miércoles, 22 de junio de 2011

SUSURROS DE AMOR Por Angelica Perez Ortiz

Jueces
No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y
con la medida con que medís, os será medido. Mateo 7: 1-2
Hace poco me senté a escuchar una canción de una artista popular, era una canción hablándole a
todos aquellos que tenían una autoestima baja y habían sido constantemente rechazados por la
sociedad. En mi opinión, tenía un mensaje positivo y alentador. La artista alentaba con su letra a
sus oyentes para que dejaran atrás todo tipo de rencores y procuraran crecer como seres
humanos, amándose por quienes son y no por quienes los demás desean que sean o los juzgan de
ser.
Al rato llegue a leer un artículo que criticaba el video y la lirica de la canción debido a que
contenía una palabra soez y en el video se presentaba una escena de una joven intentando
suicidarse. Entiendo que la artista si pudo utilizar otra palabra –lo cual hizo más tarde en una
versión actualizada– y que en el video las escenas pudieron haber sido un poco más moderadas.
Sin embargo, mi enfoque con esta reflexión va hacia nuestro incesante deseo de juzgar y señalar
lo que fulano hizo bien y lo que mengano hizo mal. Lamentablemente tendemos a ver más lo
malo o lo feo de las cosas en lugar de ver las verdaderas buenas intenciones que hay detrás de
ellas.
Esta canta-autora escribió una letra positiva, lamentablemente utilizó una palabra que no todos
usan o gustan de oír. Pero sus intenciones fueron positivas y buenas, quería dejarle saber a todos
esos jóvenes que se encuentran luchando con depresión y baja autoestima lo mucho que valen.
Lo que me duele y me choca es nuestra capacidad para juzgar todo. Esta artista comenzó un
movimiento, quizás -de acuerdo a tu opinión o la mía- pudo haberlo hecho mejor pero en lugar
de juzgar (Cosa que Dios nos pide que NO hagamos) deberíamos movernos y también hacer una
diferencia.
A veces no las pasamos juzgando y reprochando todo lo que los demás hacen, sean cristianos o
no. Pero no tomamos un minuto de nuestro tiempo para ver qué nosotros hacemos que sea de
provecho para esta sociedad y que represente la naturaleza amorosa y perdonadora del Dios que
profesamos.
En lugar de concentrarnos en quién lo hizo bien y cómo lo hizo, debemos enfocarnos en actuar
de acuerdo a la naturaleza de Dios y representar un ejemplo vivo y eficaz de lo que es el amor y
el perdón de Dios en la vida de un ser humano. Olvidémonos de decidir si el otro irá al cielo o al
infierno y preocupémonos por cumplir la preciosa obra para la cual fuimos llamados.
Comencemos a hacer una diferencia y llevar la verdadera perspectiva de lo que es ser Hijos de
Dios y representantes de Cristo en este mundo.La generación de este siglo nos necesita, pero no con dedos señaladores y miradas que juzguen si
no con corazones dispuestos a amar, brazos abiertos para sanar y miradas llenas de amor para
aceptar la diversidad que existe en cada persona. ¿Acaso Dios no te ha aceptado como eres?

No hay comentarios:

Publicar un comentario