraste con el árbol del v. 6. Posiblemente era la gran “encina de Moré” (el maestro) que se menciona en Gén. 12:6 y de ser así, era un sitio pagano de la antigüedad, posiblemente frecuentado todavía por los siquemitas (ver sobre v. 6). 41 Aruma era probablemente Jabal al Urma, una área montañosa al sudeste de la ciudad. 45 Sembró de sal la ciudad para hacerla estéril, lo mismo que sus alrededores (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 29:23; Jer. 17:6). 46 Berit (“Dios del pacto”) es equivalente a “Baal-berit” (ver sobre 8:33 y cf.cf. Confer (lat.), compare 9:4). 48 El monte SalmoŒn (“sombreado”) se le llamaba probablemente así porque estaba bien arbolado. Se desconoce su localización precisa. 50 Tebes es la moderna Tubas, al norte de Nablus. 53  La piedra de molino era una de las dos piedras grandes que se usaban para moler grano.

10:1-5 Tola y Jaír

No se menciona ninguna amenaza del exterior en el tiempo de Tola y Jaír. Se dice que Tola “libró” a Israel, pero en el contexto esto probablemente se refiere al triste estado en que había quedado Israel durante el gobierno desastroso de Abimelec. Tola “libró” a Israel proporcionando un período de administración estable (cf.cf. Confer (lat.), compare Débora en 4:4, 5). De igual manera, la descripción de los 30 hijos de Jaír en el v. 4 señala a la paz de los tiempos y, en el caso de Jaír, la prosperidad y el prestigio de que gozaba el juez. También muestra la falta de preparación de los galaaditas para el desastre que estaba por caer sobre ellos. ¡De poca utilidad serían los hijos mimados de Jaír cuando los amonitas iniciaran su invasión! (10:7). Entonces los galaaditas buscarían desesperadamente un guerrero (10:18). Finalmente encontrarían uno en Jefté, el proscrito, cuya vida comparativamente difícil lo había endurecido justamente para ese papel (11:1–11).
Notas. 1 Isacar era una tribu israelita del norte (ver sobre 4:4). Samir se piensa que es la misma que Samaria, en el centro de Israel, al sur del territorio de Isacar. Algunos miembros de la tribu de Isacar deben haber emigrado allí. 3 Para Galaad, ver sobre 7:3. 4 Havot-jaér significa “los poblados de Jaír”.  5  CamoŒn estaba en el territorio de Jaír, a unos 24 km.km. Kilómetro(s) al este del río Jordán.

10:6-12:7 Jefté

La historia de la carrera de Jefté se desenvuelve en cinco episodios, y en cada uno de ellos un diálogo juega un papel crucial. El primer episodio (10:6–16) tiene que ver con la apostasía renovada de Israel y las consecuencias que siguieron a ella. Esto prepara la escena para lo que sigue. El diálogo en este episodio inicial toma la forma de una confrontación entre Israel y el Señor (10–16). El segundo episodio corre desde el 10:17 al 11:11 y tiene que ver con el reclutamiento de Jefté para guiar a los galaaditas en la batalla venidera con los amonitas. Aquí el diálogo es entre los ancianos de Galaad y Jefté (11:5–11). El tercer episodio (11:12–28) ocupa todo el espacio con un intercambio diplomático (diálogo a distancia) con el rey amonita. El fracaso de este intercambio diplomático lleva inevitablemente al culminante cuarto episodio (11:29–38), en el cual tiene lugar la batalla. Pero este episodio se complica por el voto de Jefté y su resultado, que se convierte en el verdadero foco de atención. Por lo tanto, el centro dramático de este episodio es el diálogo entre Jefté y su hija en los vv. 34–38. El quinto y último episodio (12:1–7) trata de una confrontación entre Jefté y los hombres de Efraín, que sigue a la batalla. El diálogo aquí está en los vv. 1–4a.
Por supuesto, a un nivel la historia es sencillamente un relato de cómo el Señor usó a Jefté para salvar a Israel de los amonitas. Pero los diálogos apuntan a un nivel más profundo de significado que éste. Cada diálogo es esencialmente un ejercicio en la negociación, y esto es verdad incluso del arrepentimiento de Israel (en el primer episodio) y del voto de Jefté (en el crucial cuarto episodio). En su nivel más profundo, la historia de Jefté es sobre las trágicas consecuencias que siguen cuando la religión degenera en un negociar con Dios. Nos muestra cuán profundamente los israelitas del tiempo de Jefté, incluyendo al mismo Jefté, habían empezado a interpretar equivocadamente su relación con Dios. Ciertamente fue sólo por las grandes misericordias del Señor que no fueron abandonados a la suerte que abundantemente merecían (cf.cf. Confer (lat.), compare Lam. 3:22).
