martes, 3 de mayo de 2011

Anticristo.
Una figura que se opone a Cristo, y por tanto a Dios. La palabra se emplea para describir un espíritu de rebelión contra Dios, "el espíritu del Anticristo" (1 Juan 4:3) y también una persona específica futura identificada como el hombre de iniquidad (2 Tes. 2:3). Este se opone activamente a Jesucristo (2 Tes. 2:4) y cuando él llegue, será capaz de realizar milagros (2 Tes. 2:9). Algunos creen que será una encarnación de Satanás y, como tal, será capaz de engañar a muchos. Su número, relacionado tal vez con su nombre, es 666 (Apoc. 13:18).

Angel.
Angel (griego aggelos) significa mensajero. Los ángeles son seres creados (Salmo 148:2,5; Col. 1:16), espirituales, no humanos (Heb. 1:14). Son inmortales (Luc 20:36), innumerables (Heb. 12:22), invisibles (Núm. 22:22-31), no se casan, y tal vez sean asexuados (Mat. 22:30), y cumplen la voluntad de Dios (Salmo 103:20). Estos ángeles cumplen un ministerio para los creyentes: Ellos guían (Gén. 24:7, 40), protegen (Salmo 34:7), y reconfortan (Hechos 27:2,24).
Hay ángeles buenos (Gén. 28:12; Salmo 91:11; Eze. 9:2) y los hay malos (2 Ped. 2:4; Judas 6). Los ángeles fueron creados originalmente con el propósito de servir y cumplir la voluntad de Dios. Los ángeles caídos son los que se rebelaron contra Dios y se tornaron malvados. Satanás es el principal de estos (Is. 14:12-16; Eze. 28:12-15).
Los únicos ángeles mencionados por su nombre en la Biblia son Gabriel (Dan. 8:16; 9:21), Miguel (Dan. 10:13,21; 12:1), y Lucifer (Luc. 10:18). Miguel siempre se menciona en un contexto de batalla (Dan. 10:13) y Gabriel como mensajero divino (Luc. 1:26). Desde luego, Lucifer o Satanás es el que se opone a Dios y es enemigo del hombre.


Alma.
Existe una disparidad entre el concepto que el AT tiene de nephes y la idea que el NT tiene de psyché. La diferencia básica esta en el hecho de que nephes, a diferencia de psyché, no es una entidad espiritual que existe aparte del cuerpo. La palabra nephes se usa en general para designar hombres o animales individuales en su esencia total (Gn. 1:20; Ex. 1:5). Esto es claro en Gn. 2:7, donde el aliento divino es soplado dentro del cuerpo, de tal forma que se crea "una nephes viviente" esto es, un hombre. De esta forma, para el hebreo, el hombre no es un "cuerpo" y un "alma," sino un "cuerpo-alma," una unidad de poder vital. El "alma" es al mismo tiempo algo visible que puede tener hambre y sed (Sal. 107:5), como también algo invisible que puede ser entristecido (Gn. 42:21; Job. 14:22)., y de esta forma viene a usarse a menudo para denotar el ego mismo (Job 16:4; Sal. 124:7). Puede usarse en un extremo para referirse al principio de vida en el hombre o el animal (Gn. 37:21), y, en el otro, para hablar de un cuerpo muerto (Nu. 19:11). El nephes es entonces, nada más que el individuo en su totalidad. El NT, aunque continúa con la idea de alma (psyché) como principio de vida (Hch. 20:10; Ap. 8:9) el cual viene a personificarse (Hch. 2:43), con todo, también le da la idea de una entidad espiritual que continúa existiendo después de la muerte. De esta forma Juan dice que vio en su visión "las almas de aquéllos que habían sido muertos,» y no a aquéllos que habían muerto (Ap. 6:9; cf. 20:4; Mt. 10:28; Lc. 21:19; Stg. 1:21; 5:20).

