jueves, 21 de julio de 2011

Salmos 4 - Oración vespertina de confianza en Dios

Salmos 4 - Oración vespertina de confianza en Dios
Salmo de David.
1 Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia.
Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar;
Ten misericordia de mí, y oye mi oración.
2 Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia,
Amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira? Selah
3 Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí;
Jehová oirá cuando yo a él clamare.
4 Temblad, y no pequéis;(A)
Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad. Selah
5 Ofreced sacrificios de justicia,
Y confiad en Jehová.
6 Muchos son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien?
Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro.
7 Tú diste alegría a mi corazón
Mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto.
8 En paz me acostaré, y asimismo dormiré;
Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.
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Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
David era también predicador y muchos salmos suyos son doctrinales, no sólo devocionales. La mayor parte de este salmo es como un sermón. I. Comienza con una breve oración (v. 1) Y se pone a predicar: II. Se dirige a los hijos de los hombres, es decir, a los hombres en su condición pecadora, y 1. Les reprende, en nombre de Dios, por el deshonor que dan a Dios y el daño que se hacen a sí mismos (v. 2). 2. Pone delante de ellos la dicha que proporciona la piedad, a fin de animarles a ser piadosos (v. 3). 3. Les exhorta a que consideren sus caminos (v. 4). III. Les anima a servir a Dios y poner su confianza en El (v.,5). IV. Refiere sus propias experiencias de la gracia de Dios obrando en El (vv. 6-8). En cuanto a la numeración de versículos, tenemos aquí el mismo caso que en el salmo anterior (nota del traductor).
Versículos 1-5
El título del salmo nos da a conocer que David, tras componer este salmo por divina inspiración, lo entregó al director de música de la congregación, para ser cantado sobre Neguinoth; es decir (con la mayor probabilidad), con acompañamiento de instrumentos de cuerda. Para la constitución de las distintas clases de cantores, véase 1 Cr. 25.
l. David se dirige a Dios (v. 1.). El que Dios se digne escuchar nuestras oraciones y las responda se debe, no a nuestro esfuerzo ni a nuestros méritos, sino únicamente a su gracia. A dos cosas apela aquí David: 1. A la justicia de su causa. «Dios de mi justicia» (v. 1) «no equivale aquí a Dios justo, sino al Dios que conoce mi justicia y conforme a ella me trata» (Arconada). Lo dice con humildad, pues la humildad no se opone a la verdad. 2. A la experiencia que tenía del socorro divino: «En mi angustia me diste espacio» (lit.); es decir, cuando me hallaba en aprieto, en estrechura, me sacaste a libertad, a lugar amplio. Apoyado en estas dos cosas, clama confiadamente: «Ten misericordia de mí y oye mi oración.»
II. Luego se dirige a los hombres, a fin de convencerles de pecado y exhortarles a volverse a Dios
1. Se esfuerza en convencerles de la insensatez de su impiedad (v. 2): «Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra (lit. gloria) en infamia?» Los que profanan el nombre de Dios, así como los que ridiculizan su palabra y sus otros medios de gracia, convierten en infamia la honra y gloria que Dios se merece, aun cuando profesen externamente una piedad cuyo poder no conocen. Además, se hacen daño a sí mismos, pues van en busca de la vanidad y de la mentira, es decir, de cosas sin consistencia alguna; en el contexto presente, en busca de objetivos que están abocados al fracaso más rotundo. Todos los que aman las cosas mundanas, van en busca de vaciedades engañosas. No se puede negar -nota del traductor- que la 1.a parte del versículo ofrece cierta dificultad; por lo que los LXX vertieron: «... ¿hasta cuándo (estaréis) endurecidos de corazón?». Sin embargo, si atendemos a una expresión similar del Sal. 3:3, es muy probable que lo que David declara es: «... ¿hasta cuándo deshonraréis al que es mi gloria?».
2. Les muestra el peculiar favor que Dios muestra a los piadosos (implícitamente se refiere a sí mismo, como se ve por el contexto), la protección especial que les otorga y los singulares privilegios que les confiere (v. 3). Es tremendo el peligro en que se precipitan los que ofenden a uno de los pequeñuelos que creen en Dios (Mt 18:6). Dios dice que quien les toca a ellos es como si tocara la niña de su ojo (Zac. 2: 8); Y Él hará que los perseguidores lo sepan tarde o temprano, «y ellos serán míos, dice Yahweh de los ejércitos, mi propiedad personal en el día que yo actúe» (Mal. 3: 17).