10:6–16 Israel clama al Señor. Hay tres conflictos en este episodio inicial de la historia de Jefté. El primero y el más obvio es entre Israel y los amonitas. Con permiso del Señor (aunque no estaban conscientes de ello) los amonitas habían reducido a un estado desesperado al pecaminoso Israel (9). En su desesperación, los israelitas clamaron al Señor para que los salvara. Esto precipitó el segundo conflicto en este episodio, a saber, el conflicto entre los israelitas y el Señor, porque su respuesta fue confrontarlos con su vergonzosa historia de apostasía repetida y rechazar ardientemente su súplica. El vio la superficialidad de su arrepentimiento y estaba airado por ello. Ellos no iban a usarlo nuevamente (13, 14). Este fue un momento tenso, cuando todo el futuro de Israel colgaba de la balanza. Nos recuerda la confrontación anterior en 6:7–10, pero ésta fue mucho más ominosa. Ahora era el Señor mismo quien confrontaba a Israel y su rechazo de su clamor era explícito y aparentemente definitivo. Pero los dos últimos versículos introducen esperanza, abriendo una ventana para nosotros en un conflicto que continuaba dentro del mismo Señor. Por toda su ira justificable no podía soportar más la miseria de Israel. No fue su renuncia a otros dioses lo que lo conmovi ó. Lo habían hecho antes muchas veces, sólo para volver a sus antiguos caminos (16; cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 11–14). No fue su arrepentimiento lo que encontró imposible de ignorar, sino su miseria. Sólo la piedad del Señor se mantuvo entre los israelitas y la ruina total. Merecían ser abandonados, pero (tal es su misericordia) él no podía desahuciarlos (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:18; Ose. 11:8, 9). Es este conflicto dentro del corazón y la mente de Dios mismo el que sostiene la llave a la resolución de los otros dos.
Notas. 6 Sobre los Baales y las Astartes, ver 2:11, 13. El nombre antiguo de Siria era Aram (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:8 y nota). Para SidoŒn ver sobre 3:3; sobre Moab y los hijos de Amón ver sobre 3:12; y sobre los filisteos ver sobre 3:3. 8 Para Galaad ver sobre 7:3. Los amorreos (ver sobre 1:34) se habían establecido en Galaad así como en Canaán (Núm. 21:21). 9 Sólo los hijos de AmoŒn se distinguen en la historia de Jefté; los filisteos se destacarán grandemente en la historia de Sansón de los caps. 13–16. El presente pasaje introduce a los primeros y anuncia a los segundos. 11 La referencia a Egipto es al tiempo de Moisés. La referencia a los amorreos es probablemente al encuentro con Sejón que se registra en Núm. 21:21–31. 12 Para los de Amalec ver sobre 3:13. Los de Sidón (ver 3:3) pueden haber sido parte de la coalición cananea dirigida por Jabín y Sísara (5:19). Los de Maón son desconocidos, pero quizá esta es una referencia a los madianitas (ver sobre 6:1).
10:17—11:11 Los galaaditas recurren a Jefté. El segundo episodio principia con los amonitas cuando estaban a punto de lanzar una nueva ofensiva y los israelitas estaban tomando consejo desesperado unos de otros. Era natural que los galaaditas fueran los de la voz cantante, ya que era su territorio el más amenazado de inmediato. Pero no tenían un líder efectivo y, por lo tanto, se acercaron juntos a Jefté a quien habían rechazado antes (11:7). Pero Jefté era cauteloso. ¿Por qué debía confiar en aquellos que lo habían tratado tan mal en el pasado? Esto condujo a una negociación algo difícil en la cual se ofreció a Jefté, y él aceptó, la doble función de caudillo y comandante militar (11:8, 11). El convenio que se cerró fue ratificado formalmente en una ceremonia celebrada en Mizpa, el lugar donde se tuvo la primera reunión (cf.cf. Confer (lat.), compare 11:11 con 10:17). Así, el episodio terminó donde había empezado, con Jefté instalado como caudillo.
Luego de pensarlo, podemos ver que este episodio es paralelo al primero. El “arrepentimiento” de Israel fue como la negociación desesperada de los galaaditas. Pero la respuesta de Jefté fue significativamente diferente de la de Dios. El Señor fue movido a piedad (10:16); aparentemente, Jefté fue movido solamente por interés propio y ambición personal. El superó a los negociadores, mientras que el Señor permaneció en el fondo como el testigo silencioso de todo lo que había acontecido (11:11).
Notas. 10:17 Mizpa (“atalaya”) era un nombre común, pero esta Mizpa en particular (en Galaad) es de ubicación desconocida. 11:1 Galaad es aquí un nombre de persona, en contraste con 10:17 y en otros lugares (cf.cf. Confer (lat.), compare Jos. 17:1, 3). 3 Tob (“bueno”) era una ciudad en Aram (Siria) (2 Sam. 10:6–8).
11:12–28 Jefté usa diplomacia. El territorio en disputa estaba al sur de Galaad, al norte del río Arnón. Había sido una vez territorio moabita, pero lo habían perdido con los amorreos quienes, a su vez, lo habían perdido con los israelitas en tiempos de Moisés (Núm. 21:21–31). Para el tiempo de Jefté, los amonitas aparentemente habían tomado Moab, al sur del Arnón (v. 24 del presente pasaje). El argumento de Jefté era que Israel no había tomado ninguna tierra de los amonitas y que ellos debían seguir el precedente establecido por los antiguos gobernantes de Moab y reconocer el Arnón como la frontera entre sus respectivos territorios (25).
Este episodio revela algo del potencial de grandeza de Jefté. El muestra que es capaz de trascender la esfera de los galaaditas y asumir responsabilidad por los asuntos de Israel como un todo. Pero no es sorprendente que su diplomacia fracase. Su tono difícilmente es el de un hombre tratando de buscar la paz. Parece más decidido a tomar su tiempo y establecer la justicia de su causa, en la esperanza que el Señor, el supremo Juez (27) decidiera en su favor (y de Israel). Su apelación final para que el Señor decidiera el problema hoy es virtualmente una declaración de guerra y una señal clara de que el clímax de la historia estaba cerca.
