miércoles, 22 de junio de 2011

SUSURROS DE AMOR Por Angelica Perez Ortiz

Susurros de Amor
El susurro es una muestra de secrecía entre dos personas que se quieren y se estiman pero que
sobretodo confían el uno en el otro. Susurramos cuando queremos que solo alguien en particular
nos escuche, porque las palabras que saldrán de nuestras bocas en esos momentos van
únicamente dirigidas a esa persona. Susurros de Amor es una colección de 20 ensayos dirigidos
al alma humana. Ensayos para el crecimiento cristiano y el crecimiento como ser humano.
Lee y escudriña estos ensayos como susurros dirigidos únicamente hacia a ti, para refrescar tu
alma y llenarte de amor, paz, esperanza y nuevas fuerzas. Fueron escritos por una joven
enamorada de Dios y ese amor la ha llevado a intentar fervientemente contagiar a otros del amor
que Dios le ha dado en su corazón.
Algunos de los ensayos que encontraras aquí han sido publicados por la autora previamente en el
blog Voz de Amor y en el blog bilingüe Bits From My Heart.
Angélica Pérez Ortiz, autora y editora de la colección, tiene diecisiete años de edad y lleva
escribiendo de reflexiones desde sus doce años, edad en la cual se enamoró de Jesús. Todo el
material escrito en el libro es de su autoría.
Actualmente reside en la bella isla de Puerto Rico en el cálido Mar Caribe. Disfruta de leer,
escribir ensayos, cuentos y poesías, hace pantomimas y dibujos a lápiz. En sus temas exalta la
creación de Dios y exhorta a las personas a cambiar para bien. Es vegana moral, cristiana y
filósofa del diario vivir.
**Espero que estos ensayos sean de bendición para tu vida y recuerda que nada llena nuestros
corazones ni nos acerca más a Dios que la oración y la comunicación directa con él.
Dios te bendiga, Angélica Pérez Ortiz
Bajo un Nuevo Reinado
Siendo muy joven aún decidió enlistarse en la marina de los Estados Unidos en tiempos de la
Segunda Guerra Mundial.  Sus padres muy orgullosos le apoyaron en tal decisión pues era para
ellos un orgullo tener un hijo que perteneciera al gran ejército de los Estados Unidos de América.
Ese día su mamá fue la que lo llevó a la base, despidiéndose de él en la entrada se fue alejando
en su lujoso auto. Una vez el joven entró se le entregó la ropa que estaría usando de ese momento
como marino y lo que serían sus nuevas pertenencias. No muy lejos de la salida aún, su madre se percató que no le había dejado mucho dinero para
posibles gastos así que decidió volver a la entrada. Sin embargo, el marino que se encontraba en
guardia le impidió el paso. La madre se bajó del auto y distinguiendo su hijo a lo lejos se acercó
a la entrada para pasar sin embargo el marino la detuvo.
La mujer en desesperación le decía, “¡Pero él es mi hijo!”
A lo que el marino cordial y tranquilamente respondió, “Si Señora, pero él le pertenece al Tío
Sam ahora. Es un marino.”
Cuando decidimos creer en Jesús y nos convertimos en sus seguidores. Pasamos a estar bajo su
protección y cuidado. Él responderá por nosotros ante el Padre y nosotros le rendiremos cuentas
a Él de igual forma por nuestras acciones.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas
son hechas nuevas.” 2Corintios 5:17  
Lo que antes solía tener cierta importancia para nosotros pasa a ser algo irrelevante y lo que
verdaderamente importa es servirle y agradarle a Él, ser criaturas nuevas. Comenzamos a tener
una mirada diferente y a valorar las cosas de manera espiritual más que terrenal.
 El rey de nuestros corazones era el afán del mundo, la vida cotidiana y lo que pensábamos que
era lo correcto y lo que brindaba felicidad y plenitud de vida. Luego de ser lavados por su
preciosa sangre, somos ovejas de su prado, somos unos de sus pequeñitos. Una vez entregamos
nuestros corazones a Cristo, Él se convierte en el dueño y Señor de ellos. Él es quien nos cuidará
y guardará y quién velará por nosotros en nuestro caminar diario a su lado.