3. Les amonesta contra el pecado (v. 4): «Temblad y no pequéis.» El verbo hebreo ragaz indica conmoción, ya física, ya psíquica (sea de miedo o de ira), mientras que el verbo jatá = pecar, significa «errar el blanco». En este contexto, Arconada sugiere la siguiente interpretación: «Temed ir contra la voluntad de Yahweh, que me favorece, porque hará inútiles vuestros conatos de contradicción.» La cita de Pablo, en Ef. 4:26, se apoya en los LXX, y viene a significar, según la autorizada opinión de W. Hendriksen: «Que vuestra ira no sea pecaminosa.» Un buen medio para no pecar estando airados es refrenar la lengua y meditar, como expresa la segunda parte del v. 4: «Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad.» Una persona reflexiva lleva camino de ser una persona sabia y prudente. Es conveniente examinar nuestra conciencia al acostarse para ver en qué hemos faltado durante el día y arrepentirnos de ello.
4. Les aconseja que tomen conciencia de sus deberes para con Dios (v. 5): «Ofreced sacrificios de justicia, es decir, con el rito debido y las indispensables condiciones internas, y confiad en Yahweh, puesto que quien cumple con sus deberes para con Dios, puede estar seguro de la protección divina.» Cuando la piedad es sincera, por proceder de un corazón recto, bien se puede confiar en la gracia y en la providencia de Dios.
Versículos 6-8
1. El insensato deseo de los mundanos (v. 6): «Muchos son los.que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien?» De qué clase de bien hablan se colige por el final del v. 7. Se gozaban en el incremento de sus cosechas de cereales y de vino. Todo lo que deseaban era la abundancia de los bienes de este mundo, para abundar en los deleites de los sentidos. Preguntan por un bien que pueda verse y palparse, pero no muestran interés por las cosas que no se ven y sólo se perciben por la fe. Así como se nos enseña a rendir culto de adoración a un Dios invisible (Jn. 4:24; 1 Ti. 6: 16; etc.), así también se nos enseña a buscar bienes invisibles (2 Co. 4: 18). Con los ojos de la fe podemos ver cosas más lejanas que las que podemos ver con los ojos de la cara. Lo que los mundanos desean es un bien exterior, presente, pequeño y perecedero: buena comida, buena bebida, buen negocio y buena hacienda; y ¿qué son todas estas cosas comparadas con un buen Dios y un buen corazón? Cualquier bien puede servir a los deseos de la mayoría de los hombres, pero los espíritus selectos no se alimentan de bazofia; los hijos de Dios tienen, por su gracia, más refinado el gusto espiritual.
2. La sabia elección que hacen los piadosos. David, y los pocos piadosos que estaban de su parte, elevaban a Dios esta oración (v. 6b): «Alza sobre nosotros, oh Yahweh, la luz de tu rostro» (v. Nm. 6:26; Sal. 31 :16; 80:3,7,19). David y sus amigos escogen por bien suyo y meta de su felicidad el favor de Dios; éste es el bien que, según ellos sabiamente valoran, es mejor que todos los bienes de la vida terrenal. Aun cuando David habla solamente de sí en los vv. 7 Y 8, en esta oración del v. 6 habla también en nombre de otros, como Cristo nos enseñó a orar: «Padre nuestro.» Todos los hijos de Dios se acercan al trono de Dios con las mismas peticiones y parecidos problemas, y en esto todos son uno, pues todos aspiran al favor de Dios como al sumo bien. Aprendamos a orar por otros así como por nosotros mismos, porque en el favor de Dios hay bastante para todos y nunca tendremos de menos por compartir con otros lo que tenemos. Lo que constituye el motivo del regocijo de David es precisamente eso (v. 7): «Tú diste alegría a mi corazón.» Cuando Dios pone gracia en el corazón, pone también alegría, no superficial, sino sólida y sustancial. Bien puede David terminar el salmo (v. 8) diciendo: «En paz me acostaré y asimismo dormiré; porque sólo tú, Yahweh, me haces vivir confiado» (v. Sal. 3:5). Se acuesta y duerme tranquilo, porque se sabe sostenido y protegido por Dios. Así hemos de hacer nosotros, y cuando llegue el último sueño, el sueño de la muerte, podremos decir con el buen Simeón: «Ahora, Soberano Señor, puedes dejar que tu siervo se vaya, conforme a tu palabra, en paz» (Lc. 2:29), seguros de que Dios acogerá en su seno a nuestra alma. Sigamos el consejo del mismo David en otro lugar (Sal. 37:5): «Encomienda a Yahweh tu camino y confía en Él; y Él actuará.» Si ponemos en manos de Dios nuestros asuntos, bien podemos dejar también en sus manos el resultado.

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