Notas. 13 El ArnoŒn y el Jaboc eran dos arroyos o valles sobre el lado oriental del río Jordán. Entre ellos quedaba cercado gran parte de Galaad (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 18). 16 El mar Rojo (“mar de las cañas”) es probablemente una referencia al golfo de Acaba, como en Núm. 33:10, 11. Cades-barnea era un asentamiento sobre el extremo sur de Canaán (Núm. 13:26). 17 Edom era la tierra ocupada por los descendientes de Esaú, al sur del mar Muerto. Para Moab ver sobre 3:12. 19 Para los amorreos ver sobre 1:34 y 10:8, 11. HesboŒn era antes una ciudad moabita, tomada por Sejón, rey de los amorreos, y convertida en su ciudad real (Núm. 21:26).  20 La localización precisa de Jahaz es desconocida. 24 QuemoŒs era el dios de Moab (1 Rey. 11:7; 2 Rey. 23:13; Jer. 48:7, 13, 46), pero como los amonitas generalmente gobernaban a Moab, Quemós fue considerado también su dios. Era común para los gobernantes “adoptar” el dios o dioses de los territorios que conquistaban en esta forma.  25  Balac hijo de Zipor era el rey de Moab en tiempos de Moisés (Núm. 22–24). 26 Aroer era una ciudad sobre la orilla norte del río Arnón (ver sobre v. 13).
11:29–40 El voto de Jefté y su resultado. La venida del Espíritu sobre Jefté (29) pone en movimiento una secuencia de eventos con los que estamos familiarizados ahora. Conduce predeciblemente a la victoria decisiva en el v. 33. Pero esa se cuencia se interrumpe en este caso por un voto (30, 31), y una vez hecho, domina todo el episodio. De la batalla se habla ligeramente, siendo su principal interés que crea las condiciones en las cuales Jefté tendrá que cumplir su voto.
Los votos, como tales, no son raros (p. ej.p. ej. Por ejemplo Núm. 30; Sal. 22:25; Ecl. 5:4, 5). Pero este no fue un voto ordinario. Explícitamente prometió una ofrenda quemada (31b) pero no especificó la víctima, solamente los medios por los cuales sería identificada: cualquiera que salga …  (31a). Los términos eran ambiguos y ponían en peligro a todos los habitantes de la casa de Jefté. Para nuestro horror, y el suyo, fue su hija doncella, su única hija, quien se convirtió en víctima (34, 35) y la tragedia real es que dicho voto era totalmente innecesario (como lo han mostrado episodios previos). En contexto se puede ver como nada sino un intento equivocado de hacer un trato con Dios. Jefté, el negociador maestro, sobrepasó su juego y pagó un precio trágico. La segunda parte de este episodio parece una inversión de Gén. 22, la historia de otro padre y de su único hijo. Pero Jefté no era Abraham, y en su ca so no hubo voz del cielo, solamente un silencio punitivo. Solamente podemos llegar a la conclusión de que el Señor estaba tan enojado con el voto de Jefté como con el “arrepentimiento” de Israel. Cf. la acción del rey de Moab en 2 Rey. 3:26, 27. Vale la pena considerar qué tan frecuentemente las oraciones modernas contienen elementos de negociaciones con Dios. El ejemplo de Jefté nos deja ver claramente que con Dios no se negocia de esta manera.
Notas. 29 Sobre ManaseŒs ver sobre 1:27. 33  Sobre Aroer ver sobre v. 26. Se desconocen las localizaciones precisas de Minit y Abel-queramim.
12:1–7 Jefté sofoca una rebelión. Habiendo desaparecido la amenaza exterior, los celos entre las tribus volvieron a brotar (cf.cf. Confer (lat.), compare 8:1–4). Es muy claro que los efrateos se consideraban los líderes natura les de Israel y no estaban dispuestos a reconocer como juez a nadie fuera de su propia tribu, mucho menos a un galaadita. Jefté tomó el mismo acercamiento básico con ellos que con los amonitas: Argumentó la justicia de su causa y luego (sin recibir respuesta) tomó el campamento. La nota resumida de 12:7 hace claras las consecuencias políticas: Las tribus del occidente del Jordán estuvieron bajo control y Jefté juzgó a todo Israel por seis años. En resumen, demostró ser un líder fuerte.
No obstante, esta no fue una guerra santa. No hubo consulta con el Señor para decidir el asunto y no hay ninguna sugerencia de que la victoria haya sido dada por Dios (contrastar 11:17, 19, 31). De hecho, todo el episodio se presenta con un carácter tergiversado como una tribu feudal bastante escuálida que muestra cuán profunda era la división en Israel. Es una señal ominosa de las cosas por venir, especialmente en los caps. 19–21.
Notas. 1 Para Efraén ver sobre 1:22. ZafoŒn estaba a unos 3 km.km. Kilómetro(s) al oriente del Jordán en el Galaad central. 4 Fugitivos. La implicación es que los seguidores de Jefté (o por lo menos algunos de ellos) eran descendientes de Efraín y Manasés que habían huido a Galaad como desertores o refugiados. Cf. el propio pasado de Jefté (11:1–3). 5 Los de Ga laad les devolvieron la pelota a los de Efraín ¡y los convirtieron en fugitivos! 6 El significado de ShiboŒlet es incierto y no tiene importancia. Sirvió admirablemente como una prueba de pronunciación para identificar a los efrateos fugitivos. Para 42.000, ver sobre 5:8.