Alabanza.
La Biblia está llena de alabanza y adoración a Dios. La alabanza puede definirse como un homenaje a Dios por sus criaturas en adoración a su persona y en agradecimiento por sus favores y bendiciones. Los ángeles que sobresalen por su poder rinden su adoración al Señor (Sal. 103:20). Sus voces se elevaron en adoración en el nacimiento de Cristo (Lc. 2:13-14), y en los días de tribulación que vendrán ellos unirán sus voces para exclamar "El Cordero que fue inmolado es digno..." (Ap. 5:11-12). Israel rinde alabanza a Dios, especialmente en los Salmos de Alabanza (Sal. 113-118). No únicamente Israel, sino todos los que sirven a Dios, el cielo y la tierra, los mares y todo lo que en ellos se mueve; en efecto todo lo que tiene respiración debe rendir alabanza al Señor (Sal. 135:1-2; 69:34; 150:6). A Dios puede alabársele con instrumentos musicales y con canciones (Sal. 150:3-5; 104:33). Los sacrificios (Lv. 7:13), testimonios (Sal. 66:16), y oraciones (Col. 1:3) son también actividades donde la alabanza encuentra expresión. La alabanza puede ser pública y también privada (Sal. 96:3); puede ser una emoción íntima (Sal. 4:7) o una declaración externa (Sal. 51:15). Se tributa a Dios por su salvación (Sal. 40:10) así como por la grandeza de sus obras maravillosas (Ap. 15:3,4). El debería ser alabado por sus cualidades inherentes, su majestad (Sal. 104:1) y santidad (ls. 6:3). Ocasionalmente la alabanza tiene al hombre como su objeto, en cual caso el elogio puede ser valioso (Pr. 31:28, 31) o sin valor (Mt. 6:2). El apóstol Pablo buscó la gloria de Dios antes que la alabanza de los hombres (1 Ts. 2:6), aunque reconoció una alabanza legítima como un tributo por un servicio cristiano distinguido (2 Co. 8:18). Tal alabanza puede ser un incentivo para una vida santa (Fil. 4:8).

Amilenarismo.
De a (privativo) y milenio. La enseñanza de que el período de mil años o milenio mencionado en Apocalipsis 20 no es literal, sino figurativo. Según el amilenarismo, el milenio es la presente era, y se extiende entre la primera y la segunda venidas del Señor Jesucristo. Este período concluirá con el retorno de Cristo (1 Tes 4:16-5:2), cuando ocurrirá la resurrección general y el juicio universal. El amilenarismo fue formulado clásicamente por Agustín de Hipona (354-430 DC), pero es probablemente tan antiguo como el premilenarismo. Véase también Postmilenarismo.

Adoración.
Esta palabra denota el mérito de un individuo para recibir honores especiales de acuerdo con su valía. Los términos bíblicos principales, el hebreo saha y el griego proskyneo, enfatizan el acto de postración, la acción de reverencia. La adoración es debida solamente a Dios (Exo. 20:3; Mat. 4:10; Apoc. 22:9). Acciones tales como inclinar con reverencia la cabeza (Ex. 34:8), levantar las manos (1 Ti. 2:8), arrodillarse (1 R. 8:54), y postrarse (Gn. 17:3; Ap. 1:17) manifiestan externamente la adoración interna que el alma dirige a Dios. En muchos de los Salmos (Sal. 93, 95-100) Dios es adorado por su majestad y poder, su providencia y bondad, su justicia y su santidad. Jesús recibió adoración en el día de su nacimiento (Mt. 2:11), durante su ministerio (Mt. 8:2; 9:18; 14:33; 15:25; 20:20), y después de de su resurreción (Mt. 28:9,17). Los hombres (Jn. 9:38), los ángeles (He. 1:6) y hasta los demonios (Mr. 5:6) se entregan a esta adoración. Y por cierto, no hay ningún peligro en adorar a Jesús, porque él es Dios encarnado (Jn. 1:1-4; Fil. 2:5-11). La adoración de objetos materiales está estrictamente prohibida (Ex. 20:1-6; Isa. 44:12-20). También se condena la adoración a los ángeles (Col. 2:18; Ap. 19:10), a los hombres (Hech. 10:25), o a Satanás (Lc. 4:7-8).




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