Así nos lo confirma cuando nos dice en Isaías 43: 1-2, “Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh
Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.
Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por
el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.”
Así como ese joven dejó de ser el hijo de una familia adinerada para convertirse en el marino de
los Estados Unidos ante los ojos de aquel guardia, así mismo nosotros dejamos de ser un simple
pecador para convertirnos en nuevas criaturas lavadas con la sangre del Cordero Inmolado ante
los ojos de Dios.
Inspirado en el devocional: “Under New Orders/Bajo Nuevas Órdenes”. Escrito originalmente
por: Dave Egner para el devocionario: Our Daily Bread.
Bástate de su Gracia
“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un
aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca
sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí.  Y me ha
dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.”Segunda Corintios 12: 7- 9
Una debilidad en el mundo espiritual y emocional es algo en lo cual caemos con facilidad, una
cosa o persona que consideramos más fuerte que nosotros y que tiene el poder de no permitirnos
actuar con claridad. Todos tenemos justo al lado, es más, dentro de nosotros existe una debilidad
con la cual peleamos día a día.
Pablo la describe como un aguijón, un mensajero del maligno que nos abofetea cada vez que
puede, que quiere y que se lo permitimos. Este mensajero nos atormenta constantemente
recordándonos que aunque seamos Hijos de Dios, seguimos siendo débiles ante el deseo de la
carne. Sin embargo, Dios nos ha dado herramientas para combatir esta debilidad que como seres
humanos todos enfrentamos.
Podemos irnos en ayuno y oración, y rogar por la liberación de este aguijón. ¡Qué alivio tan
grande sería ese! Por cada debilidad que nos ataque, un tiempo de ayuno y oración para que sea
apartada de nosotros. Sin embargo, Dios nos dice: “Bástate en mi gracia, porque mi poder se
perfecciona en la debilidad.” La realidad es que cuando más débiles estamos es cuando más
buscamos de Dios, por lo tanto es cuando más le permitimos que obre en nuestras vidas. Es por
ello que en los momentos de debilidad Dios nos deja ver que con su gracia podemos enfrentar y
derrotar la misma.
Normalmente pensamos que este verso nos indica que no importa cuánto pequemos porque con
su gracia y amor perdonador nos basta. ¿Por qué pensar así? ¿Acaso Dios no es todopoderoso?
¡Su gracia y amor son suficientes para prevenirnos de cometer el pecado, de caer en la tentación!
Dios no quiere que nos bastemos de su gracia simplemente para que cuando pequemos nos
sintamos perdonados, ¡No! El quiere que te hagas dueño de su gracia y que la uses para
fortalecerte y NO rendir ante la debilidad, al contrario, fortalecerte y reconocer que aun cuando
somos débiles, ‘todo lo podemos en Cristo que nos fortalece.’
Cuando nos bastamos de la gracia de Dios, y nos declaramos débiles sin su gracia y amor
recibimos la fuerza divina para pelear contra la tentación, fortalecemos lo que una vez fue
nuestra debilidad y somos capaces de continuar hacia adelante, dispuestos a fortalecer otras áreas
y crecer en otros campos.
Caminando en los Pasos de Cristo
Salmos 32:8 "Te haré entender, y te enseñaré el camino que debes andar, sobre tí fijaré mis
ojos."
Cuando tenemos problemas solemos agarrarnos de la mano de Jesús y no soltarla, es como un
niño que está agarrado de la mano de su mamá y no la suelta hasta llegar a un lugar seguro. Sin
embargo una vez pone pie en ese lugar seguro, comienza a explorar y se suelta de la mano de su
mamá para jugar con otros niños o con un juguete. ¿Acaso nosotros no hacemos lo mismo? Cometemos el error de comenzar a ver esos "juguetes" y
cosas que nos llaman la atención y nos soltamos de la mano de Jesús para irnos a explorar.
Entonces, la ayuda y la protección que necesitábamos de parte de Jesús ya no la necesitamos.