12:8-15 Ibzán, Elón y Abdón

Después de los dos galaaditas, Jaír y Jefté, la judicatura regresó a las tribus del norte, al occidente del Jordán. La historia de Jefté y de su única hija es seguida aquí por la nota acerca de Ibzán, ¡que tenía 30 y obtuvo otras 30 como esposas para sus 30 hijos! De todos los jueces, las hijas se mencionan solamente en relación con Jefté e Ibzán, y el contras te entre ellos sirve para subrayar la trágica esterilidad que sufrió Jefté por causa de su voto. Muy poco se registra sobre Elón y Abdón, pero la nota acerca de los hijos y nietos de Abdón montando as nos, hace recordar la ostentación parecida de Jaír y su familia (10:4). La mención de los hijos también sugiere, quizá, que de Gedeón en adelante, la judicatura estaba siempre al borde de convertirse en reinado, con los hijos sucediendo a los padres en el cargo (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 8:1). Pero como muestra el siguiente episodio, la era de los salvadores carismáticos todavía no había pasado.
Notas. 8 Esta es probablemente la BeleŒn al norte, de Jos. 19:15, en la frontera de Zabulón-Aser. Ibzán pudo haber sido de la tribu de Aser. Elón, el siguiente juez, es de Zabulón. 12 Se desconoce la localización precisa de AjaloŒn; no es el Ajalón del sur de 1:35.  13 PiratoŒn estaba en el Canaán central, sobre la frontera Efraín-Manasés, 9 km.km. Kilómetro(s) al sudoeste de la moderna Nablus. 15 Para Amalec ver sobre 3:13; 5:14.

13:1-16:31 Sansón

La estructura de la historia de Sansón es clara. Luego que el versículo inicial (13:1) ha presentado brevemente la escena, se describe en 13:2–25 el nacimiento extraordinario de Sansón. Su carrera de adulto se desarrolla luego en dos movimientos que se extienden de los caps. 14–16. El primero principia cuando desciende a Timnat en 14:1 y culmina en la matanza de los filisteos en Ramat-leji en 15:14–20. El segundo principia con su ida a Gaza en 16:1 y culmina en la matanza de los filisteos y su propia muerte en el templo de Dagón en 16:23–31. Las dos notas de su judicatura en 15:20 y 16:31b marcan formalmente el fin de estos dos movimientos.
Sansón fue el último de los jueces cuyas carreras se describen en el libro, y se dedica más espacio a él que a cualquiera de los otros. De todos ellos Sansón es quien más resume el estado de Israel como un todo durante el período de los jueces. Fue separado para Dios pero nunca pudo aceptar totalmente las condiciones de su separación. Como Israel fue tras dioses ajenos, Sansón fue tras mujeres extranjeras. Y como Israel en su desesperación clamó al Señor, así lo hizo Sansón en las dos culminaciones de la historia (15:18; 16:28). En Sansón vemos la lucha del Señor con Israel descarriado, enfocado en su lucha con un hombre representativo. En un sentido muy real, Sansón era Israel. Y al final, fue el Señor quien resultó victorioso. Los filisteos y su falso dios fueron derrotados, y Sansón, al fin, aceptó los términos de su destino. Es una historia trágica, pero también de victoria y esperanza. Subordinado a Dios, Sansón inició la liberación de Israel de los filisteos (13:5); David más tarde la completó (2 Sam. 8:1). Quizá no esté fuera de lugar ver a Israel, y por lo tanto a Sansón, como prefigurando a la iglesia, descarriada e impredecible, pero aún así usada por Dios.
13:1–25 El nacimiento milagroso de Sansón. La breve introducción del v. 1 sugiere que la fe de los israelitas había alcanzado una decadencia particularmente baja de hecho; ya ni siquiera clamaban al Señor para que los salvara (contrastar 3:9, 15; 4:3; 6:6; 10:10). Teniendo esto como fondo, el nacimiento de Sansón fue todavía más admirable. Como un acto de pura gracia mostró la fuerza del compromiso de Dios con su pueblo; y como un mi lagro proclamó su señorío sobre la vida y la muerte. La madre estéril de Sansón era como Israel, y como el Señor llevó vida a su vientre muerto, así traería vida a Israel a través de Sansón. Pero no sería sin costo, un costo del que la madre de Sansón parece estar consciente instintivamente en el v. 7, el niño será nazareo de Dios … hasta el día de su muerte. El clímax de la historia proyecta una sombra larga ante ella. Como el infinitamente mayor que habría de venir, este libertador cumpliría su misión al costo de su propia vida.
Notas. 1 Para los filisteos ver sobre 3:3 y 10:9. 2 Zora estaba a 19 km.km. Kilómetro(s) al occidente de Jerusalén, justo al norte del valle de Sorec (16:4;  cf.cf. Confer (lat.), compare 18:2, 8, 11). Para los danitas cf.cf. Confer (lat.), compare 1:34; 18:1–31, y ver sobre 5:17. 3 Para el ángel de Jehovah ver sobre 2:1–5 y 6:11–24. 5 Nazareo viene del heb. nazar que significa “separar, consagrar”. Un nazareo era una persona que se había consagrado al Señor, tomando un voto especial (ver Núm. 6). Esos votos eran normalmente voluntarios y solamente por un período de tiempo. Sin embargo, Sansón fue hecho un nazareo de por vida por Dios, aún antes de nacer. 18 Admirable. En otras versiones “incomprensible”, “maravilloso”. La implicación clara es que el mensajero era Dios mismo (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 15:11; Isa. 9:6). 22 Ver sobre 6:22–23. 25 El campamento de Dan estaba entre Zora y Jerusalén (18:12).  Estaol estaba cerca de Zora.
14:1–20 La boda de Sansón. Este capítulo principia con Sansón descendiendo a Timnat (1). Descendió nuevamente en el v. 5, seguido por su padre en el v. 10. Más tarde descendió a Ascalón en el v. 19a y luego, finalmente, ascendió a la casa de su padre en el v. 19b. Así, el capítulo termina donde principió: un movimiento completo. Pero era solamente un principio, como veremos en el siguiente capítulo, donde continúa el relato de la relación de Sansón con la joven de Timnat.
El cap. 14 está lleno de secretos. Está el secreto del control con propósito de Dios de las acciones de Sansón: él buscaba un motivo contra los filisteos (4). Está el secreto de lo que Sansón hizo al león (6) y de la fuente de la miel que llevó a sus padres (9). Finalmente, está el secreto de la adivinanza (14) que se desarrolla desde los dos anteriores. Detrás de la perplejidad de toda esta actividad, dirigiéndola hacia adelante a su meta predeterminada, estaba el Espíritu del Señor (13:25; 14:6, 19). Sansón parecía decidido a acceder a sus deseos personales, sin ninguna consideración a su llamamiento como nazareo. El se profanó a sí mismo sacando miel de un cuerpo muerto (8; cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 6:6), presumiblemente bebió vino en la fiesta (10; cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 6:3) y fraternizó con los filisteos en lugar de tratar de salvar a Israel de ellos (1–3; cf.cf. Confer (lat.), compare 13:5). Pero todo el tiempo estaba inconscientemente cumpliendo el propósito de Dios (4). El era el instrumento escogido de Dios para la liberación de Israel y nada que hiciera podía cambiar eso.
La historia de Sansón es un estudio fascinante en la relación entre la libertad humana y la soberanía divina. Muestra al Señor haciendo que todas las cosas trabajen juntas para bien de su pueblo, aun cuando no estén en lo más mínimo conscientes de ello y a pesar de los caprichos de quien él había escogido como instrumento. El es hoy, aún, el mismo Dios soberano, de gracia. Todavía hace que todas las cosas trabajen juntas para el bien de su pue blo, sea que estén conscientes o no. En su siervo perfecto, Jesús, no hay ningún vestigio del capricho que vemos en Sansón (Rom. 5:6–8; 8:28).
Notas. 1 Se desconoce la localización exacta de Timnat, pero estaba en la frontera de Judá-Dan (Jos. 15:10; 19:43) y en este tiempo estaba bajo el control de los filisteos. 3 Incircuncisos es un término de desprecio (cf.cf. Confer (lat.), compare 15:18). Hasta donde sabemos, los filisteos eran los únicos vecinos inmediatos de Israel que no practicaban la circuncisión. 11 Quizá se tenía la intención de que los treinta compañeros fueran un tipo de guardaespaldas, en vista de que Sansón estaba en territorio potencialmente hostil. 12 Las prendas de lino eran piezas grandes de lino, rectangulares, que podían usarse durante el día y para dormir en la noche. El hecho de que estaban manufacturadas de lino, y por lo tanto de buena calidad, las hacía un excelente premio. 15 La casa de tu padre se refiere a toda la familia, incluyendo a los siervos (cf.cf. Confer (lat.), compare 15:6). 19 Ascalón estaba a 37 km.km. Kilómetro(s) al sudoeste, sobre la costa (ver sobre 1:18). 20 El compañero (“padrino de boda”) era supuestamente diferente de los “treinta compañeros” del v. 11 (cf.cf. Confer (lat.), compare 15:2 y Juan 3:29).
15:1–20 Conflicto creciente con los filisteos. El padre de la nueva esposa de Sansón interpretó la partida violenta y airada de Sansón como evidencia de que la había abandonado, y (supuestamente para salvar algo del honor de la familia) la dio al “compañero” (14:20; 15:2) de Sansón. Pero Sansón vio las cosas en forma diferente y consideró que estaba completamente justificado en tomar venganza ha ciendo estragos en los campos alrededor de Timnat, privando a la gente de los frutos de toda una labor de temporada (1, 3–5). Comprensiblemente, los filisteos estaban encolerizados y no pudiendo echar mano de Sansón tomaron venganza brutal sobre su esposa y su padre (6). Por lo tanto, Sansón continuó con otra orgía de destrucción (esta vez destruyendo hombres en lugar de cosechas) y luego se retiró, satisfecho de haber hecho pagar cuen tas a sus enemigos (7, 8). Pero esta vez el curso de los acontecimientos había cobrado un impulso que no se podía detener. Los filisteos no descansarían hasta destruir al destructor, y para este fin invadieron a Judá para capturarlo (9–10). Esto colocó a los hombres de Judá en una posición difícil, pero rápidamente decidieron que Sansón debía ser sacrificado. El costo de defenderlo era demasiado grande. (Contrástese la dirección valerosa tomada por los hombres de la misma tribu en 1:1–3. Su comportamiento cobarde aquí muestra cuán bajo se había hundido Israel como pueblo.) Aparentemente aceptando lo inevitable, Sansón permitió que lo ataran y se prepararan para entregarlo (11–13). ¡Pero nadie estaba preparado para lo que pasó después! El Espíritu de Jehovah descendió sobre Sansón con poder y la derrota se convirtió en una victoria gloriosa (si bien sangrienta) que marcó el inicio efectivo del gobierno de Sansón como juez (14–17, 20).
En un nivel, esta es una historia repulsiva de represalias y violencia siempre en ascenso, de acciones manejadas por las fuerzas obscuras de la ira, el odio y el deseo de venganza. Pero en otro nivel más fundamental, esta es una historia del poder de Dios sacando la victoria de la derrota y sometiendo a los enemigos de su pueblo. Y al final, incluso Sansón mismo reconoció que él era el siervo del Señor y que lo que había pasado había sido obra de Dios (18). Clamó al Señor, reconociendo su debilidad total y su dependencia en Dios, y encontró a Dios listo y dispuesto a concederle su petición (18, 19). Este fue uno de sus mejores momentos y una anticipación del clímax hacia el cual se movía toda la historia de su carrera (ver 16:28–30).