Si queremos vivir una vida como cristianos y caminar con Jesucristo de nuestro lado debemos
hacerlo en todo momento, aún cuando esas cosas que parecen tan interesantes nos llamen la
atención. No es malo explorar y conocer cosas nuevas, el problema está en decaer
constantemente y dejar a Jesús en segundo plano por otras cosas que no son realmente
importantes en nuestra vida ni futuro espiritual y como ser humano.
Debemos ser cuidadosos con esto, puede parecer que el camino que Jesús lleva no es el más
atractivo pero es el que nos traerá gozo que no acaba, paz, luz, sabiduría y toda buena dádiva.
Todos pasamos por caminos difíciles y senderos llenos de dolor, TODOS, el cambio está en que
el cristiano tiene las herramientas para sobrepasar ese dolor y ver el crecimiento que el mismo
puede traer a su vida.
Santiago 1: 17 dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de
las luces en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” Las cosas que nos suceden en la
vida no ocurren por cuenta de Dios, el no es quien las provoca. Cuando nos vienen “tormentas” a
nuestras vidas son situaciones en las que Jesús estará a nuestro lado para levantarnos, ayudarnos
a atravesar los obstáculos y salir adelante. Estos momentos son los que él aprovecha para
ayudarnos a crecer y ver el beneficio del la lucha.
Salmos 25:8b- 9 “Por tanto él enseñará a los pecadores el camino. Encaminará a los humildes
por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera.” No permitamos que las tentaciones y las
distracciones nos alejen del camino correcto y tampoco nos desanimemos por los obstáculos y
pruebas que podemos encontrar en el camino, siempre habrán obstáculos que sobrellevar sin
importar qué religión llevemos.
¿Creo en Él o le Creo a Él?
 “Pon toda tu confianza en Dios y no en lo mucho que sabes. Toma en cuenta a Dios en todas tus
acciones, y él te ayudará en todo.” Proverbios 3: 5-6
Creer: Tener confianza en una persona. Tener por cierto, aceptar algo como verdad.
Creer en Dios y creerle a Dios. Hay una pequeña diferencia entre la una y la otra. Creer en Dios
es creer en su existencia, en que existe un ser sobrenatural y todopoderoso. Creerle A Dios, es
tener esa plena confianza en Él, la certeza de poder contar con Él para lo que sea necesario.  Es
como las definiciones mismas de creer, una cosa es dar algo por cierto y otra muy diferente es
confiar en algo o alguien. Muchos decimos, “Si yo creo en Dios” pensando que estamos afirmando el hecho de que nuestra
fe esta cimentada en nuestro Dios. Otros decimos, “Yo le creo a Dios” con los mismos
pensamientos. Sin embargo, en ocasiones cuando decimos “Yo le creo a Dios o Yo creo en Dios”
no tenemos el corazón en nuestras palabras.
Me explico, decimos que le creemos a Él pero cuando viene la oportunidad para demostrar esa
plena confianza vemos que esa confianza no existe enteramente dentro de nosotros. Por
naturaleza tendemos a alterarnos y asustarnos cuando momentos donde debemos confiar llegan a
nuestras vidas. Cuando viene la lucha y el temor a irrumpir nuestra paz comenzamos a darle
cabida a la duda en nuestras vidas.
En lugar de creer en la eternas promesas de Dios para nuestras vidas, creemos en lo que vemos y
muchas veces lo que vemos nos causa dolor y desesperación. Entonces en momentos como este
es cuando Dios se pregunta en versos como Isaías 46: 5 “¿A quién me asemejaréis, me igualaréis
o me compararéis para que seamos semejantes?”
 La sola idea de vernos dudar duele al corazón de Dios. Su mirada, su corazón y espíritu siempre
están enfocados en el cuidado de sus pequeños, en protegernos y guiarnos por sus caminos y
sendas de amor, donde estamos destinados a crecer en espíritu y carácter. Esto nos lo confirma
en su palabra…
Jeremías 29: 11 “Porque yo sé los planes que tengo para vosotros –declara el Señor– planes de
bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza.”