Notas. 1  El matrimonio de Sansón parece haber sido de acuerdo con la costumbre filistea, en la cual la novia permanecía con su propia familia y allí era visitada por su esposo. Los niños del matrimonio pertenecerían a la familia de la novia.  8 La peña de Etam aparentemente era un mojón prominente y bien conocido. Se desconoce su localización. 9  Leji (“quijada”) tal vez era llamado así por la apa riencia de un peñasco en ese lugar. Pero las hazañas de Sansón iban a darle a ese nombre un nuevo significado (17). Nuevamente, su localización es incierta. 11 Para 3.000 cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 15, 16 y ver sobre 5:8. 15  Una quijada de asno fresca, o sea una que todavía estaba fuerte, no seca ni quebradiza. Era una arma provisional (cf.cf. Confer (lat.), compare la aguijada de buey de Samgar; 3:31). 18 Para los incircuncisos ver sobre 14:3.  19 La hondonada era probablemente una depresión rocosa donde había un manantial. El nombre del manantial En-hancoreŒ (“manantial del que clama”) es una alusión al “clamor” de Sansón (lit.lit. Literalmente “llamado”) a Jehovah en el v. 18. Sin embargo, en el heb. cotidiano la perdiz era conocida como “la que llama” (haqore) por su canto y, por lo tanto, el manantial debe haber sido conocido origi nalmente como “el manantial de la perdiz”. De ser así, este lugar también ganó un nuevo significado por causa de Sansón.  20 Juzgó; cf. 16:31 y ver sobre 2:16–19.
16:1–22 Sansón y Dalila. Este pasaje empieza con Sansón yendo a Gaza por su propia elección (1) y termina cuando es tomado prisionero (21). La acción se desarrolla en torno a sus relaciones con dos mujeres: una prostituta anónima (1–3) y Dalila (4–22). Ambas mujeres probablemente eran filisteas, aunque esto nunca se dice explícitamente. Con la prostituta fue simplemente un asunto de lujuria, pero con Dalila fue amor, al menos por parte de Sansón (4). El primer incidente da una prueba sobrecogedora de su gran fuerza; el segundo atiende a la cuestión de cuál es la fuente de su fuerza. En ninguno de los incidentes Sansón actuó racionalmente y de propósito; sin embargo, ambos resultaron (finalmente, si no de inmediato) en derrotas humillantes para los filisteos (3, 23–30). Por lo tanto, es claro que aunque Sansón parecía estar fuera de control, el Señor lo estaba usando para cumplir sus propósitos.
El incidente con Dalila es particularmente revelador, en especial cuando Sansón al fin le descubrió todo su corazón (17). Sansón no estaba ignorante de su llamamiento. Todo el tiempo había sabido que él era un nazareo y que el secreto de su fuerza residía en su relación especial con Dios (su cabello era meramente un signo de ello). Pero él nunca había sido capaz de aceptar por completo las condiciones de su estado de separación. Secretamente había querido siempre ser como los otros hombres y gozar de los placeres que ellos disfrutaban (tentación que seguramente es común a los cristianos hoy). En Dalila, él vio una oportunidad, quizá su última, de tener la felicidad que siempre había querido. Al ceder a su petición, virtualmente Sansón estaba invitando a Dalila a relevarlo de su nazareato; a convertirlo en el hombre ordinario que siempre había deseado ser (17). Pe ro, paradójicamente, el efecto de esto fue sencillamente quitarlo violentamente de donde había querido estar y colocarlo de vuelta a la vanguardia del conflicto con los filisteos (20, 21). El Señor se apartó de Sansón so lamente lo suficiente para que se lograra esto. El último versículo del pasaje (su cabello … comenzó a crecer; 22), apunta claramente a lo que estaba por venir (23–30). Sansón pudo haber deseado ser como otros hombres, pero el Señor no se lo permitiría, como tampoco a Israel ser como otras naciones. La lucha de Sansón contra su llamamiento era como la lucha de Israel como un pueblo.
Notas. 1 Para Gaza ver sobre 1:18; 3:3; 6:4. 2 Si era típica de este período, la puerta de la ciudad era una estructura elaborada de por lo menos dos pisos de altura, con cuartos de guardia flanqueando una entrada en forma de túnel. Quienes esperaban a Sansón estaban dentro y probablemente dormidos cuando él arrancó las puertas (3). 3 HebroŒn estaba en las colinas de Judea a 60 km.km. Kilómetro(s) al oriente de Gaza. La colina en particular donde Sansón puso las puertas probablemente estaba en algún lugar entre las dos (ver sobre 1:10). 4 El valle de Sorec (“valle de los Viñedos”; cf.cf. Confer (lat.), compare 15:5) estaba a 21 km.km. Kilómetro(s) al sudoeste de Jerusalén.  5  1.100 piezas de plata son cerca de 13 kg.kg. Kilogramo (cf.cf. Confer (lat.), compare 17:1, 3). 7 Las cuerdas … frescas (“piezas de cuerdas de tri pa sin curar”) eran posiblemente cuerdas de arco en preparación.  13  La señal más conspicua de la separación de Sansón para Dios como nazareo, eran sus siete mechones (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 17). Ver sobre 13:5. El telar era de tipo primitivo, con sus dos postes verticales fijos en el piso. La clavija era una pieza plana de madera para golpear el material recién hilado para estirarlo.  21 Ellos le sacaron los ojos para humillarlo y dejarlo indefenso (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 25:7). Lo ataron … para que moliese, probablemente a un molinillo. Hay duda de que el tipo de molino más grande, normalmente girado por un asno, fuese conocido en ese tiempo.
16:23–31 Muerte y triunfo en Gaza. La historia de Sansón alcanza un clímax sorprendente en esta escena final, al igual que toda la sección central del libro. El problema fundamental con los israelitas a través de todo el período de los jueces, había sido su atracción fatal a otros dioses (2:10–13). La gran contribución de Sansón al propósito de Dios fue demostrar, aunque solamente en su muerte, la supremacía total del Señor (Jehovah) y la absoluta ineficacia de otros dioses (representados aquí por Dagón). En esto, la proeza de Sansón no es diferente de la de Elías en el monte Carmelo (1 Rey. 18:16–40).
Hay una gran ironía en la afirmación repetida de que su dios había entregado a Sansón en sus manos (23, 24), porque en realidad fue el Señor quien lo había hecho, precisamente para causar su caída. Hay una gran tristeza en la oración de Sansón en el v. 28. Antes había pedido vida (15:18, 19); ahora pedía muerte. Aun en la muerte, sus motivos no fueron puros; buscaba venganza personal más que la gloria de Dios. Pero al menos hizo al fin aque llo para lo cual había sido apartado y la victoria fue incuestionablemente del Señor. Habría más batallas notables con los filisteos en el futuro, pero el reconocimiento de que sólo el Señor es Dios fue el fundamento sobre el cual se edificaría la liberación futura de Israel. Sansón ciertamente efectuó un principio significativo (ver sobre 13:5).
La historia de Sansón, por lo tanto, termina donde principió, con Sansón siendo llevado a su casa y sepultado por su familia doliente. Al menos ellos pudieron tener consuelo del hecho de que su muerte no había sido en vano, aunque indudablemente nosotros estamos en mejor posición para apreciarlo. A pesar de todos sus fracasos, él fue un precursor de Jesús, quien por su muerte humilló a nuestro gran enemigo y puso el fundamento para una liberación que todavía estaba por revelarse en toda su plenitud (Heb. 2:14, 15; 1 Ped. 1:3–5).
Notas. 23 DagoŒn (“grano”) era un dios cananeo de la agricultura, que aparentemente adoptaron los filisteos a su llegada. (Ver sobre 3:3.) Había también un templo de Dagón en Asdod, de acuerdo con 1 Sam. 5:1–5. 25 Quizá Sansón sirvió de espectáculo haciéndolo que realizara hazañas de fuerza. 26 Se conoce el tipo de templo por las excavaciones hechas en el área. El techo estaba sostenido por columnas de madera sobre bases de piedra. Los dignatarios se encontraban abajo, en el templo mismo, y la gente del pueblo observaba desde arriba. 28 Señor Jehovah es, lit.lit. Literalmente, “mi señor Jehovah”. El nombre Jehovah se asocia particularmente con la liberación de los israelitas de Egipto y el pacto hecho con ellos en Sinaí (Exo. 6:1–8; 20:2). Sansón estaba orando como un israelita, invocando la relación del pacto. Como pasa con frecuencia en el ATAT Antiguo Testamento, acuérdate aquí implica acción, no meramente recuerdo (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 8:1; 19:29; Exo. 2:24). 31 Para Zora y Estaol, ver sobre 13:25.

17:1-18:31 CAOS RELIGIOSO: MICAIAS Y SU SANTUARIO
Como se explicó en la Introducción, esta es la primera de dos historias que forman el epílogo al libro. Ambas presentan a un levita y están unidas por el refrán del 17:6, 18:1a, 19:1a y el 21:25. Des criben el caos religioso y moral que amenazó destruir a Israel desde dentro durante el período de los jueces, cuando Israel no tenía rey y cada quien hacía lo que quería o, lit.lit. Literalmente: “Lo que le parecía recto ante sus propios ojos.”

17:1-13 El origen de los ídolos de Micaías

Micaías penetra en la historia como un ladrón autoconfeso. El dinero que había robado había sido dedicado a Dios por su madre, ¡para hacer ídolos! Apa rentemente sacudido por su conciencia, Micaías le dijo lo que había hecho y se lo devolvió. Ella, por su parte, se sintió tan aliviada de tener el dinero que no pronunció una sola palabra de reproche y, por el contrario, ¡bendijo a su hijo en el nombre del Señor! Pero todavía había más absurdos por venir. La comparación del v. 3 con el v. 4 sugiere que la madre de Micaías usó solamente una parte del dinero dedicado para el propósito que ella había estipulado. ¿Qué hizo con el resto? Y Micaías, cuando se convirtió en el orgulloso propietario de los nuevos ídolos, estaba seguro de que el Señor lo bendeciría ¡porque tenía a un levita como su sacerdote! (13). Rápidamente, en el siguiente capítulo, va a ser manifiesto cuán equivocado estaba.
Esta primera escena está llena de ironía que surge principalmente del hecho de que los protagonistas aparentemente son inconscientes de la incongruencia de sus palabras y acciones. Ilustra perfectamente el caos que sobreviene cuando cada quien hace lo que le parece recto ante sus propios ojos (6).