Romanos 8:28 “Sabemos que Dios va preparando todo para el bien de los que le aman…”
Jehová nos da una palabra y nosotros gozosos la recibimos y nos regocijamos porque Él ha
decidido hablar a nuestras vidas. Lo que sucede es que cuando comenzamos a pasar por procesos
dolorosos y de temor dejamos de creer en esa palabra y muchas veces en su existencia. Sin
embargo, el creerle a Él nos hará crecer para recibir a plenitud del cumplimiento de su palabra en
nuestras vidas.
Isaías 43: 1-3 “Mas ahora, así dice el Señor tu Creador, oh Jacob, y el que te formó, oh Israel: No
temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre; mío eres tú. Cuando pases por las
aguas, yo estaré contigo, y si por los ríos, no te anegarán; cuando pases por el fuego, no te
quemarás, ni la llama te abrasará. Porque yo soy el Señor tu Dios…”
Echa tu Pan a las Aguas
“Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aún a
ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra.”
Eclesiastés 11: 1-2Mayordomía, a veces la palabra cansa y a veces no reflexionamos en ella, a veces evadimos el
tema de tantas veces que lo hemos oído y otras simplemente debemos reconocer que no la
ponemos en práctica como se debe. Usualmente la asociamos a los diezmos y ofrendas, al tiempo
dedicado a Dios y a la obra... pero más allá de ello, hay una mayordomía que posiblemente no
hayas escuchado mucho.
“Echa tu pan sobre las aguas...” Que te parece si lo ves como si Dios te pidiera que usemos los
talentos que él nos ha dado, que echemos nuestro "pan" en las aguas, que lo multipliquemos y
perfeccionemos de manera tal que una vez nuestros talentos hayan llegado a su máximo
esplendor (“después de muchos días lo hallarás...”) sean usados para bendecir, para impactar las
vidas de otros y disfrutar de ellos con todo lo bueno que podamos hacer. (“Reparte a siete, y aun
a ocho...”)
Una característica del pan es que al caer al agua se esponja y se vuelve más grande y si te lo
comes en ese estado te sentirás mas lleno al comértelo. El agua para nuestros talentos será la
práctica y el aprender a usarlos para hacer el bien, al terminar no solo nos sentiremos más plenos
sino también más preparados para utilizarlos para lo mejor.
Si utilizamos nuestros talentos para hacer bien seremos instrumentos de bendición, no solo para
los demás sino para nosotros mismos. El propósito de tener un talento especial en una o más
áreas no es para que lo guardemos y los escodamos sino para que logremos cosas grandes y
maravillosas con ellos.
Nunca permitas que nada ni nadie te impida desarrollar tus talentos al máximo y hacer el bien
con ellos. ¡No hay talento que no valga la pena! Y esto es parte de nuestra buena mayordomía
como cristianos y seres humanos, proteger y perfeccionar nuestros talentos.
Enciende tu Luz
Mateo 2:2 “¿Donde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el
oriente y venimos a adorarle.”
Cuando Jesús nació, una estrella como ninguna otra iluminó el cielo. La palabra nos comenta
sobre tres magos del oriente que cuando divisaron la estrella en el cielo inmediatamente lograron
identificarle con la profecía del salvador del mundo. Entonces, emprendieron su travesía desde
sus hogares, hasta Belén en busca del niño Dios que había encendido una luz en el cielo de
Jerusalén.
“¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?” Preguntaban los magos del oriente ansiosos
por una respuesta. La luz que brillaba era tan y tan especial que no cabía duda alguna; ¡Esa era la
estrella de Jesús! “Vosotros sois la luz del mundo…” (Mateo 5:14) Si, somos la luz del mundo. Cuando Jesús
nació, su luz visito esta Tierra que por mucho tiempo había sido reinada bajo tinieblas. Jesús
comenzó a esparcir su luz y alumbrar todo corazón dispuesto a ser restaurado con su amor y
perdón. Preparó a sus discípulos para que fueran esa luz cuando El partiera a reunirse con el
Padre.
Eso se ha convertido en una cadena, una hermosa cadena de amor, restauración y luz que lucha
para alumbrar este mundo lleno de maldad. Cuando aceptamos a Jesús, cuando aceptamos su
llamado en nuestros corazones, nos comprometemos a ser una luz.