Notas. 1 Micaías (“¿Quién es como Jehovah?”) es, ciertamente, ¡un nombre irónico para un idólatra! Para la región montañosa de Efraín ver sobre 4:5.  2  1.100 piezas de plata era una gran suma de dinero (cf.cf. Confer (lat.), compare 16:5). La madre de Micaías había dedicado el dinero a Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Mar. 7:11). Por implicación, involucraba una maldición (o “juramento”) sobre cualquiera que lo hubiera malversado. 3  Por mi hijo es “de parte de mi hijo”. Los ídolos serían hechos por un platero y entregados a Micaías (4). Aparentemente, la madre de Micaías consideraba la imagen tallada y de fundición como un objeto de arte religioso y equivocadamente tenía el propósito de honrar al Señor con ella. 5 Para el efod de Micaías, ver sobre 8:22–27 (el efod de Gedeón). 7 El joven … levita era miembro de la tribu sacerdotal de Leví (Deut. 33:8–11). Se suponía que sólo los descendientes de Aarón eran sacerdotes; el resto eran asistentes (Núm. 8:5–26). No teniendo territorio propio vivían entre las otras tribus. Aunque se les asignaron ciudades específicas, no estaban confinados a ellas, especialmente en las condiciones caóticas del período de los jueces. El levita de Belén de Judá era un descendiente de Moisés (18:30). Ver también sobre 19:1. 10 El levita iba a ser para mí como padre, o sea, alguien a quien Micaías podía buscar para dirección en asuntos religiosos (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 6:21; 13:14). Sin embargo, en todos los otros aspectos, el levita era más como un hijo para Micaías que un padre (11).

18:1-31 La historia subsecuente de los ídolos de Micaías

Como vimos en el capítulo inaugural del libro, los danitas no pudieron tomar posesión total de su territorio en el sur (1:34). Su migración hacia el lejano norte, que se relata aquí, probablemente tuvo lugar muy al principio del período de los jueces (ver nota sobre v. 12).
La segunda parte de la historia de Micaías consiste de varias escenas que reflejan el movimiento de los danitas de un lado para otro, y sus encuentros con varias personas en su camino. Hay dos escenas que involucran al levita a quien Micaías había reclutado para ser su sacerdote. Fue consultado por los espías danitas (3–6) y les dio un oráculo favorable, y luego convino en abandonar a Micaías e ir con los danitas y servirles a ellos. En la escena que sigue (22–26) Micaías hace su aparición final, un hombre patético y quebrantado (24). En Lais, a la que los danitas dieron otro nombre, se vuelve a abrir el santuario de Micaías en un nuevo sitio y bajo nueva administración (30, 31). Pero las palabras ominosas hasta el tiempo de la cautividad de la tierra, apuntan a que este santuario sufrió la misma suerte del original (ver nota sobre v. 30).
Toda la historia está relatada con expresión de disgusto. Hay muchas similitudes superficiales con la conquista original de la tierra por Israel (Núm. 13–14; Deut. 1). Pero con toda su demostración de fuerza, los danitas aquí estaban de hecho en retirada, haciéndose a un lado de su verdadera herencia bajo la presión cananea (ver arriba). Y Lais, en contraste con las ciudades fortificadas que conquistó Josué, era un lugar remoto, quieto, confiado e indefenso (27, 28). Las simpatías del autor parecen estar más con las víctimas de los danitas que con los danitas mismos.
Al final, la historia es más acerca de Micaías que de los danitas. Sobre todo trata de la falsa con fianza que la gente tiene de poder manipular a Dios con objetos e instituciones religiosas. Los danitas esencialmente cometieron el mismo error que Micaías y su nuevo santuario estaba destinado a la destrucción desde el principio, al igual que Micaías. Una religión egoísta trae el juicio de Dios, no su bendición (ver especialmente 17:13).
Notas. 2 Para Zora y Estaol ver sobre 13:2, 25. Clanes es lit.lit. Literalmente el singular “clan”, que parece ser equivalente a tribu aquí (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 11, 19). Contrástese 6:11. Para la región montañosa de Efraín ver sobre 4:5. 7  Lais estaba muy al norte de Canaán, 40 km.km. Kilómetro(s) al norte del mar de Galilea. Fue llamada “Dan” por los danitas (29). Los sidonios (ver sobre 3:3) vivían sobre la costa mediterránea donde se encuentra actualmente el Líbano. 11 Para 600 ver sobre 3:31. 12  Quiriat-jearim (“ciudad de bosques”) estaba en las montañas a unos 13 km.km. Kilómetro(s) al oeste de Jerusalén.  Cf. Quiriat-séfer, “ciudad de libro(s)”, en 1:11. Campamento de Dan. Aparece desde el 13:25 que el lugar ya era conocido con este nombre en tiempos de Sansón. Por lo tanto, es probable que la comunidad de Sansón era un grupo pequeño de danitas que permanecieron en el sur después que la mayor parte de la tribu se había movilizado hacia el norte. 14  Para efod cf.cf. Confer (lat.), compare 17:5 y ver sobre 8:27. Los ídolos domésticos (heb. terapim) aparentemente eran objetos pequeños (Gén. 31:19) que, como el efod, se usaban para adivinación (ver Eze. 21:21, donde “ídolos” traduce terapim y 2 Rey. 23:24).  19 Sé para nosotros como padre cf.cf. Confer (lat.), compare 17:10.  21 La idea era mantener a los guerreros entre sus posesiones (incluyendo lo que habían robado) y a cualquiera que pudiera perseguirlos.  28  La ubicación precisa de Bet-rejob se desconoce, pero ver sobre v. 7 y cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 13:21.  29  Israel se usa aquí como el nombre alternativo para Jacob (Gén. 30:4–6; 32:8). 30 Para G

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