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” Mateo 5:16
Estamos llamados a encender la luz de Jesús en nuestros corazones y alumbrar el camino que
dirige a las ovejas perdidas hacia la redención en Cristo. ¡Que nuestra luz alumbre tan fuerte
como la del niño Emanuel! Su luz permitió a los magos encontrar el camino para alabarle y
reconocerle como Rey.
Nos ha otorgado esa misma luz, para que alumbremos el camino a los perdidos. No la escondas,
no la apagues en tu corazón. Para esparcir esa luz debemos estar llenos de amor y muchos deseos
de alumbrar, no mires si la persona merece ser alumbrada o no o si están aprovechando la luz
que les ofreces o no. Busca que tu corazón este fijo en alumbrar y en inspirar amor, paz y
esperanza en la vida de los demás. Esa es tu meta, la meta propuesta por Dios; ¡Enciende tu luz!
La Esencia de tus Frutos
“Tenía mi amado una viña en una ladera fértil. La había cercado y despedregado y plantado de
vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar; y
esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres. Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de
Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña. ¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho
en ella? ¿Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres?” Isaías 5:1-4
Así como este hombre hizo con esa viña hace Dios con nosotros. Él nos planta gentilmente en un
terreno fresco y fértil, nos da los mejores tratos y nos mantiene en el mejor estado posible. Todo
esto lo hace esperando que el fruto de nuestras obras sea uno puro y digno de todas las
bendiciones y milagros que ha hecho en nuestra vida. Es como un campo de entrenamiento, fase
tras fase nos va preparando con herramientas y fortalezas. Sin embargo, en el momento de la
cosecha, nosotros le recibimos con frutos silvestres y en lugar de dar lo mejor de nosotros, damos
lo que podemos o consideramos bueno.
No estoy hablando de dinero, ni de cuánto tiempo dedicas a trabajar en la iglesia o de cuántas
vidas has logrado convertir para Cristo. Estoy hablando de nuestra esencia como personas. El
fruto de una planta es su esencia, es lo mejor que tiene para dar y su razón de existencia. Nuestraesencia como seres humanos, nuestra personalidad y forma de ser serán nuestro fruto, lo que
nosotros hemos aprendido a dar a consecuencia de lo que hemos recibido de parte de Dios.
“Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, del Padre de las Luces” Santiago 1:17
 Por ende todo lo que viene de parte de nuestro Dios es para bien en nuestras vidas, para
nutrirnos. Concentrarnos en ese “fertilizante celestial” que recibimos a nuestras vidas es, no solo
nuestro deber sino también la manera de sobrevivir ante la maldad de este mundo. Al recordar el
amor y la naturaleza protectora de Dios seremos capaces de sobrellevar y corromper el mal
cuando intente atacarnos, como resultado, tendremos una esencia digna del tratamiento recibido
y lograremos dar frutos de alta calidad.
Él conoce nuestros corazones, de manera que conoce lo que queremos y no queremos hacer y de
todas formas, nos permite escoger confiando en que escogeremos lo mejor. Escoger lo mejor, es
también, hacer lo mejor. Hacer cosas de bien no solo para beneficio de los que amamos pero sino
también para el de los que nos rodean, forman parte de lo que debe ser nuestra esencia como
cristianos e hijos de Dios.
El recibir un entrenamiento para dar frutos de excelencia en medio de tanto árbol podrido y
terminar dando un fruto de igual o peor calidad es ser hipócritas. “Por sus frutos los
conoceréis…” Solo aquellos que luchemos por mantener una relación con Dios y tener un alma y
una esencia enteramente buena y pura serán los que darán frutos de calidad.
Dios conoce tu calidad, Él, y solo él es quien necesita estar satisfecho con tus frutos. Asegúrate
de dar lo mejor que tengas para dar. Tus frutos son el resultado de tu crecimiento, y van dirigidos
a la gran responsabilidad de alimentar a las almas hambrientas de la palabra de salvación
espiritual. ¿Qué estamos esperando? Es tiempo de dar frutos dignos del tratamiento recibido. ¡Ha
llegado la hora de la cosecha! ¿Qué vas a dar?

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